Juan Pablo II
Congreso Internacional para las Vocaciones
Entrar por la puerta
1. En el IV domingo de Pascua contemplamos a Cristo resucitado, que dice de Sí mismo: «Yo soy la puerta de las ovejas» (Jn 10, 7).
El se llama también a Sí mismo el Buen Pastor; con esas palabras completa, en cierto sentido, esta imagen, dándole una nueva dimensión:
«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas, lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños» (Jn 10, 1-5).
Jesús, pues, es la puerta del aprisco. Al atribuirse este título, Jesús se presenta a Sí mismo como el camino obligado para entrar pacíficamente en la comunidad de los redimidos: efectivamente, El es el único mediador por medio del cual Dios se comunica a los hombres y los hombres tienen acceso a Dios. Quien no pasa a través de esta «puerta» es un «ladrón y un bandido». Con todo, se pasa a través de esta puerta siguiéndole a El, que es el verdadero Pastor.
«Mirad bien —comentaba San Agustín— que Cristo nuestro Señor es la puerta y el pastor: la puerta, abriéndose (en la Revelación), y pastor, entrando El mismo. Y ciertamente, hermanos, ha comunicado también a sus miembros la prerrogativa de pastor; y así es pastor Pedro, y Pablo es pastor, y pastores son los otros Apóstoles, y pastores también los buenos obispos. Pero ninguno de nosotros se atreverá a llamarse puerta; Cristo se ha reservado solamente para El ser la puerta, a través de la cual entran las ovejas» (In Io. Evang. Tr. 47, 3).
2. Esta imagen de Cristo que, como único «Buen Pastor», es al mismo tiempo la «puerta de las ovejas», debe estar ante los ojos de todos nosotros...
[...] 6. ¡Cristo es la puerta de las ovejas!
¡Que todos los esfuerzos de la Iglesia... que todas las oraciones de esta asamblea eucarística de hoy vuelvan a confirmar esta verdad!
¡Que le den eficacia plena! ¡Que entren a través de esta «puerta» siempre nuevas generaciones de Pastores de la Iglesia! ¡Siempre nuevas generaciones de «administradores de los misterios de Dios»! (1 Cor 4, 1). Siempre nuevas falanges de hombres y de mujeres que con toda su vida, mediante la pobreza, la castidad y la obediencia libremente aceptadas y profesadas, den testimonio del Reino, que no es de este mundo y que no pasa jamás.
Que Cristo —Puerta de las ovejas— se abra ampliamente hacia el futuro del Pueblo de Dios en toda la tierra. Y que acepte todo lo que según nuestras débiles fuerzas —pero apoyándonos en la inmensidad de su gracia— tratamos de hacer para despertar las vocaciones.
Que interceda por nosotros en estas iniciativas la humilde Sierva del Señor, María, que es el modelo más perfecto de todos los llamados; Ella que, a la llamada de lo alto, respondió: «Heme aquí, hágase en mí según tu palabra» (cf. Lc 1, 38).