Para la Iglesia naciente el «Domingo de Ramos» no era una cosa del pasado. Así como entonces el Señor entró en la Ciudad Santa a lomos del asno, así también la Iglesia lo veía llegar siempre nuevamente bajo la humilde apariencia del pan y el vino. La Iglesia saluda al Señor en la Sagrada Eucaristía como el que ahora viene, el que ha hecho su entrada en ella. Y lo saluda al mismo tiempo como Aquel que sigue siendo el que ha de venir y nos prepara para su venida. Como peregrinos, vamos hacia Él; como peregrino, Él sale a nuestro encuentro y nos incorpora a su «subida» hacia la cruz y la resurrección, hacia la Jerusalén definitiva que, en la comunión con su Cuerpo, ya se está desarrollando en medio de este mundo.
Alfertson Cedano
Jn 10, 31-42: La verdadera identidad de Jesús
Jesús será acusado de blasfemia, por declararse Hijo de Dios, y en consecuencia, semejante a Él. No nos sorprendamos de la incredulidad de aquellos contemporáneos de Jesús, que aún viendo las obras que hacía, no creyeron en Él. Hoy también Jesucristo está vivo, actúa, obra prodigios y señales. ¿Sabremos reconocerle y adorarle?
Jn 8, 51-59: Jesús y Abrahán (ii)
Abrahán vio el día de Jesús en un acontecimiento profético: el nacimiento de Isaac. Jesús se declara el verdadero objeto de la promesa hecha al patriarca, la verdadera causa de su alegría, el Isaac espiritual. El capítulo 8 de Juan concluye presentando a Jesús como el «YO SOY». A los ojos de los judíos, declararse como Dios (YO SOY), es una blasfemia que debe ser castigada con la lapidación.
Jn 8, 31-42: Jesús y Abrahán (i)
La Pascua está cerca, y la violencia aumenta en torno a Jesús. Dicha violencia, sin embargo, no viene de «los judíos que habían creído en Él», sino de las autoridades judías, hostiles a Jesús. Tales judíos, queriendo matar a Jesús, niegan con los hechos su pertenencia a la descendencia de Abrahán, a la descendencia de Dios. Estas palabras se dirigen también a cada cristiano, que corre el riesgo de abandonar a Cristo. Sí, el corazón se puede endurecer si su Palabra no prendiera en nosotros.
Jn 8, 21-30: Testimonio de Jesús sobre sí mismo
En el AT la formula «Yo soy» afirma el poder divino, o anuncia una fulgurante intervención de Dios. Aquí se anuncia la glorificación de Jesús por su «elevación» en la cruz, que dará la respuesta a la pregunta de los judíos v. 25, pero con la condenación de su incredulidad.
Jn 8, 12-20: Jesús es la luz del mundo
«Yo soy la luz del mundo». Es posible que haya quien diga: ¿Cristo, no será este sol que a través de su amanecer y su ocaso determina el día?…. No, Cristo no es eso. El Señor no es ese sol creado sino aquél por quien el sol fue creado. «Por medio de él se hizo todo y sin él no se hizo nada de lo que se ha hecho» (Jn 1,3). Él es, pues, la luz que ha creado esta luz que vemos. Amemos esta luz, comprendámosla, deseémosla para poder un día, conducidos por ella, llegar hasta ella y vivir en ella de manera que ya no podamos morir…
Jn 8, 1-11: La mujer adúltera
Unicamente quedaron dos, la miseria y la misericordia: “Quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en pie, en medio”. Yo creo que aquella mujer se quedó aterrada, porque esperaba ser castigada por Aquél en quien no se podía encontrar culpa alguna. Mas Aquél que había rechazado a sus adversarios con la lengua de la justicia, levantando hacia ella sus ojos de mansedumbre, le preguntó: “¿dónde están los que te acusaban? ¿ninguno te ha condenado?” Dijo ella: ninguno, Señor”. Hemos oído antes la voz de la justicia; oigamos ahora la voz de la mansedumbre: “Yo tampoco te condenaré»…
Jn 11, 1-45: La resurrección de Lázaro
La resurrección de Lázaro es el milagro que más se publica entre todos los que hizo el Señor. Pero si nos fijamos en quién lo hizo, más bien debemos alegrarnos que admirarnos. Resucitó al hombre el que hizo al hombre, y más es crearlo que resucitarlo.
Jn 7, 1-2.10.25-30: El origen de Cristo
Cuando se lee hermanos del Señor, debe entenderse que se trataba de parientes consanguíneos de María, porque de ella no nació ningún otro. Así como en el sepulcro en donde estuvo el cuerpo del Señor no fue colocado ningún otro muerto, ni antes ni después, así las entrañas de María no concibieron ningún otro mortal, ni antes ni después de Jesucristo.
Domingo V Tiempo de Cuaresma (A) – Homilías
Aparte de la muerte física, hay otra muerte, que costó a Cristo la lucha más dura, incluso el precio de la cruz: se trata de la muerte espiritual, el pecado, que amenaza con arruinar la existencia del hombre. Cristo murió para vencer esta muerte, y su resurrección no es el regreso a la vida precedente, sino la apertura de una nueva realidad, una «nueva tierra», finalmente unida de nuevo con el cielo de Dios.