Padres de la Iglesia

Tito Brandsma

En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, de Baviera, en Alemania, beato Tito Brandsma, presbítero de la Orden de los Carmelitas, mártir, holandés de nacimiento, que por defender la Iglesia y la dignidad del hombre sufrió con ánimo sereno toda clase de quebrantos y vejaciones, dando ejemplo de una caridad sin límites, tanto en favor de sus hermanos concautivos como de sus mismos verdugos (1942).
(Martirologio Romano)


Breve resumen de su vida

Tito Brandsma (1881-1942) es un testigo de la fe en tiempos oscuros. Este carmelita holandés fue profesor de Filosofía y de Espiritualidad en la Universidad Católica de Nimega (de la que llegaría a ser Rector), periodista profesional y vocacional, escritor prolijo, promotor de la cultura y de la lengua de su Frisia natal, interesado por el esperanto y por el diálogo ecuménico con las iglesias orientales, experto y traductor de santa Teresa... y mil cosas más.

En 1940, cuando los nazis invaden Holanda, Tito Brandsma se vio en una situación muy comprometida y difícil, ya que tuvo que convencer a los directores de prensa católica de que no podían publicar, bajo ningún concepto, las consignas nazis contra los judíos y contra la Iglesia. Asimismo, se negó firmemente a obedecer la orden de expulsión de los niños judíos de los colegios carmelitas.

Por todo ello, fue detenido en enero de 1942 y, tras pasar por un rosario de cárceles y campos de concentración, murió en Dachau en julio de 1942. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1985. Su fiesta se celebra el 27 de Julio.

En Tito Brandsma, la fe tiene dos características aparentemente contrarias: por una parte, se convierte en firmeza inquebrantable, cuando se trata de defender los derechos de los perseguidos por el régimen del nacionalsocialismo (al que, en sus clases, no había dudado en llamar neopaganismo); por otra, se convierte en humanidad entrañable y en ternura hacia las personas que tiene a su alrededor: familiares, alumnos, colegas, amigos e, incluso, hacia la joven enfermera que le administró la inyección letal en Dachau, y con quien mantuvo varias conversaciones antes de morir. Muchos años después, ella lo recordaría y testificaría en el proceso de beatificación de Tito Brandsma, destacando cómo aquel hombrecillo débil y cansado la miró con ternura y con compasión y dejó en ella una huella imborrable.

Entre los textos del beato Tito (por desgracia, muchos no traducidos en español), podemos encontrar textos como este que escribió en la cárcel de Scheveningen, ante una imagen de Jesús que había colocado en un ángulo de la celda. En este poema nos muestra su profunda vida interior y su experiencia de Dios, que le llevaba a mantener la fe y la confianza incluso en el infierno del Lager:

Feliz en el dolor mi alma se siente;
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.

¡Quédate mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!

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  1. Jn 7, 40-53
  2. Jn 16, 29-33
  3. Mt 20, 17-28


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