Juan Pablo II
nn. 1. 6. Visita Pastoral a la Parroquia Romana de San Benito José Labre.
Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. Ciclo A.
No buscar las apariencias
1. «Uno solo es vuestro Maestro, Cristo» (Mt 23, 10). El pasaje evangélico que acabamos de escuchar narra la disputa de Jesús con los escribas y los fariseos. Haciéndose eco de los profetas del Antiguo Testamento (cf. Ml 2, 1-10), Jesús condena su hipocresía, fundada en la presunción de ser justos ante Dios. Esa actitud, que aleja al hombre del camino del bien, puede anidar también hoy en el corazón del hombre.
Las palabras de Jesús ponen en guardia frente a cualquier «fariseísmo», es decir, frente a la búsqueda de las apariencias, a la fácil componenda con la mentira y a la tentación de afirmarse a sí mismo independientemente de la voluntad divina. Ante esta orgullosa pretensión del hombre de prescindir de Dios, Jesús, el verdadero Maestro, dirige una apremiante invitación a acoger con humilde disponibilidad la acción de la gracia divina: «El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Mt 23, 11).
6. [...] todos los discípulos de Cristo son portadores de un mensaje de salvación que proviene de Dios y está destinado a todo el mundo. No se trata de una palabra que tiene simplemente autoridad humana; al contrario, posee una autoridad que deriva directamente de Dios. Nos lo recuerda san Pablo en la secunda lectura de este domingo: «Al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes» (1 Ts 2, 13).
Sed conscientes del gran tesoro de la palabra de Dios confiado a la Iglesia en su totalidad y a cada uno de los fieles. Dejaos evangelizar por la palabra de Cristo para ser, también vosotros, evangelizadores de vuestros hermanos.
María, Estrella de la evangelización, la primera que acogió dócilmente en su seno al Verbo de Dios para ofrecerlo a todo el mundo, nos ayude a escuchar atentamente la Palabra y a ser testigos valientes de su hijo Jesús, único Maestro y Salvador del mundo. Amén.