Juan Pablo II
Visita Pastoral a la Parroquia Romana de San Urbano y San Lorenzo.
Domingo III de Adviento (Ciclo B).
Dios entró en nuestra historia
1. "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, (...) para proclamar el año de gracia del Señor" (Is 61, 1-2).
Estas palabras, pronunciadas por el profeta Isaías hace muchos siglos, son muy actuales para nosotros, [mientras nos encaminamos a grandes pasos hacia el gran jubileo del año 2000]. Son palabras que renuevan la esperanza, preparan el corazón para acoger la salvación del Señor y anuncian la inauguración de un tiempo especial de gracia y liberación.
El Adviento es un período litúrgico que pone de relieve la espera, la esperanza y la preparación para la visita del Señor. La liturgia de hoy, que nos propone la figura y la predicación de Juan Bautista, nos invita a este compromiso. Como hemos escuchado en el texto evangélico, Juan fue enviado para preparar a los hombres para al encuentro con el Mesías prometido: "Allanad el camino del Señor" (Jn 1, 23). Esta invitación del Bautista es para todos nosotros: ¡aceptémosla! Con alegría, apresuremos el paso hacia el gran jubileo, hacia el año de gracia durante el cual en toda la Iglesia resonará un gran himno de alabanza a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
3. Al encontrarme esta mañana en "Prima Porta", localidad así llamada por el arco anexo al antiguo templo recién restaurado, que se remonta a la época del emperador Augusto, mi pensamiento va espontáneamente al tiempo en que el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros.
Cuando recordamos el gran acontecimiento de la Encarnación, no podemos menos de pensar que nuestro Dios está muy cerca de nosotros, más aún, entró en nuestra historia para redimirla desde dentro. ¡Sí! En Jesús de Nazaret, Dios vino a vivir en medio de nosotros, para "dar la buena noticia a los pobres, para vendar los corazones desgarrados, (...) para proclamar el año de gracia del Señor" (Is 61, 1-2).
6. "Hermanos: estad siempre alegres" (1 Ts 5, 16). Quisiera concluir con esta invitación a la alegría, que san Pablo dirige a los cristianos de Tesalónica. Es característica de este domingo, llamado comúnmente "Gaudete". Es una exhortación a la alegría que resuena ya en las primeras palabras de la antífona de entrada: "Alegraos siempre en el Señor; os lo repito: estad siempre alegres. El Señor está cerca".
Sí, amadísimos hermanos y hermanas, alegrémonos porque el Señor está cerca. Dentro de pocos días, en la noche de Navidad, celebraremos con gozo el bimilenario de su nacimiento. Que esta alegría penetre en todos los ámbitos de nuestra existencia.
Pidamos a María, la primera que escuchó la invitación del ángel: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28), que nos sostenga en este programa de vida cristiana, sin olvidar jamás que todo creyente tiene la misión de testimoniar la alegría.
María, Madre del Amor Divino, sea para todos nosotros causa de nuestra verdadera y profunda alegría. Amén.