Homilías por id

Juan Pablo II

Visita a la parroquia romana de San Mateo apóstol
Sentido de la perseverancia cristiana

1. «Velad y estad preparados, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor» (cf. Mt 24, 42 y 44).

Estas palabras tomadas del Aleluya nos ayudan a comprende mejor el significado del tiempo litúrgico que estamos viviendo. Ya se acerca la conclusión del año litúrgico, y la Iglesia nos invita a considerar los acontecimientos últimos de la vida y de la historia.

Las lecturas bíblicas, que acabamos de escuchar, presentan la espera del regreso de Cristo con las emotivas palabras del profeta Malaquías, que describe el «día del Señor» (Ml 3, 1) como una intervención imprevista y decisiva de Dios en la historia. El Señor vencerá definitivamente el mal y restablecerá la justicia, castigando a los malos y trayendo el premio para los buenos.

Desde la perspectiva final del mundo, es muy apremiante la invitación a velar y estar preparados, proclamada en el Aleluya. El cristiano está llamado a vivir con la perspectiva del encuentro con Cristo, siempre consciente de que debe contribuir todos los días, con su esfuerzo personal, a la instauración gradual del reino de Dios.

2. «El que no trabaja, que no coma» (2 Ts 3, 10).

Esta invitación del apóstol Pablo a la comunidad de Tesalónica pone de manifiesto que la espera del «día del Señor» y la intervención final de Dios no significan para el cristiano una fuga del mundo o una actitud pasiva frente a los problemas diarios.

Por el contrario, la palabra revelada funda la certeza de que las vicisitudes humanas, aunque estén sometidas a presiones y a desórdenes a veces trágicos, permanecen firmemente en las manos de Dios.

De este modo, la espera del «día del Señor» impulsa a los creyentes a trabajar con mayor ahínco por el progreso integral de la humanidad. Al mismo tiempo, les inspira una actitud de prudente vigilancia y sano realismo, viviendo, día tras día, con la esperanza del encuentro definitivo con el Señor.

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5. «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21, 19).

Éstas son las palabras finales del pasaje evangélico de hoy. Encuadran la perspectiva del fin del mundo y del juicio final en un marco de espera confiada y de esperanza cristiana. Los discípulos de Cristo saben, por la fe, que el mundo y la historia provienen de Dios y a Dios están destinados. En esta convicción se funda la perseverancia cristiana, que impulsa a los creyentes a afrontar con optimismo las inevitables pruebas y dificultades de la vida diaria.

Con la mirada dirigida a esa meta definitiva, hagamos nuestras las palabras del Salmo responsorial: «¡Ven, Señor, a juzgar el mundo!». Sí, ¡ven, Señor Jesús, a instaurar en el mundo el Reino! El Reino de tu Padre y nuestro Padre; el Reino de vida y de salvación; el Reino de justicia, de amor y de paz. Amén.