Comentarios Bíblicos: Por perícopa

Jn 5, 17-30: La obra del Hijo (i)



Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos


San Juan Crisóstomo, in Ioannem hom. 37-38


17-18. Y en verdad que Jesucristo, cuando convenía excusar a sus discípulos, citaba como ejemplo a David, como compañero de ellos. Mas cuando se le acusaba a El, se refugiaba en el Padre. Debe observarse que no se excusa únicamente como hombre, ni sólo como Dios, sino que en ciertas ocasiones lo hace de este modo y en otras de otro, porque quería que se creyesen las dos cosas: la gracia de su venida y la grandeza de la divinidad. Por esto manifiesta su igualdad con el Padre y lo llama Padre, en singular. Porque dice: mi Padre, y cuando obra dice lo mismo respecto de El, porque dijo: "Y yo obro". Por esto sigue: "Por cuya razón los judíos tanto más procuraban matarlo: porque no solamente quebrantaba el sábado, sino porque también decía que era Dios su Padre".

Pero si el Hijo no fuese engendrado, ni de la misma sustancia que el Padre, esta razón sería más poderosa para acusarle. No podría un hombre que quebrantase la Ley huir de la justicia, si cuando fuese acusado se excusase diciendo que el Rey no cumple con la Ley. Pero como es igual la dignidad del Padre y la del Hijo, es muy propia la razón que expone. Y así como el Padre, trabajando en el sábado no falta, tampoco el Hijo.

Pero los que no quieren entender esto con buen espíritu, dicen que Jesucristo no se hacía igual a Dios, sino que los judíos lo creían así. Pero respecto de esto podemos decir lo que ya llevamos dicho: es bien sabido, pues, que en realidad los judíos perseguían a Jesucristo porque quebrantaba el sábado y porque decía que Dios era su Padre. De donde lo que consecuentemente se añade -"Haciéndose igual a Dios"- está unido en la verdad a lo dicho anteriormente.

Y además, que si El no hubiera querido demostrar esto mismo, sino que los judíos lo hubieran sospechado sin fundamento, Dios no los hubiese dejado en el error, sino que los hubiera corregido. Pues el Evangelista no hubiese callado esto, así como antes no había callado respecto de lo que dijo el Salvador (Jn 2,19): "Destruid este templo".

19-20. Todo lo que dice de que: "El Hijo no puede hacer por sí cosa alguna", debe entenderse que no puede hacer cosa alguna contraria al Padre, ni que pueda oponérsele. Y por lo tanto no dice que haga alguna cosa contraria, sino que no puede hacerla, y con esto demuestra la conformidad y la certeza de igualdad. Y esto no demuestra debilidad en el Hijo, sino su gran poder. Así como cuando decimos que es imposible que Dios peque, no demostramos en ello que Dios sea débil, sino que con ello atestiguamos su poder inefable, así también cuando dice el Hijo: "No puedo hacer cosa alguna por mí mismo", dice esto porque es imposible que El pueda hacer algo contrario a su Padre.

Y para demostrar que es verdad cuanto se ha dicho, dice a continuación: "Porque todo lo que el Padre hiciere lo hace igualmente el Hijo". Y si el Padre todo lo hace por sí mismo y el Hijo también lo hace por sí mismo, conste que esto lo dice igualmente respecto de los dos. Y véase cómo su inteligencia es elevada, como lo son las palabras de su humildad. Mas no nos llame la atención que pronuncie ciertas palabras de la mayor humildad, porque a los que le perseguían por oír de El cosas grandes, y creyéndole contrario a Dios, los serenaba algún tanto por medio de estas palabras.

21-23. Y así como el Padre dio vida (esto es, engendró al que vive), así le dio el poder de juzgar o, lo que es lo mismo, le engendró juez y le concedió que subsistiese, de tal modo, que no creamos que éste era ingénito, ni que tenía dos padres. Dice pues: "todo el juicio", porque el Señor es quien castiga y premia cuando quiere.

Y para que cuando oímos que tiene al Padre por autor no creamos que hay diferencia de esencia ni disminución de honor, encadena (o une) el honor del Hijo con el honor del Padre, dando a conocer que es uno mismo el del Padre y el del Hijo. ¿Pero acaso le llamaremos Padre? De ninguna manera, porque el que le llama Padre no honra al Hijo como al Padre, sino que le confunde.

24. Y no dijo: el que oye mis palabras y cree en mí. Porque hubiesen creído que esto era soberbia y vanagloria de palabras. Mas como dijo: cree en Aquél que me envió, hacía que sus palabras fueran aceptables. De dos modos conseguía que su predicación fuese aceptable, porque así creía en el Padre todo el que le oía, y porque con ello adquirían muchos beneficios los que le escuchaban. Por esto sigue: "Y no viene a juicio".

25-26. Como dice: "Que viene la hora", para que no se crea que pasará mucho tiempo, añadió: "Y ahora es". Y así como en la futura resurrección resucitaremos en cuanto oigamos la voz del que lo manda, así sucedió entonces.

Véase aquí la semejanza, manifestando la diferencia en uno solo. Porque cuando existe éste, existen el Padre y el Hijo.

27-29. ¿En obsequio de quién se hace esto constantemente? Me refiero al juicio, a la resurrección y a la vida, porque todo esto es lo que puede conducir a la fe al oyente más rebelde. Porque el que vive persuadido de que resucitará y dará al Hijo la satisfacción de aquellas faltas que cometió, aunque no viere alguna otra señal, andará mirando este signo, procurando hacerse bueno ante el juez.

Prosigue: "Porque es Hijo del hombre. No os admiréis de esto". Mas Pablo de Samosata lo dice de este modo: "Le dio potestad de hacer juicio, porque es hijo del hombre". Pero en esto, dicho así, no hay lógica alguna, pues no recibió la facultad de juzgar por ser hombre. Porque entonces, ¿quién puede prohibir que todos los hombres sean jueces? Pero como el Hijo de Dios es inefable, por tanto es juez. Y así, cuando se lee: "porque es Hijo del hombre, no os maravilléis de esto". Además, como parecía que para los que oían estas cosas servía de dificultad lo que se les explicaba porque no creían que Jesucristo fuese más que un puro hombre y las cosas que se les decía eran superiores a lo que alcanza la esfera humana y aun a la de los ángeles, pues eran propias de sólo Dios, queriendo deshacer esta duda dijo: "No os maravilléis de esto" porque es Hijo del hombre. Y añade la causa por qué no debe llamar la atención, diciendo: "Porque viene la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios". Y ¿por qué no dijo: 'No os maravilléis, porque es Hijo del hombre; y en efecto, es el mismo Hijo de Dios?' Y así habló de la resurrección -como explicando la acción que es propia de Dios-, dando a los oyentes motivo para discutir que era Dios e Hijo de Dios. En efecto, quienes confunden los argumentos, cuando discutiendo las partes demostraren claramente lo que se busca, en muchas ocasiones no llevan a la conclusión. Pero obteniendo mejor victoria, abandonan a aquel que contradice, para que se decida la cuestión en favor de ellos. Por tanto no habló del juicio el que recordaba la resurrección de Lázaro, porque Lázaro no resucitó para el juicio. Por esto sigue: "Y los que hicieron bien, irán a la resurrección de vida: mas los que hicieron mal a resurrección de juicio". Y como antes había dicho: "El que oye mi palabra y cree en Aquél que me envió, no viene a juicio", para que no crea alguno que es bastante para salvarse el tener fe, añadió aquí sobre la vida diciendo: "Y los que hicieron bien... y los que hicieron mal".

30. Esto es, veréis que no sucede nada extraño ni diferente de lo que el Padre quiere que yo haga. "Pero así como oigo, juzgo", en lo cual no manifiesta otra cosa, sino que es imposible que El quiera algo que el Padre no quiera. Esto es, juzgo así, como si fuera el mismo Padre quien juzgara.

Manifiesta, por lo tanto, que la voluntad de su Padre no se diferencia de la suya, sino que es una misma la de los dos. Si decimos esto de su humanidad no se admiren, puesto que los judíos hasta ese momento lo consideraban un simple hombre. Y, por lo tanto, dijo que su juicio era justo, para que no hubiese nadie que se excusara diciendo: el que quiere establecer sus cosas propias, se hace sospechoso de que corrompe la justicia. Pero el que no se apoya en su propio testimonio, ¿cómo podrá tener ocasión de juzgar cosas injustas?

San Agustín


Super Genesim, 4, 12


17. El misterio de este descanso ya lo demostró el mismo Jesús con su sepultura. Descansó precisamente en el mismo día de sábado en el sepulcro, después de haber concluido todas sus obras en el día sexto, cuando dijo (Jn 19,30): "Todo está concluido". ¿Por qué llama la atención, pues, que Dios, queriendo también anunciar de este modo el día en que Jesús había de estar en el sepulcro, descansó de sus obras en un solo día? También puede entenderse que el Señor descansó de hacer toda clase de criaturas, porque ya en adelante no creó ningún género nuevo. Además sucede que en adelante y hasta nuestros tiempos y hasta el fin, hace toda clase de criaturas, pero de aquellas mismas clases que entonces fueron hechas. Por tanto, no concluyó en el día séptimo su poder para gobernar el cielo y la tierra y todo lo que había creado. De ser así, todo se hubiera derrumbado en seguida, mas el poder del Creador es la causa por la que subsisten todas las criaturas, porque si en alguna época cesare de gobernar lo que había creado, también concluirían las clases de éstas, y toda naturaleza. Y así como sucede que cuando alguno construye una casa no la abandona en cuanto la concluye, porque si él deja de cuidarla se destruye, de la misma manera el mundo apenas puede subsistir un momento si Dios deja de gobernarle. Por esta razón dice el Señor: "Mi Padre obra hasta ahora", manifestando cierta continuación de su obra, con la que contiene y gobierna toda criatura. Porque de otro modo podría entenderse si dijera: y ahora obra, en lo cual no sería necesario entender que se refería a la continuación de lo que había creado; pero, por otra parte, nos obliga a comprender esto cuando dice: "Hasta ahora"; esto es, desde aquel tiempo en que trabajó, cuando hizo todas las cosas.

In Ioannem, tract. 17-23



17-18. Y dijo a los judíos: ¿por qué creéis que no debo trabajar en sábado? El día sábado se os mandó que lo santificarais, para que en él me prefiguraseis. Fijaos en las obras de Dios, por mí han sido hechas todas las cosas. El Padre ha hecho la luz, pero habló para que fuese hecha; y cuando habló, obró por medio de su palabra, y su palabra soy Yo. Y si mi Padre obró cuando hizo el mundo, también sigue obrando hasta ahora, puesto que gobierna el mundo. Luego cuando lo hizo, lo hizo por mí; y por mí lo gobierna, cuando lo gobierna.

No de cualquier manera, sino ¿cómo se hace igual a Dios? porque todos decimos a Dios: "Padre nuestro que estás en los cielos" (Mt 6,9); y leemos que los judíos decían: "Siendo tú nuestro Padre" (Is 63,16). Por lo tanto, no se incomodarían porque Jesús llamaba a Dios su Padre, sino porque lo llamaba de un modo muy diferente de como lo llaman los hombres.

Ve aquí cómo entienden los judíos lo que no comprendieron los arrianos. Porque los arrianos dicen que el Hijo no es igual al Padre, y de aquí la herejía que combate a la Iglesia.

Pero los judíos no comprendieron que Jesús era Hijo de Dios, sino que entendieron por las palabras de Jesucristo, que se presentaba como Hijo de Dios, puesto que se hacía igual a Dios. Y, como no lo conocían, entendían que El se anunciaba como tal y por lo tanto dice: "Haciéndose igual a Dios". Pero no era El quien se hacía igual, sino que el Padre le había engendrado igual.

19-20. Algunos que se quieren tener por cristianos (los herejes arrianos), cuando dicen que el mismo Hijo de Dios que tomó carne es menor que el Padre, ponen como fundamento de su calumnia estas palabras, y nos responden: ya veis que al ver Jesús que los judíos se alborotaban porque se hace igual a Dios Padre, añadió estas palabras y demostró que El no era igual. Dicen además: porque el que no puede hacer por sí nada si no lo viere hacer al Padre, es menor, y no igual; pero si Dios era el Verbo, y hay Dios mayor y Dios menor, entonces tendremos dos dioses, y no un solo Dios.

Como diciendo: ¿por qué os escandalizáis cuando llamo a Dios mi Padre y cuando me hago igual a Dios? Yo soy igual a El, tanto que El me ha engendrado. Y soy tan igual, que El no es por mí, sino que yo soy por El, y para el Hijo tanto es el existir como el poder. Y por cuanto la esencia del Hijo le viene del Padre, así también viene del Padre el poder del Hijo. Y como el Hijo no es por sí, no puede obrar por sí. En este concepto "el Hijo no puede hacer por sí cosa alguna, sino lo que viere hacer al Padre", porque el ver del Hijo, le viene de ser engendrado por el Padre. No ha recibido del Padre distinta manera de ver ni otra esencia: todo lo que es, lo es por el Padre.

Aquel paseo de la naturaleza humana sobre el mar, lo hacía el Padre por medio del Hijo. Porque cuando la carne andaba y la divinidad del Hijo gobernaba, el Padre no estaba ausente. Por eso el Hijo dice: "Permaneciendo el Padre en mí, El es quien hace las cosas". Y como había dicho antes, "no puede el Hijo hacer cosa alguna por sí mismo", para que no se entendiese que esto lo decía en sentido natural y para que no se creyese que obraba sólo como hombre, como si fueran dos artistas, uno maestro y otro discípulo, como cuando sucede que el maestro hace una arca, y el discípulo otra, prosiguiendo dice: "Porque todo lo que el Padre hiciere, lo hace también igualmente el Hijo" (Jn 14,10). Y no dice, todo lo que hace el Padre, el Hijo lo hace igual, sino unas mismas cosas. El Padre ha hecho el mundo, el Hijo ha hecho el mundo y el Espíritu Santo ha hecho el mundo. Si un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y un solo mundo ha sido hecho por el Padre, por medio del Hijo y en el Espíritu Santo, es porque los tres hacen una misma cosa. Añade también igualmente, para que no naciese otro nuevo error. Parece que el cuerpo hace lo mismo que el alma, pero no de la misma manera, porque el alma manda al cuerpo. El cuerpo es visible, el alma no lo es. Como sucede cuando un siervo hace algo que su amo le manda, así sucede cuando el cuerpo y el alma hacen lo mismo. ¿Pero acaso lo hacen del mismo modo? No así el Padre y el Hijo, que hacen las mismas cosas, y las hacen del mismo modo; para que comprendamos que el Hijo hace las mismas cosas que el Padre y con el mismo poder. Pues el Hijo es igual al Padre.

Y habiendo dicho que El hace las mismas cosas y del mismo modo que las hace el Padre, añade: "Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que El hace". Y respecto de lo que El había dicho antes, que no hacía más que lo que veía hacer al Padre, parece que debe entenderse en el sentido de que le muestra todo lo que hace. Pero la imaginación humana se perturba otra vez. Porque dirá alguno: el Padre obra aparte, para que el Hijo pueda ver lo que el Padre hace, como sucede cuando el artífice enseña su propio arte a un hijo suyo y le dice cómo lo hace para que él pueda hacer lo que ve que hace el padre. Por tanto, ¿cuando el Padre hace alguna cosa no la hace el Hijo, para que éste pueda ver lo que hace el Padre?

Mas si tenemos presente y fijo en nuestra imaginación que el Padre todo lo hace por medio del Hijo, claro está que le da a conocer todas las cosas antes de hacerlas.

¿Y en dónde demuestra el Padre al Hijo lo que hace, sino por medio del mismo Hijo, por quien lo hace? Pero si el Padre da ejemplo y el Hijo está atento respecto de cómo obra la mano del Padre, ¿en qué consiste entonces la inseparabilidad de la Trinidad?

Es que el Padre no demuestra al Hijo haciendo, sino que demostrando hace por el Hijo. Mas el Hijo ve al Padre que le demuestra antes que haga cosa alguna; y por medio de la demostración del Padre, y por la presencia del Hijo, sucede todo lo que hace el Padre por medio del Hijo. Pero se dirá: yo manifiesto a mi hijo lo que quiero hacer, y él lo hace, pero yo lo hago por medio de él. Pero aún incurres en gran desemejanza, porque antes que hagas alguna cosa, das a conocer a tu hijo lo que quieres hacer para que, dándoselo a conocer antes que lo haga, haga lo que le has demostrado, pero por tu mediación. Pero las palabras que tú has de decir a tu hijo, no son lo mismo que tú, ni son lo mismo que él. Y en este concepto ¿creemos que Dios Padre habla a su Hijo por medio de palabra de otro? Y siendo el Hijo la palabra del Padre, ¿había de hablar con palabras a la Palabra? ¿Acaso porque el Hijo es la gran Palabra habían de mediar palabras de menor importancia entre el Padre y el Hijo? ¿Por ventura podría decirse que algún otro sonido, como alguna otra criatura temporal, habría de salir de la boca del Padre y habría de herir el oído del Hijo? Prescindamos de todo lo corporal y comprendamos que todo es simplicidad, si obras sin doblez. Y poco después, si no puedes comprender lo que es Dios, comprende lo que no es Dios. Mucho aprovecharás, si no juzgas respecto de Dios otra cosa distinta de lo que El es. Y además considera en tu mente lo que yo quiero decir, respecto de lo que veo en ella: la memoria y el pensamiento. La memoria propone a tu pensamiento la ciudad de Cartago, y lo que estaba en la memoria antes que dirigieses tu mente a ella, se lo muestra a la atención de tu pensamiento cuando se vuelve hacia ella. Entonces la memoria hace una demostración y se produce una visión en el pensamiento, sin que medien palabras ni se reciba ninguna sensación corporal. Y sin embargo, todo lo que tenemos en la memoria lo hemos recibido de fuera. El Padre no ha recibido de fuera lo que da a conocer al Hijo. Todo lo hace dentro de Sí mismo, y no habría ninguna de las criaturas fuera de El si el Padre no hubiese hecho esto por el Hijo. Mas el Padre hace todo esto dando a conocer que lo hace por medio del Hijo que lo ve. Así, pues, demostrando el Padre, engendra la visión del Hijo del mismo modo que el Padre engendra al Hijo. Pues la demostración engendra la visión y la visión no engendra la demostración. Si pudiéramos conocer más perfectamente, acaso encontraríamos que no es diferente el Padre de su misma demostración, ni otra cosa el Hijo que el acto de verle.

Ver al Padre es para Aquél el ser Hijo. Por tanto, así el Padre demuestra al Hijo todo lo que hace para que el Hijo vea todas las cosas, como procediendo del Padre. Pues viendo ha sido generado y por El es aquel ver del que es aquel ser, tanto el ser generado como el permanecer.

Pero he aquí que Aquél que hemos llamado coeterno con el Padre, que ve al Padre y que existe viéndole, vuelve a nombrarnos los tiempos. Porque sigue: "Y mayores obras que éstas le mostrará". Por tanto, si las mostrará -esto es, si se las ha de mostrar-, es que aún no se las ha mostrado, y se las mostrará al Hijo entonces, cuando las muestre a los demás. Sigue, pues: "De manera que os maravilléis vosotros". Y es difícil ver esto: de qué modo el Padre, siendo eterno, muestre al Hijo coeterno, en algunas ocasiones y de un modo temporal, para que conozca todas las cosas que hay en el Padre. Y que estas cosas sean de la mayor importancia, se comprende fácilmente por lo que añade: "Porque así como el Padre resucita a los muertos", etc. Es de mayor importancia resucitar muertos que curar enfermos. Pero el que poco antes hablaba como Dios, empezó a hablar como hombre. Porque demostró como cosa propia de un hombre que vive en el tiempo que hay obras de mayor importancia, como es la resurrección de los cuerpos. Porque los cuerpos resucitarán por gracia temporal de la humanidad del Hijo de Dios, pero las almas se levantarán en virtud de la esencia eterna de Dios. El alma es hecha feliz por participación de Dios. El alma enferma no es hecha feliz por participación de un alma santa, y tampoco una alma santa por participación de un ángel. Porque del mismo modo que el alma -que es inferior a Dios- da vida a todo lo que a ella es inferior -esto es, el cuerpo-, así no vivifica y hace feliz al alma sino aquello que es superior a ella misma -esto es, Dios-. Por esto se ha dicho antes que "el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que El hace". En efecto, el Padre da a conocer al Hijo que las almas serán resucitadas, pues son resucitadas por el Padre y el Hijo, y no pueden vivir si Dios no es su vida. Y esto nos lo ha de demostrar el Padre y no el Hijo. Y por esto añade: "De manera que os maravilléis". En lo que dio a conocer lo que quiso decir: "Y mayores obras que éstas le mostrará". ¿Y por qué no dijo, os demostrará, sino al Hijo? Porque nosotros somos miembros del Hijo, y El conoce en cierto sentido por medio de sus miembros, como también padece en nosotros. Y así como dijo: "Que lo que disteis a uno de estos mis pequeñuelos, lo disteis a mí" (Mt 25,40), así, cuando fuese preguntado por nosotros: ¿Cuándo enseñarás, puesto que tú enseñas todas las cosas? responderá: cuando aprende uno de estos mis pequeñuelos, yo aprendo.

21-23. Como había dicho que el Padre daría a conocer al Hijo acciones mayores que éstas, explica a continuación cuáles son, y dijo: "Porque así como el Padre resucita a los muertos", etc. y en realidad que esto es mucho mayor, porque es mucho más difícil que resucite un muerto, a que un enfermo sane. Y además, no entendamos esto en el sentido de que creamos que unos han de ser resucitados por el Padre y otros por el Hijo, sino que debemos creer que los mismos que el Padre resucita y vivifica, son los que el Hijo vivifica y resucita. Y para que no haya quien diga que el Padre resucita a los muertos por medio del Hijo, Aquél como poderoso, y Este como utilizando el poder ajeno -como cuando un siervo hace algo-, dio a conocer el poder del Hijo diciendo: "Así el Hijo da vida a los que quiere". Ved aquí, no sólo el poder del Hijo, sino también su propia voluntad. Es, pues, la misma la potestad y la voluntad del Padre y del Hijo. Porque el Padre no quiere otra cosa distinta de la que quiere el Hijo, y así como los dos tienen una misma esencia, así tienen una misma voluntad.

¿Pero quiénes son estos muertos a quienes el Padre y el Hijo vivifican? Quiere darnos a conocer la resurrección de los muertos que todos esperamos y no aquélla que han tenido algunos para que creyesen los demás. Porque resucitó Lázaro que había de morir otra vez. Nosotros resucitaremos y venceremos para siempre con Jesucristo. Y para que cuando dijo "como el Padre resucita a los muertos y les da vida", no entendiéramos que era aquella resurrección de muertos que hizo por medio de un milagro, aunque no resucitaban para la vida eterna, dice a continuación: "Y el Padre no juzga a ninguno", etc., para dar a conocer que hablaba de aquella resurrección de los muertos que habrá de tener lugar en el día del juicio. Se ha dicho respecto de la resurrección de las almas: "Porque así como el Padre resucita a los muertos", etc. Así habla de la resurrección de los cuerpos, como cuando dice: "Y el Padre no juzga a ninguno", etc., porque la resurrección de las almas se verifica por la esencia eterna del Padre y del Hijo. Y por lo tanto, esto lo hacen a la vez el Padre y el Hijo. Mas la resurrección de los cuerpos se verifica por la gracia de la humanidad de Jesucristo, que no es coeterna con el Padre. Y véase como el Verbo de Cristo lleva a nuestra imaginación aquí y allá, y no la deja descansar en ninguna cosa material para que así, agitándola, pueda ejercitarla, ejercitándola la limpie, y limpiándola la haga capaz y llene El a los que son capaces. Y poco antes, cuando decía: "Que el Padre demuestra al Hijo todo lo que hace", veía yo al Padre cómo obraba, y al Hijo cómo esperaba. Pero ahora veo al hijo cómo obra, y al Padre cómo descansa (In Ioannem tract., 21).

Y en verdad que antes el Hijo aparecía como un siervo y el Padre era honrado como Dios, pero después aparecerá el Hijo igual al Padre con el fin de que todos honren al Hijo como honran al Padre. ¿Y qué diríamos si se encuentran algunos que honren al Padre y no al Hijo? Mas esto no puede suceder. Por esto sigue: "Quien no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que le envió". Una cosa es cuando se nos presenta Dios porque es Dios y otra cuando se nos presenta Dios porque es Padre. Cuando se nos presenta porque es Dios, se nos presenta como Padre y se nos presenta como omnipotente, y entonces se nos presenta como un espíritu sumo, eterno, invisible e inmutable. Mas cuando se nos presenta porque es Padre no lo hace con otro fin que con el de presentarnos al Hijo, porque no puede llamarse padre el que no tiene hijo. Pero si alguna vez honramos al Padre como mayor y al Hijo como menor, entonces no se honra al Padre, porque se cree que el Hijo es menor. Y si alguno admite esto, tendría que admitir que el Padre, o no quiso engendrar a un Hijo igual a Sí mismo, o no pudo. Si no quiso, tuvo envidia; y si no pudo, le faltó poder.

Cuando dice: "Para que todos honren al Hijo, como honran al Padre", se refirió a la resurrección de las almas, que llevan a cabo tanto el Hijo como el Padre. Pero añade acerca de la resurrección de los cuerpos: "El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió". No dijo "del mismo modo", pues es honrado Cristo hombre, pero no como Padre Dios.

Mas dirá alguno: fue enviado el Hijo, luego es mayor el Padre que le envió. Prescindamos de la carne, oigamos que dice misión y no separación. Las cosas humanas engañan a los hombres, las divinas los purifican. Aun en las mismas cosas humanas sucede muchas veces que dan testimonio contra sí mismas. Así, cuando alguno quiere pedir una mujer y no puede hacerlo por sí, envía un amigo de mayor importancia que la pida. Y sin embargo, observa qué distinto es en otros asuntos humanos. ¿Acaso el hombre va con aquél a quien envía? Pero el Padre que envió al Hijo no se separó de El, porque dice: "No estoy solo, porque el Padre está conmigo" (Jn 16,32).

24. Alguna vez sucede que la vida eterna consiste en oír y creer, y mucho más en comprender. Pero la escalera de la santidad es la fe, y el fruto de la fe el entendimiento. Y no dijo: el que cree en mí, sino: el que cree en Aquél que me envió. ¿Por qué escuchas tu palabra y le crees a otro? ¿Qué quiso decir sino que su Palabra estaba en El? ¿Y qué quiere decir: oye a mi palabra, sino que me oye a mí? ¿Y qué quiere decir: y cree en Aquél que me envió? Porque el que en El cree, cree en su palabra, mas cuando se cree en su palabra, se cree en El, porque el Hijo es la Palabra del Padre.

¿Pero quién sería éste? Sin duda sería alguno mejor que el apóstol San Pablo, que dice (Rom 14; 2Cor 5,10): "Conviene que todos nosotros nos presentemos ante el tribunal de Jesucristo". Alguna vez sucede que el juicio se llama sentencia, pero otras veces el juicio significa elección. Por lo tanto, en el segundo sentido es como conviene que todos nosotros nos presentemos ante el tribunal de Jesucristo. Pero aquí habla el Señor del juicio de condenación. Dice que no viene a juicio, esto es no viene a condenar. Prosigue: "Mas pasó de muerte a vida". No pasa ahora, sino que ya pasó de la muerte de la infidelidad a la vida de la fe, y de la muerte de la iniquidad a la vida de justicia. O de otro modo, para que no creyeses que no habrías de morir según la carne, sino que sepas que habrás de pagar con la muerte que debes, según el castigo impuesto a Adán. Refiriéndose a ésta, en la que todos incurrimos, dijo (Gén 2,17): "Morirás de muerte", y no podrás escapar de la divina sentencia. Pero debes comprender que, cuando hayas pagado el tributo a la muerte del hombre antiguo, entrarás en la vida del hombre nuevo y así pasarás de la muerte a la vida. ¿A qué vida? A la vida eterna. Porque resucitarán después que haya concluido este mundo los que hubieren muerto, y pasarán a la vida eterna. Y además, esta vida ni aun debe llamarse vida, porque no es verdadera vida más que la vida eterna.

25-26. Podría decir alguno: si el Padre da vida al que cree en El, ¿de qué sirves tú? ¿No das vida? Pero sépase que el Hijo da vida a los que quiere. Por esto dice: "En verdad, en verdad os digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que la oyeren, vivirán".

Y para que no se crea que al decir "pasó de la muerte a la vida" entendamos esto respecto de la resurrección final, y queriendo manifestar cómo pasa el que cree, añadió: "En verdad, en verdad os digo: que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán". No dijo que viven y oyen, sino que resucitarán cuando oigan. ¿Y qué quiere decir que oirán, sino que obedecerán? Porque los que creen y obran según la verdadera fe viven y no están muertos, mas los que o no creen, o creen viviendo mal, no teniendo caridad, más bien deben considerarse como muertos. Y sin embargo, aun se trata ahora de esta época, que es la misma que habrá de durar hasta el fin del mundo, como dice San Juan: "Esta es la hora novísima" (Jn 1,2-18).

Mas preguntará alguno: ¿tiene el Hijo vida, de la que vivan los que creen? La tiene. Oye lo que dice El mismo: "Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo tener vida en sí mismo". Por lo que su vivir es suyo propio, no lo toma de otro. No es ajeno, no es prestado, como el que participa de la vida, que no es otra cosa más que El mismo; sino que tiene vida en sí, y El es esa misma vida. Mucho más adelante: ¿qué es tu alma, no la tenías muerta? Oye al Padre por medio del Hijo: levántate para que recibas vida en El, la cual no tienes en ti. El Padre es por lo tanto quien te vivifica. El Hijo también te vivifica porque tiene vida en sí mismo, y ésta es la primera resurrección. Y otra vez más adelante: "Mas esta vida que tienen el Padre y el Hijo, pertenece a tu alma; porque el cuerpo no conoce aquella vida de sabiduría, sino el alma racional".

Luego, cuando se dice: "Dio al Hijo", es lo mismo que si se dijese engendró al Hijo, porque dio engendrando. Y así como le concedió el que existiese, así le concedió que fuese vida en sí mismo, para que no la necesitase de ninguna otra parte, sino que El mismo fuese la plenitud de la vida de donde pudiesen vivir los que creyesen mientras vivieren. ¿Qué diferencia hay entre Aquél que la dio y Aquél que la recibió?

27-29. Como el Verbo estaba en Dios desde el principio, recibió de Dios el tener vida en sí mismo, pero como el Verbo se hizo carne, tomándola de la Virgen María, una vez hecho hombre era también Hijo del hombre. Y como era Hijo del hombre recibió poder de juzgar, lo cual se verificará al fin del mundo. Dios, por tanto, resucita las almas por medio de Jesucristo, Hijo de Dios, y resucita a los cuerpos por medio del mismo, en cuanto es Hijo del hombre. Por esto añade: "Porque es Hijo del hombre", pues en cuanto Hijo de Dios, siempre la ha tenido.

Y todos aquéllos que fundaron alguna secta o religión falsa, no podrán negar la resurrección de las almas (en virtud de la que serán mejores, o de malas se convertirán en buenas), aunque muchos hayan negado la resurrección de la carne. Y si tú, Señor Jesús, no nos lo hubieres enseñado, ¿qué razón presentaríamos a los que la impugnan? Para demostrarla añadió: "No os maravilléis de esto". Esto es, de que haya dado potestad al Hijo del hombre para que juzgue: "Porque viene la hora", etc.

¿Qué cosa más evidente? Los cuerpos están en los sepulcros, pero no las almas. También antes cuando dijo: "Viene la hora", y cuando añade "y ahora es", dijo a continuación: "Cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios". No dijo todos los muertos. Quiso referirse únicamente a los muertos malvados, porque no todos los inicuos obedecen al Evangelio. Mas al fin, todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán. No quiso decir: y vivirán, como había dicho antes cuando quiso que se comprendiera la vida eterna y bienaventurada, la cual no podrán alcanzar todos los que salen de los sepulcros. Has recibido, en verdad, el poder de juzgar porque eres Hijo del hombre. Resucitarán los cuerpos; sobre el mismo juicio di algo y escucha esto: "Y los que hicieron bien, irán a la resurrección de la vida", esto es, a vivir con los ángeles del Señor, "mas los que hicieron mal, a resurrección de juicio". Aquí se dice juicio en lugar de pena.

30. Deberíamos decir a Jesucristo: tú juzgarás, pero el Padre no, ¿pero juzgarás según el Padre? Y a esto contesta: "No puedo yo de mí mismo hacer cosa alguna", etc.

Y cuando se trataba de la resurrección de las almas, no decía: oigo, sino: veo. Y ahora dice: oigo, como la voz del Padre que manda. Por lo tanto, habla como hombre, en lo que el Padre es mayor.

Yo no busco mi propia voluntad (esto es, la del Hijo del hombre) que se oponga a la voluntad de Dios. Porque los hombres hacen su propia voluntad y no la de Dios, cuando hacen lo que quieren y no lo que Dios manda. Mas cuando hacen lo que quieren con el fin de cumplir la voluntad de Dios, no hacen su voluntad propia. Por esto dice: "No busco mi voluntad". Porque Jesucristo no es por sí mismo, sino por su Padre.

El único Hijo dice: "No busco mi voluntad"; pero los hombres hacen su propia voluntad. Hagamos, pues, la voluntad del Padre, de Cristo y del Espíritu Santo, porque la voluntad de éstos es una sola, como uno solo es el poder y una sola es la majestad.

De Trinitate


19-20. Por tanto, si aceptáramos lo que se ha dicho, en sentido de que el Hijo es menor en la forma tomada de la criatura, deberíamos aceptar como consecuencia que el Padre primero hubiera andado sobre las aguas y que hubiera hecho todo lo demás que hizo el Hijo entre los hombres mientras que vivió en carne mortal, para que el Hijo pudiera hacerlo. Pero ¿quién en su sano juicio puede admitir este absurdo? (De Trin 2, 1).

21-23. Y no porque dice: "Mas todo el juicio ha dado al Hijo", se ha de entender como se ha dicho en aquella frase: así concedió al Hijo el que tuviese vida en sí mismo, para significar de este modo, que lo había engendrado. Y si así se entendiese, no se diría que el Padre no juzga a ninguno. Según esto, pues, porque el Padre ha engendrado al Hijo, juzga con El. Y en virtud de esto se ha dicho que en el día del juicio no aparecerá con la forma de Dios sino con la del Hijo del hombre, no porque no juzgará el que ha dado al Hijo el poder de juzgar, sino porque el Hijo dice respecto de El: "Hay quien examine y juzgue" (Jn 8,50). Y así se ha dicho que el Padre no juzga a ninguno, como si se dijese que ninguno verá al Padre en el día del juicio, pero todos verán al Hijo. Porque es Hijo del hombre para que pueda ser visto por los malvados, para que ellos comprendan entonces a quién ofendieron (Zac 21,10) (De Trin., 1, 13).

No porque el Hijo ha nacido del Padre se dice que el Hijo ha sido enviado, sino porque apareció en el mundo, habiéndose hecho carne el Verbo. Por esto dice: "Salí del Padre, y vine a este mundo" (Jn 16,28). O también cuando la mente percibe en el tiempo su asistencia, como está escrito: "Envíala del trono de tu grandeza, para que esté conmigo y trabaje conmigo" (Sab 9,10) (De Trin., 4, 21).

25-26. Se entiende, pues, que el Padre dio la vida al Hijo cuando ya existía, no sin vida. Porque como lo engendró en la eternidad, la vida que el Padre dio al Hijo engendrándole, es coeterna con la vida de Aquél que la dio (De Trin., 15, 27).

De verb. Dom. serm., 64



24. Vemos, pues, que los hombres amantes de la vida presente, temporal y pasajera, se afanan tanto por ella que cuando llegan a temer la proximidad de la muerte hacen todo lo que pueden, no para escapar de ella, sino para dilatarla en lo posible. Por lo tanto, si se procura con tanto empeño, con tanto trabajo y con tanto esfuerzo el vivir aquí un poco más, ¿cuánto debe hacerse por vivir eternamente? Y si se llaman prudentes aquéllos que hacen los mayores esfuerzos por dilatar la muerte y por vivir unos pocos días más, ¡qué necios son aquéllos que viven de tal modo que pierden el día eterno!.

25-26. Cuando los muertos (esto es, los infieles) oigan la voz del Hijo de Dios (esto es, el Evangelio), los que la oigan (esto es, los que la obedecieron) vivirán (esto es, se justificarán y ya no serán infieles) (De verb. Dom. serm., 64).

27-29. Mas a juzgar vendrá con forma humana, y juzgará aquella forma que fue juzgada. Se sentará como juez el que fue sometido a un juez. Condenará a los verdaderos reos el que falsamente fue considerado como reo, y será muy justo para que los que han de ser juzgados conozcan la justicia, porque serán juzgados los buenos y los malos. Faltaba que en el juicio apareciese en la forma de siervo para los buenos y para los malos, y que la forma de Dios la guardase únicamente para los buenos. Por tanto, bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Sermón contra Arian



19-20. Y esto no es propio del que es mudable, sino del que permanece en cuanto que ha nacido del Padre; y es tan conveniente que el Omnipotente no pueda cambiar, como lo es que el Omnipotente no pueda morir. El Hijo podría hacer lo que no viese que el Padre hacía, si pudiese hacer lo que el Padre no hace por medio del Hijo, esto es, si pudiese pecar; pero ello no convendría a aquella naturaleza invariablemente buena, que ha sido engendrada por el Padre. Mas esto de que no puede, no debe entenderse de que no pueda por defecto, sino por potencia (cap. 14).

30. Dice el Hijo, "como oigo, juzgo", ya según la humana sumisión, porque es Hijo del hombre, y ya según aquella naturaleza simple e inmutable que existe de tal modo en el Hijo y que le viene del Padre, en cuya naturaleza el oír, el ver y el existir no es diferente de aquel de quien ha recibido la esencia. Y así como oye juzga, porque así como el Verbo fue engendrado para que el mismo Verbo sea la verdad, así juzga según la verdad. "Y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad", etc. Y diciendo esto, quiso llamar nuestra atención sobre todo hombre que, buscando el cumplimiento de su voluntad (y no la de Aquél por quien ha sido hecho), no juzgó rectamente de sí mismo, pero fue hecho juicio recto acerca de él. Porque éste, haciendo su voluntad (y no la de Dios), creyó que no habría de morir, pero este juicio suyo no fue justo. Finalmente, la hizo y murió, porque el juicio de Dios es justo, juicio que realiza el Hijo de Dios, no buscando su propia voluntad, puesto que también es Hijo del hombre. No porque carezca de voluntad cuando juzga, sino porque su voluntad no es de tal manera propia, que sea ajena de la voluntad del Padre (cap. 13).

San Hilario De Trin 1, 7


17-18. Esta exposición nos manifiesta la causa que tiene el Evangelista para demostrar por qué los judíos querían matar al Señor.

19-20. Respecto de la violación del sábado que se le imputaba, había dicho: "Mi Padre obra hasta ahora, y yo obro" (Jn 5,17). Y esto lo dijo con el fin de que se entendiese que lo hacía autorizado por su ejemplo, dando a entender que lo que El hacía debía considerarse como obra de su Padre, porque lo que obraba el Padre lo obraba por su mediación. Y además, en contra de la envidia que podría surgir, porque se hacía igual a Dios usurpando el nombre del Padre, respondió queriendo confirmar su nacimiento y el poder de su naturaleza. Por esto sigue: "Y así Jesús les dijo: en verdad, en verdad os digo, que el Hijo no puede hacer por sí cosa alguna", etc.

Y para que esta igualdad no le quitase lo que le correspondía por haber nacido, que es el nombre de Hijo, dice que el Hijo nada puede hacer por sí.

Para que permaneciera intacto el sentido de nuestra confesión salvadora del Padre y del Hijo, muestra la naturaleza que le corresponde por el origen de su nacimiento, en virtud de la cual, no recibe el poder de obrar por el aumento de fuerzas que se le conceden para cada acto, sino que lo ha adquirido de antemano en virtud del conocimiento. Y no lo ha adquirido de ningún modelo de una obra material, como si el Padre hiciera algo previamente para que el Hijo lo pudiera hacer después, sino que el Hijo ha nacido del Padre, consciente de que en sí mismo tiene la fuerza y naturaleza del Padre. El da testimonio de que el Hijo nada puede hacer por sí mismo, más que lo que ha visto hacer al Padre.

Dijo todas las cosas y lo mismo, para manifestar el poder de su naturaleza. Hay, por tanto, igual naturaleza cuando de la misma naturaleza es el poder. Sin embargo, cuando se hacen las mismas cosas por medio del Hijo, la semejanza de las acciones no admite la identidad de quien las ejecuta. Ahí está la comprensión de la verdadera generación y el misterio perfecto de nuestra fe, que confiesa en la unidad de la naturaleza divina la verdad de una sola e igual divinidad en el Padre y en el Hijo. Con este modo de hablar las cosas hechas de modo semejante dan testimonio de la generación, y los mismos hechos, de la naturaleza.

Por tanto, no debemos afirmar que el Unigénito Dios necesita la doctrina de la demostración, porque la demostración de sus obras no nos proporciona otra cosa que la fe en su generación, para que creamos al Hijo que subsiste por el Padre, que también subsiste.

Y no dijo esto sin cuidado, no fuera que la representación de una naturaleza diferente produjera alguna ambigüedad con motivo de lo que había dicho. Dice que las obras del Padre le han sido mostradas al Hijo, pero no que se le haya dado el poder de la naturaleza divina con el fin de que las pudiera hacer; así se enseña que la demostración de las obras pertenece a la esencia misma del que es engendrado, pues a El es innato, por el amor del Padre, el conocimiento de las obras que Este quiere que se realicen por medio del Hijo.

21-23. El acto de querer pertenece a la libertad de la naturaleza, que permanece con la voluntad de su libre albedrío para -en libertad- obtener la felicidad de la perfecta virtud.

Y había dicho: "Y el Hijo da vida a los que quiere", no para que creyesen que no tenía esta potestad en sí, en virtud de la naturaleza en que había nacido, sino que la tenía en virtud del poder que no tenía principio, añadió a continuación: "Y el Padre no juzga", etc. Y en el mismo hecho de que se le ha concedido todo el poder de juzgar, se da a conocer su naturaleza y su origen, porque el tener todas las cosas es propio únicamente de la naturaleza indivisa con el Padre. De origen no puede tener cosa alguna si no le ha sido dada.

Se le ha concedido todo el juicio, porque da vida a los que quiere. Y no puede pensarse que el poder de juzgar se le haya quitado al Padre, porque El no es quien no juzga, aun cuando el juicio del Hijo proviene del juicio del Padre. Todo el poder de juzgar lo ha recibido del Padre, pero la causa de habérselo concedido no está oculta, porque sigue: "Para que todos honren al Hijo como honran al Padre".

Todo se ha cerrado contra el ingenio de la furiosa herejía. Es Hijo, porque nada hace por sí mismo. Y es Dios, porque todo lo que hace el Padre lo hace El. Son una sola cosa, porque están igualados en el honor. No es el Padre, porque fue enviado.

25-26. Encerrados los herejes en los testimonios de las Sagradas Escrituras, conceden tan sólo que el Hijo sea igual al Padre únicamente en el poder, pero no en la naturaleza; no comprendiendo que la semejanza en el poder procede de la semejanza de la naturaleza. Y nunca sucede que la naturaleza inferior se una con otra naturaleza superior más poderosa que ella. Mas no puede negarse que el Hijo de Dios pueda hacer lo mismo que hace el Padre, porque El mismo ha dicho que lo mismo que hace el Padre esto hace el Hijo. Y a la igualdad del poder sucede la igualdad de la naturaleza, cuando dijo: "Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo tener vida en sí mismo". El significado de la naturaleza y la esencia está en la vida, que así como se tiene, así se enseña que es dada para tenerla. Y que hay vida en uno y otro, lo demuestra la esencia de uno y de otro. Y la vida que se engendra como vida -esto es, la esencia que nace de la esencia-, mientras no nace de un modo diferente -esto es, cuando nace una vida de lo que es vida-, tiene en sí la naturaleza identidad de origen (De synodis defin. 6).

Porque ha nacido del viviente como viviente es que se produce el efecto del nacimiento sin novedad en la naturaleza. Pues no es algo nuevo lo que se engendra del que vive como vivo, porque la vida no se suscita de la nada para que se dé el nacimiento, y la vida que recibe de la vida su nacimiento ha de vivir necesariamente en el viviente y ha de tener en sí como vivo al viviente, a causa de la unidad de naturaleza y del misterio de su nacimiento inefable y perfecto. Y ciertamente la fragilidad de la naturaleza humana se forma con elementos distintos y se mantiene unida para vivir con elementos inanimados. Por otro lado, lo que en ella es concebido no vive inmediatamente, ni vive por entero siendo partícipe de la vida, pues hay muchas cosas que se separan por entero antes de haber crecido sin darse cuenta. Pero todo cuanto hay en Dios vive, pues Dios es la vida, y de la vida no puede salir nada más que lo vivo.

Hay diferencia entre la persona que recibe y la que da, porque no puede entenderse que sea uno mismo el que diera y el que recibiera. Porque uno vive para sí y otro confiesa que vive por el que le ha dado vida (De synodis defin. 6).

Teofilacto


25-26. Mas dijo esto refiriéndose a aquéllos que había de resucitar de entre los muertos, esto es, la hija del jefe de la sinagoga, al hijo de la viuda, y a Lázaro.

27-29. No solamente concedió el Padre al Hijo el poder de dar vida, sino que también pueda juzgar. Por esto dice: "Y le dio poder de hacer juicio".