Texto Bíblico22 Llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase.23 Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?».24 Levantando los ojos dijo: «Veo hombres, me parecen árboles, pero andan».25 Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad.26 Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.
22 Llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase.23 Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?».24 Levantando los ojos dijo: «Veo hombres, me parecen árboles, pero andan».25 Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad.26 Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
Beda, in Marcum, 2, 34
22. "Le presentan a un ciego y le suplican que le toque..." Sabiendo que, como había curado el Señor al leproso sólo con tocarlo, del mismo modo daría la vista al ciego.
23. "Y El, cogiéndolo por la mano, lo sacó fuera de la aldea". Los que no tienen la vista clara pueden ver las formas confusas de los cuerpos, pero no los contornos de los miembros. Así que los que miran desde lejos o durante la noche, no pueden distinguir fácilmente si son árboles u hombres los que ven.
"... le impuso las manos." Nos toca el Señor cuando nos ilumina con el soplo de su Espíritu, y cuando nos anima a reconocer nuestra propia enfermedad y al estudio de las virtudes. Toma la mano del ciego para confortarlo en la ejecución de las buenas obras.
Poniendo saliva en los ojos del ciego, puso en él sus manos para que viera, porque curó la ceguedad del género humano con dones invisibles y con los sacramentos de la humanidad que le había tomado. La saliva, que procede de la cabeza del hombre, designa la gracia del Espíritu Santo. Pero al que podía curar de una vez con una sola palabra, lo cura poco a poco, para manifestar cuán grande es la ceguedad humana, la cual vuelve de a pocos y como gradualmente a la luz; y para indicarnos su gracia, con la cual nos ayuda en cada paso que damos a la perfección. Cualquiera, pues, que haya estado por largo tiempo en la oscuridad, de modo que no pueda discernir entre el bien y el mal, cree que son árboles los hombres que se ofrecen a su vista, porque ve obrar a la muchedumbre sin la luz de la discreción.
Teofilacto
22. Parece que una gran incredulidad había corrompido a Betsaida, puesto que le dice el Señor: "Ay de ti, Betsaida, que si en Tiro y en Sidón se hubiesen hecho los milagros que se han obrado en vosotros", etc. ( Mt 11,21).
23. Sacó, pues, fuera de la aldea al ciego, porque no era verdadera la fe de los que se lo habían llevado.
"Y echándole saliva en los ojos, puestas sobre él la manos, le preguntó si veía algo".
No hizo ver en el acto al ciego por la fe, porque no la tenía perfecta, porque el remedio se da según la fe.
26. "Ni siquiera entres en el pueblo". Lo mandó de este modo porque, como queda dicho, eran incrédulos, y podían hacerle sufrir e incurrir a la vez ellos mismos, no creyendo, en una culpa más grave.
O bien: después que le curó lo mandó a su casa, porque nuestra casa es el cielo y las mansiones que hay en él.
Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
23-24. Le echó saliva y puso las manos sobre él, queriendo mostrarnos que la palabra divina unida a la acción obraba semejantes milagros, siendo la mano signo de la acción y la saliva de la palabra que sale de la boca. Le pregunta si ve algo, lo que no había preguntado a los otros a quienes curó, para manifestar que, por la imperfecta fe de los que conducían al ciego y de éste mismo, no habían sido abiertos del todo sus ojos. "El ciego -prosigue- abriendo los ojos dice: Veo andar a unos hombres que me parecen como árboles", porque su falta de fe le hacía declarar que veía de un modo confuso a los hombres.
25. Fortificó, pues, su fe desde el momento en que empezó a ver, y en virtud de ella le hizo ver perfectamente. "Púsole segunda vez -prosigue- las manos sobre los ojos, y empezó a ver mejor"; y después añade: "Y finalmente, recobró la vista de suerte que veía claramente todos los objetos", curado verdaderamente de la vista y de la inteligencia.
"Con lo que le remitió a su casa, diciendo: "Vete a tu casa, y si entras en el lugar, a nadie lo digas".
Pseudo-Jerónimo
22. En sentido místico, Betsaida significa la casa del valle, esto es, el mundo que está en este valle de lágrimas. Llevan un ciego al Señor, es decir, a un hombre que no ve lo que fue, lo que es y lo que será. Le ruegan que lo toque. ¿Y quién es aquel a quien toca el Señor, sino el que tiene verdadero arrepentimiento?
23. Y lo lleva fuera de la aldea, esto es, de la ciudad, para que recobre la vista y vea la voluntad de Dios por el soplo del Espíritu Santo. Poniendo sus manos en él, le pregunta si ve, porque por las obras del Señor se ve su grandeza.
26. Le dijo: "Y si entras en el lugar, a nadie lo digas". Esto es, cuenta a tus vecinos tu ceguedad, no tu virtud.
San Jerónimo, super Et aspisciens ait
24-25. Ve a los hombres como árboles, porque los considera superiores a él. Puso de nuevo las manos sobre sus ojos, para que lo viera todo con claridad. Esto es, lo invisible por lo visible, y para que con la vista de su corazón purificado contemplara el estado claro de su ser después de las sombras oscuras del pecado.
26. Lo mandó a su casa, es decir, a su corazón, para que viera en sí lo que no vio antes, porque el hombre que desespera de su salud, piensa que no podrá llevar a cabo de ningún modo lo que una vez iluminado le parece fácil.
Documentos Catequéticos
Santo Tomás de Aquino
Suma Teológica
III, q. 86, a. 5
¿Desaparecen todas las secuelas del pecado después de perdonada la culpa mortal?
Objeciones:
Por las que parece que desaparecen todas las secuelas del pecado después de perdonada la culpa mortal.
1. Dice San Agustín en su libro De Poenitentia: Nunca curó el Señor a alguien sin liberarlo completamente. Curó totalmente a un hombre en día de sábado porque libró su cuerpo de toda enfermedad, y su alma, de todo contagio. Pero las secuelas del pecado pertenecen a la enfermedad del pecado. Luego no parece posible que, perdonada la culpa, permanezcan aún las secuelas del pecado.
2. Dice Dionisio en IV De Div. Nom. que el bien es más eficaz que el mal, ya que el mal no actúa más que en virtud del bien. Ahora bien, el hombre, al pecar, contrae toda la infección del pecado. Luego, con mayor razón, la penitencia le librará de todas las secuelas del pecado.
3. Las obras de Dios son más eficaces que las obras de los hombres. Pero el ejercicio de las buenas obras del hombre hace desaparecer las secuelas del pecado contrario. Luego mucho más desaparecerán con la remisión de la culpa, que es obra de Dios.
Contra esto:
Se lee en Mc 8,22ss. que el ciego curado por el Señor, primeramente, recibió una vista imperfecta, y así dijo: Veo a los hombres como árboles que andan; y después fue curado perfectamente, de tal manera que veía con claridad todas las cosas. Ahora bien, la curación del ciego significa la liberación del pecador. Luego después de la primera remisión de la culpa, por la que al pecador se le restituye la visión espiritual, permanecen todavía en él algunas secuelas del pecado pasado.
Respondo:
El pecado mortal con su conversión desordenada a los bienes creados, produce en el alma una cierta disposición e, incluso, un hábito si se repite muchas veces. Como se acaba de decir (a. 4 ad 1), la culpa del pecado mortal se perdona en cuanto que por la virtud de la gracia desaparece la aversión de la mente a Dios. Pero, eliminado cuanto se refiere a la aversión, puede permanecer todavía lo que se refiere a la conversión desordenada, ya que ésta puede existir sin aquélla, como antes se ha dicho (a. 4 ad 1). Y, por eso, nada impide que, eliminada la culpa, permanezcan las disposiciones causadas por los actos precedentes, que se llaman secuelas del pecado.
Permanecen, sin embargo, debilitadas y disminuidas, de tal manera que no dominen al hombre. Permanecen, efectivamente, en forma de disposición, y no en forma de hábito, como también permanece en el bautismo el fermento de pecado.
A las objeciones: Soluciones
1. Dios cura al hombre por entero perfectamente: unas veces, de manera súbita, como hizo con la suegra de San Pedro, a quien devolvió la salud perfectamente, de tal forma que levantándose le servía, como se dice en Lc 4,39; otras veces, lo hace de forma gradual, como se dice del ciego, a quien devolvió la vista, en Mc 8,25. Pues así también, en el orden espiritual, algunas veces convierte el corazón de un hombre con tanta conmoción que instantáneamente consigue la perfecta cura espiritual, no sólo con la remisión de la culpa, sino también con la eliminación de todas las secuelas del pecado, como sucedió con la Magdalena, según Lc 7,47ss. Otras veces, sin embargo, primero perdona la culpa a través de la gracia operante, y después, por la gracia cooperante, va gradualmente quitando las secuelas del pecado.
2. También el pecado, a veces, produce instantáneamente una débil disposición, como la causada con un solo acto, pero otras veces más fuerte, causada por muchos actos.
3. Con un solo acto no desaparecen todas las secuelas del pecado, porque, como se dice en Praedicamentis: El perverso, reconducido a prácticas mejores, irá aprovechando poco a poco y mejorará. Pero, insistiendo en el ejercicio, llegará a ser bueno con una virtud adquirida. Sin embargo, esto lo conseguirá mucho más fácilmente la gracia divina, ya con uno, ya con muchos actos.