Comentarios Bíblicos: Por perícopa

Mc 1, 21-28: Curación del endemoniado de Cafarnaúm




Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos



San Jerónimo


21. Al redactar San Marcos el texto de su Evangelio, no siguió el orden de la historia, pero guardó el de los misterios. De aquí que refiera como primero la santificación de los sábados diciendo: «Y entran en Cafarnaún y, al sábado siguiente, entra en la sinagoga a enseñar...»

Síntesis. Cafarnaúm en sentido místico significa granja de consuelo, y sábado descanso. Así, pues, el hombre con el espíritu inmundo queda sano con el descanso y el consuelo, de modo que el lugar y el tiempo convienen a la salvación. El hombre con el espíritu impuro es el género humano, en el cual reinó la impureza desde Adán hasta Moisés, porque sin ley pecaron, y sin ley perecieron (Rom 2). Se manda callar al que conoce al Santo de Dios, porque los que conocieron verdaderamente a Dios no lo glorificaron como a Dios, sino que sirvieron más bien a la creatura que al Creador (Rom 1). El espíritu que atormentaba al hombre salió de él. Acercándose la salvación, se acercó también la tentación. El faraón, que habría de dejar ir a Israel, persigue a Israel (Ex 14). El diablo menospreciado se alza para hacer caer.

Teofilacto


21-22. Cuando se reunían el sábado los escribas, entró a enseñar en la sinagoga. Por lo cual sigue: «Al sábado siguiente, entra en la sinagoga a enseñar...». La ley mandaba celebrar el sábado reuniéndose todos para consagrarse a la lectura. Cristo enseñaba argumentando, no adulando como los fariseos. Y continúa: «Estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.». Enseñaba con potestad, convirtiendo a los hombres al bien y advirtiendo con penas a los que no creían.

24. «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?...» El demonio decía que era su perdición salir del hombre, porque los demonios carecen de caridad y juzgan que sufren algún mal cuando no dañan a los hombres.

26. «El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. » Para que los que lo presenciaban considerasen el mal de que se libraba el hombre, y creyesen a causa del milagro.

Beda


22. «Estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.»Los escribas enseñaban también a los pueblos lo que está escrito en Moisés y los Profetas. Pero Jesús, como Dios y Señor del mismo Moisés, con la libertad de su voluntad añadía a la ley lo que le parecía que le faltaba, o variándola predicaba al pueblo, según leemos en San Mateo (Mt 5,21-44): "Se dijo a los antiguos; pero yo os digo".

23. Puesto que por envidia del diablo entró la muerte en el mundo (cap. 2), debió obrar la medicina de salvación contra el mismo autor de la muerte. Por eso dice: «Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar...»

24. «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?...» Viendo al Señor en la tierra, creían los demonios que habían de ser juzgados al momento.

26-27. «El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. » Puede parecer que las palabras de San Marcos, agitándole extraordinariamente, o, como dicen algunos códices, atormentándole, se oponen a las de San Lucas, aunque no le hizo daño. Pero el mismo San Lucas dice (Lc 4,25): "Habiéndole arrojado al suelo en medio de todos, salió de él, sin hacerle daño alguno". De donde se deduce que dijo lo mismo San Marcos con la frase: "Agitándole extraordinariamente o atormentándole", que San Lucas con esta otra: "Habiéndole arrojado al suelo en medio de todos". En cuanto a las palabras que siguen: "Sin hacerle daño alguno", dan a entender que aquel fuerte estremecimiento y maltrato corporal no lo debilitó ni le hizo perder ningún miembro, como suele suceder a aquéllos de quienes sale el demonio. Vista, pues, la fuerza del milagro, y admirando la novedad de la doctrina del Señor, se apresuran a indagar las cosas que oían por las que veían. Y continúa: «Todos se preguntaron estupefactos: "¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen"». Este era el objeto de los milagros: que se creyese con más certidumbre lo que se anunciaba en el Evangelio del reino de Dios, viendo que los que prometían goces celestiales a los hijos de la tierra, hacían ver en ella obras celestiales y divinas. Antes, según el evangelista, estaba enseñando a éstos como quien tiene potestad. Ahora, según el testimonio de la gente, manda con poder sobre los espíritus inmundos, quienes lo obedecen.

San Juan Crisóstomo


23. «Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar...» Se llama espíritu al ángel, al aire y al alma, y también al Espíritu Santo. Así, para que no caigamos en error por ser uno mismo el nombre, añade impuro , porque es impuro a causa de la impiedad y de su alejamiento de Dios, y porque se mezcla en todas las obras impuras y malas.

24. «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros?...» Habló así como si dijera (el espíritu inmundo): Arrojando la impureza de los corazones de los hombres y depositando en ellos tu pensamiento divino, no nos das lugar en ellos.

24. «... Sé quién eres: el Santo de Dios». Es como si dijese: Tengo puesta la atención en tu venida, pues no tenía noticia segura y cierta de la venida de Dios. Le dice Santo, no como a uno de tantos, porque santo era también cada uno de los profetas. Le dice que es el único Santo (así lo expresa el artículo que se pone en griego), y verdaderamente por temor lo reconoce Señor de todo.

25-26. La Verdad no quería el testimonio de los espíritus impuros, y por esto dice: «Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!». Con esto se nos da la saludable enseñanza de que no creamos a los demonios aunque anuncien la verdad. Y sigue: «El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. » Y para que no se juzgase que las palabras de aquel hombre que hablaba discreta y sabiamente nacían de su corazón sino del demonio, permitió a éste que agitase extraordinariamente al hombre. De este modo se demostraba que era el demonio quien hablaba.

San Agustín, De la ciudad de Dios, lib. 9, cap. 20-21


24. Cuánta fuerza tiene verdaderamente contra la soberbia de los demonios la humildad de Dios, quien ha venido entre nosotros como siervo. Esto lo saben también los demonios, quienes se lo han expresado al mismo Señor revestido de la debilidad de la carne: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». En estas palabras se ve claramente que había en ellos ciencia, más no caridad.

24. «... Sé quién eres: el Santo de Dios». Se dio a conocer a ellos según quiso, y quiso cuanto convino. No se dio a conocer como a los santos ángeles que, participando de su eternidad, gozan de El como Verbo que es. Se dio a conocer como debía para aterrarlos y librar de su tiránico poder a los predestinados. No se dio a conocer a los demonios como Vida eterna, sino por ciertos efectos temporales de su poder que, más que a la debilidad de los hombres, eran sensibles a los ángeles y aún a los espíritus malignos.