Homilías por id

Benedicto XVI

Santa Misa con Ordenaciones Sacerdotales con ocasión de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.
Basílica Vaticana. IV Domingo de Pascua

Este IV domingo de Pascua, denominado tradicionalmente domingo del "Buen Pastor"...

La densidad teológica del breve pasaje evangélico que acaba de proclamarse nos ayuda a percibir mejor el sentido y el valor de esta solemne celebración. Jesús habla de sí como del buen Pastor que da la vida eterna a sus ovejas (cf. Jn 10, 28). La imagen del pastor está muy arraigada en el Antiguo Testamento  y es muy utilizada en la tradición cristiana. Los profetas atribuyen el título de "pastor de Israel" al futuro descendiente de David; por tanto, posee una indudable importancia mesiánica (cf. Ez 34, 23). Jesús es el verdadero pastor de Israel porque es el Hijo del hombre, que quiso compartir la condición de los seres humanos para darles la vida nueva y conducirlos a la salvación. Al término "pastor" el evangelista añade significativamente el adjetivo kalós, hermoso, que utiliza únicamente con referencia a Jesús y a su misión. También en el relato de las bodas de Caná el adjetivo kalós se emplea dos veces aplicado al vino ofrecido por Jesús, y es fácil ver en él el símbolo del vino bueno de los tiempos mesiánicos (cf. Jn 2, 10).

"Yo les doy (a mis ovejas) la vida eterna y no perecerán jamás" (Jn 10, 28). Así afirma Jesús, que poco antes había dicho:  "El buen pastor da su vida por las ovejas" (cf. Jn 10, 11). San Juan utiliza el verbo tithénai, ofrecer, que repite en los versículos siguientes (15, 17 y 18); encontramos este mismo verbo en el relato de la última Cena, cuando Jesús "se quitó" sus vestidos y después los "volvió a tomar" (cf. Jn 13, 4. 12). Está claro que de este modo se quiere afirmar que el Redentor dispone con absoluta libertad de su vida, de manera que puede darla y luego recobrarla libremente.
Cristo es el verdadero buen Pastor que dio su vida por las ovejas —por nosotros—, inmolándose en la cruz. Conoce a sus ovejas y sus ovejas lo conocen a él, como el Padre lo conoce y él conoce al Padre (cf. Jn 10, 14-15). No se trata de mero conocimiento intelectual, sino de una relación personal profunda; un conocimiento del corazón, propio de quien ama y de quien es amado; de quien es fiel y de quien sabe que, a su vez, puede fiarse; un conocimiento de amor, en virtud del cual el Pastor invita a los suyos a seguirlo, y que se manifiesta plenamente en el don que les hace de la vida eterna (cf. Jn 10, 27-28).

[...] Que la certeza de que Cristo no nos abandona y de que ningún obstáculo podrá impedir la realización de su designio universal de salvación sea para vosotros motivo de constante consuelo —incluso en las dificultades— y de inquebrantable esperanza. La bondad del Señor está siempre con vosotros, y es fuerte. El sacramento del Orden, que estáis a punto de recibir, os hará partícipes de la misma misión de Cristo; estaréis llamados a sembrar la semilla de su Palabra —la semilla que lleva en sí el reino de Dios—, a distribuir la misericordia divina y a alimentar a los fieles en la mesa de su Cuerpo y de su Sangre.

Para ser dignos ministros suyos debéis alimentaros incesantemente de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana. Al acercaros al altar, vuestra escuela diaria de santidad, de comunión con Jesús, del modo de compartir sus sentimientos, para renovar el sacrificio de la cruz, descubriréis cada vez más la riqueza y la ternura del amor del divino Maestro, que hoy os llama a una amistad más íntima con él. Si lo escucháis dócilmente, si lo seguís fielmente, aprenderéis a traducir a la vida y al ministerio pastoral su amor y su pasión por la salvación de las almas. Cada uno de vosotros, queridos ordenandos, llegará a ser con la ayuda de Jesús un buen pastor, dispuesto a dar también la vida por él, si fuera necesario.

Así sucedió al inicio del cristianismo con los primeros discípulos, mientras, como hemos escuchado en la primera lectura, el Evangelio iba difundiéndose entre consuelos y dificultades. Vale la pena subrayar las últimas palabras del pasaje de los Hechos de los Apóstoles que hemos escuchado:  "Los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espíritu Santo" (Hch 13, 52). A pesar de las incomprensiones y los contrastes, de los que se nos ha hablado, el apóstol de Cristo no pierde la alegría, más aún, es testigo de la alegría que brota de estar con el Señor, del amor a él y a los hermanos.

[...]

[...] A vosotros Jesús os repite hoy:  "Ya no os llamo siervos, sino amigos". Aceptad y cultivad esta amistad divina con "amor eucarístico". Que os acompañe María, Madre celestial de los sacerdotes. Ella, que al pie de la cruz se unió al sacrificio de su Hijo y, después de la resurrección, en el Cenáculo, recibió con los Apóstoles y con los demás discípulos el don del Espíritu, os ayude a vosotros y a cada uno de nosotros, queridos hermanos en el sacerdocio, a dejarnos transformar interiormente por la gracia de Dios. Sólo así es posible ser imágenes fieles del buen Pastor; sólo así se puede cumplir con alegría la misión de conocer, guiar y amar la grey que Jesús se ganó al precio de su sangre. Amén.