Comentarios Bíblicos: Por perícopa

Lc 7, 19-23: Pregunta de Juan Bautista y testimonio de Jesús





Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos


San Cirilo


19-20. Pero tal opinión debe rechazarse. No encontramos en la Sagrada Escritura testimonio alguno por el cual se diga que el Bautista anunció la venida del Salvador en los infiernos. También es verdad que el Bautista conocía las profundidades del misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Así sabía, entre otras cosas, que debía llevar luz a los que habitaban en el infierno, puesto que debía morir por todos, por los vivos y por los difuntos. Pero como las Sagradas Escrituras habían predicho que Jesús vendría como Dios y Señor, otros fueron enviados, como servidores delante de Cristo; por eso era llamado por los profetas Señor y Salvador de todo, que viene o ha de venir, según aquellas palabras del Salmo: "Bendito el que viene en el nombre del Señor" (Sal 117,26), y que se leen en Habacuc: "El que ha de venir, vendrá pronto y no tardará" (Hab 2,3). Así, pues, el Bautista del Señor, como recibiendo el nombre de la Sagrada Escritura, envía algunos de sus discípulos a preguntar si es El el que viene o el que ha de venir.


19-22. O pregunta con intención: porque (como precursor) conocía el misterio de la pasión de Jesucristo; mas a fin de que sus discípulos fuesen testigos de la excelencia del Salvador, envía a los más prudentes de entre ellos y les manda que se informen y aprendan de labios del Salvador si es El el que se esperaba. De donde se añade: "Y como viniesen estos hombres a El, le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, y dice: ¿Eres tú?", etc. Sabiendo, pues, como Dios, el fin que se propuso San Juan al enviar a sus discípulos y la causa de su venida, hizo en aquella ocasión mayores milagros. Por lo que sigue: "Y Jesús en aquella misma hora sanó a muchos de enfermedades", etc. No les dice expresamente: "Yo soy", sino que los lleva a mayor certeza, a fin de que, creyendo en El por la mejor prueba, se vuelvan a aquel que los había enviado. Por lo tanto, no se contentó con responderles por medio de palabras, sino que les contestó por medio de obras. Y sigue: "Y después les respondió, diciendo: Id, y decid a Juan lo que habéis oído y visto". Como diciendo: Referid a Juan lo que habéis oído por medio de los profetas y que habéis visto confirmado por Mí. El hacía entonces lo que los profetas habían dicho que haría. Por lo que sigue: "Los ciegos ven, los cojos andan", etc. ( in Thesauro lib. 2. cap. 4)


23. "Dichoso aquel que no halle escándalo en mi..." Quería demostrar con esto que nada de lo que ellos tenían en el fondo de sus corazones podía ocultarse a sus miradas; pues ellos mismos eran los que se escandalizaban de El.



Beda


19. No dice: "Tú eres el que ha venido", sino: "Tú eres el que ha de venir". Y éste es el verdadero sentido de esta pregunta: Voy a ser muerto por Herodes y descenderé a los infiernos; mándame a decir si debo anunciarte allí también como te he anunciado sobre la tierra, o si esto no conviene al Hijo de Dios y has de enviar a otro con esta misión.


22b. Y lo que no es de menos importancia, añade: "Y los pobres reciben el Evangelio"; esto es, los pobres de espíritu, que son iluminados interiormente, para que no haya diferencia alguna entre los ricos y los pobres cuando se predique el Evangelio. Es una prueba de la verdad del Maestro, que sean iguales ante El todos los que por El puedan salvarse.



San Ambrosio


19-20. Pero ¿cómo puede suceder que habiendo dicho ya (Jn 1,29): "Este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo", dudase todavía si sería el Hijo de Dios? O era insolencia atribuirle una divinidad que ignoraba, o era perfidia dudar que fuese el Hijo de Dios. Algunos entienden de Juan que era tan gran profeta, que conocía a Cristo; y que no dudaba, como profeta, sino como vate piadoso, no creía que moriría el que había de venir. No dudó en su fe, sino en su piedad, diciendo como San Pedro: "Señor, ten compasión de Ti, no suceda esto" (Mt 16,22).


22-23. "Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído..." Testimonio pleno, en verdad, para que el profeta reconociese al Señor. Habíase anunciado de El (Sal 145,7-8) que el Señor da de comer a los que tienen hambre, levanta a los caídos, liberta a los oprimidos e ilumina a los ciegos; y que reinará eternamente el que hace estas cosas. Todas estas cosas indican que su poder no era humano, sino divino. Además todo esto no se conoció antes del Evangelio o sucedió rara vez. Sólo Tobías recobró la vista, y esto por la medicina que le trajo un ángel, no un hombre; Elías también resucitó a los muertos, pero rogó y lloró, mientras que Jesús mandó; Eliseo consiguió limpiar a un leproso, pero allí no valió su autoridad, sino la representación de un misterio.


Sin embargo, estos signos son todavía los menores testimonios de la divinidad del Señor. La plenitud de la fe es la cruz del Señor, su muerte y su sepultura. Por lo que añade: "Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí". La cruz también podía servir de escándalo a los escogidos; pero no hay testimonio más grande de la divina persona, porque nada parece más superior a la naturaleza humana como haberse ofrecido solo por todo el mundo.


Espiritualmente hablando ya hemos dicho que en San Juan se encontraba el tipo de la ley que anunciaba la venida de Jesucristo. San Juan envió sus discípulos al Señor para que concluyesen de instruirse, porque Jesucristo es la plenitud de la ley. Y puede decirse que estos dos discípulos son los dos pueblos, de los que uno es el judío que creyó, y otro el de los gentiles, que también creyó pero fue porque oyó. Estos quisieron ver, porque son bienaventurados los ojos que ven. Y cuando llegó la predicación del Evangelio, y vieron que los ciegos eran iluminados, que los cojos andaban, etc., dirían entonces: "Lo hemos visto con nuestros propios ojos": nos parece que vemos lo mismo que leemos; o al menos en cierta parte de nuestro cuerpo nos parece haber recorrido la pasión de nuestro Señor: porque la fe llega a muchos por medio de pocos. La ley anuncia que Jesucristo había de venir, y el Evangelio dice que ha venido ya.



Crisóstomo


19-20. Nos levantamos mucho más a Dios cuando la necesidad nos obliga. Por eso San Juan, encerrado en la cárcel, envió sus discípulos a Jesús cuando más necesitaban de El. Sigue pues: "Y Juan llamó a dos de sus discípulos y los envió a Jesús diciendo: ¿Eres tú el que ha de venir?", etc.



Teofilacto


22. A esto se refieren también estas palabras de Isaías: "El mismo Dios vendrá y nos salvará: Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos: entonces el cojo saltará como un siervo" (Is 35,5).





Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia


San Hilario de Poitiers, obispo y doctor de la Iglesia


Comentario:


Comentario sobre el evangelio de san Mateo, 11,3.


«Dichoso el que no halle escándalo mí» (Lc 7,23).


Juan, al enviar a sus discípulos a Jesús se preocupó de la ignorancia de éstos, no de la suya propia, porque él mismo había proclamado que alguno vendría para la remisión de los pecados. Pero para hacerles saber que no había proclamado a ningún otro que Jesús, envió a sus discípulos a que vieran sus obras a fin de que ellas dieran autoridad a su anuncio y que no esperaran a ningún otro Cristo fuera de aquél que sus mismas obras había dado testimonio de él.


Y puesto que el Señor se había revelado enteramente a través de sus acciones milagrosas, dando la vista a los ciegos, el andar a los cojos, la curación a los leprosos, el oído a los sordos, la vida a los muertos, la instrucción a los pobres, dijo: «Dichoso el que no se sienta defraudado por mí». ¿Acaso Cristo había ya hecho algún acto que pudiera escandalizar a Juan? Bien seguro que no. En efecto, se mantenía en su propia línea de enseñanza y de acción. Pero es preciso estudiar el alcance y el carácter específico de lo que dice el Señor: que la Buena Nueva es recibida por los pobres. Se trata de los que habrán perdido su vida, que habrán tomado su cruz y le habrán seguido (Lc 14,27), que llegarán a ser humildes de corazón y para los cuales está preparado el Reino de los cielos (Mt 11,29; 25,34). Y porque el conjunto de sus sufrimientos iba a converger en los del Señor y su cruz iba a ser un escándalo para un gran número de ellos, declaró dichoso a aquellos cuya fe no sucumbiría a ninguna tentación a causa de su cruz, su muerte, su sepultura.