…la abominación de la desolación es la venida del Anticristo, porque manchará el interior de las almas con infaustos sacrilegios, sentándose en el templo, según la historia, para usurpar el solio de la divina majestad. Esta es la interpretación espiritual de este pasaje; deseará confirmar en las almas la huella de su perfidia, tratando de hacer ver por las Escrituras que él es Cristo. Entonces se aproximará la desolación, porque muchos desistirán cansados de la verdadera religión. Entonces será el día del Señor, porque como su primera venida fue para redimir los pecados, la segunda será para castigarlos, a fin de que no incurra la mayor parte en el error de la perfidia.
Biblia
Lc 21, 1-4 : El óbolo de la viuda
Una pequeña moneda cogida de unos pocos bienes es más valiosa que la que se saca de la abundancia; no se calcula lo que se da sino lo que queda. Nadie ha dado más que la que no ha guardado nada para sí…
Lc 23, 35-43: Jesús en la cruz ultrajado – El «buen ladrón»
Digno era de verse al Salvador entre los ladrones, como la balanza de la justicia, pesando la fe y la infidelidad. El diablo había arrojado a Adán del paraíso, pero Jesucristo introdujo al ladrón en el paraíso, en presencia de todos, y de sus mismos apóstoles. Por una sola palabra y con sola la fe entró en el paraíso, para que nadie dudase de entrar a pesar de sus errores. Obsérvese la prontitud: desde la cruz al cielo, desde la condenación al paraíso; para que se sepa que el Señor lo hizo todo, no para demostrar la bondad del ladrón, sino su clemencia.
Lc 19, 45-48: Expulsión de los vendedores del Templo
Nuestro Señor mismo nos enseña lo que debemos hacer para que nuestro interior se convierta en una casa de oración, porque el hombre es verdaderamente un templo consagrado a Dios. Primero debemos echar de él a todos los vendedores, es decir, las imágenes y representaciones de los bienes creados y todo lo que significa satisfacción en las criaturas y gozos de la voluntad propia. Luego, hay que limpiar y purificar el templo con lágrimas. No todos los templos son santos por el mero hecho de ser casas habitables. Es Dios quien los santifica.
Mt 12, 46-50: El verdadero parentesco de Jesús
…si de veras estamos unidos por amor a su voluntad, nada desearemos que Él no desee, nada amaremos que Él no ame, y estando abandonados a su voluntad, nos será indiferente cualquier cosa que nos envíe, cualquier lugar donde nos ponga… Todo lo que Él quiera de nosotros no solamente nos será indiferente, sino que será de nuestro agrado.
Mt 25, 14-30: Parábola de los talentos
Pues bien: escuchemos nosotros estas palabras; y mientras es tiempo aún, aseguremos nuestra salvación. Tomemos aceite juntamente con nuestras lámparas y coloquemos a rédito el talento recibido. Pues si acá fuéramos desidiosos y perezosos, en la otra vida nadie se compadecerá de nosotros, aun cuando miles de veces lloremos.
Lc 19, 11-28: Parábola de las minas
El colocar la moneda en un sudario, es tanto como sepultar los dones recibidos bajo el ocio de una muelle pereza. Pero lo mismo que dijo para excusarse se convirtió en su acusación. Por esto sigue: «Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te condeno». Es llamado mal siervo, porque fue perezoso en el cumplimiento de su deber, y soberbio en acusar el juicio del Señor…
Lc 18, 35-43: El ciego de Jericó
El ciego no pide al Señor oro sino la vista, para que busquemos nosotros no las falsas riquezas, sino la luz que podemos ver solo nosotros y los ángeles, a cuya luz nos conduce la fe. Por esto dice muy oportunamente al ciego: «Ve, tu fe te ha salvado». El lo ve y lo sigue, porque practica el bien que conoce.
Lc 21, 5-19: La ruina de Jerusalén: Introducción y señales precursoras (i)
La perseverancia es esencial si queremos alcanzar la salvación. Es lo contrario de la light society que va al ritmo del viento que sople. El Espíritu Santo, soplo divino habitando en nosotros da un «peso» a nuestra vida. Nos mantiene firmes, para no escapar cuando llegue la persecución (pues llegará) porque el siervo no es más que su Maestro.
Lc 18, 1-8: El juez inicuo y la viuda inoportuna
Para mí, la oración, es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en el interior de la prueba como cuando me invade el gozo; en fin, es una cosa muy grande, sobrenatural que me dilata el alma y me une a Jesús.