Comentarios Bíblicos: Por perícopa

Mc 2, 18-22: Jesús en Galilea: discusión sobre el ayuno


Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos


Teofilacto


18. Los discípulos de Juan, imperfectos todavía, conservaban las costumbres judías.


19-20. También se llama esposo no sólo porque se desposa con las almas vírgenes, sino porque el tiempo de su primera venida no es de dolor ni de tristeza para los que creen en El, ni tampoco de trabajo, sino de descanso. Nos concede, pues, sin formalidades legales el descanso por el bautismo, por el cual conseguimos fácilmente la salvación. Los hijos, pues, de las bodas, o del esposo, son los apóstoles, porque son dignos, por la gracia de Dios, de todo bien celeste y de participar de toda felicidad.


Se ha de comprender que todo hombre que obra el bien es hijo del esposo, y lo tiene consigo -es decir, a Cristo- y no ayuna, no haciendo obra de penitencia, porque no peca. Pero cuando el esposo se retira, cayendo el hombre en el pecado, ayuna y se arrepiente para curarse de su delito.


21-22. O de otro modo: los discípulos son comparados a los vestidos viejos por la debilidad de su espíritu, por lo que no era conveniente imponerles el pesado precepto del ayuno.



Beda


18-20. Pero Juan no bebe vino ni cerveza, porque la abstinencia aumenta el mérito de quien no tiene poder ninguno sobre la naturaleza; pero el Señor, que tenía el poder natural de perdonar los pecados, ¿por qué había de obligar a aquéllos a quienes podía hacer más puros que los mismos abstinentes? Mas el mismo Cristo ayunaba por no faltar al precepto y comía con los pecadores, para que contempláramos su gracia y conociésemos su poder.


"Respondióles Jesús: ¿Cómo es posible que los hijos de las bodas ayunen?"...
En sentido místico se puede decir que los discípulos de Juan y los fariseos ayunan porque todo el que se gloría de las obras de la ley sin fe, y sigue las tradiciones de los hombres, y oye los oráculos de Cristo sin fe en el corazón, privándose de los bienes espirituales, languidece por el ayuno de su corazón; en tanto que el que se une a Cristo fielmente no queda en ayunas, porque se alimenta de su propia carne y de su sangre.


21-22. "Nadie -prosigue- pone un remiendo de paño nuevo o recio... "


Compara a los discípulos con los odres viejos, que estallan más fácilmente con el vino nuevo, esto es, los preceptos espirituales. Serán, pues, odres nuevos, cuando después de la ascensión del Señor sean renovados por el Espíritu de consolación. Entonces se pondrá el vino nuevo en cueros nuevos, esto es, el fervor del Espíritu Santo llenará los corazones que sean espirituales. El que ha de enseñar, pues, ha de cuidar de no confiar los secretos de los nuevos misterios a los que perseveran en su antigua condición pecaminosa.


Esta es una parte de la doctrina que concierne a la templanza de la vida nueva, la cual enseña como ayuno general la privación de todos los goces temporales que causan alegría profana. Porque si esto se hace, se quebranta la doctrina, y no conviene a la vejez. Con el vestido nuevo se representan las buenas obras exteriores, y con el vino nuevo el fervor de la fe, de la esperanza y de la caridad, que nos reforman interiormente.



Pseudo Crisóstomo, Vict. Ant. e Cat in Marc


18. El se llama esposo a sí mismo, como que había de desposarse con la Iglesia. El desposorio es la entrega de las arras, esto es, de la gracia del Espíritu Santo, por la cual ha creído el mundo entero.


19-20. Dice que toda angustia será ajena a su vida cuando añade: "Mientras que tienen consigo al esposo..." Está triste el que no tiene el bien presente, porque el que lo tiene se alegra lejos de entristecerse. Pero para combatir su arrogancia y manifestar que no guardaba a sus discípulos para la blandura, añade: "Tiempo vendrá en que les quitarán el esposo...", que es como si dijera: Vendrá tiempo en que demostrarán que son hombres. Cuando se les quite el esposo, ayunarán esperando su venida, a fin de unirse a El con sus espíritus purificados por angustias corporales. Manifiesta también que no hay necesidad de que sus discípulos ayunen, puesto que tienen consigo al esposo de la naturaleza humana, que preside en todas partes en nombre de Dios, y da a todo la semilla de la vida. Se digna también dispensar del ayuno a los hijos del esposo, porque son niños, y no pueden conformarse en todo al padre y al esposo, que tienen en consideración su infancia. Pero cuando desaparezca el esposo, y lleguen a edad cumplida, ayunarán según su deseo, y se unirán nupcialmente al esposo, sentándose con El por siempre a un banquete real.


20-22. Es como si dijera: No es posible sujetarlos a las leyes antiguas porque son predicadores del nuevo Testamento. Vosotros observáis con razón las costumbres antiguas, guardando el ayuno mosaico. Pero no es necesario que los que han de transmitir a los hombres nuevas y admirables observancias se sometan a las antiguas, sino que sean virtuosos en el espíritu. Sin embargo vendrá un tiempo en que observarán el ayuno junto con las demás virtudes; pero este ayuno difiere del de la ley. Porque éste era por necesidad y aquél será por voluntad, a causa del fervor del espíritu del cual aun no son capaces. "Tampoco, prosigue, echa nadie vino nuevo en vasijas viejas..."



San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 27


18. Se puede pensar que añadió a los fariseos, que juntamente con los discípulos de Juan dijeron al Señor lo que sigue , cuando San Mateo afirma que fueron los discípulos de Juan solamente los que lo dijeron; pero estas palabras indican mejor que los unos dijeron esto de los otros: "Vinieron a preguntarle: ¿No nos dirás por qué razón, ayunando los discípulos de Juan..." Estas palabras indican que fueron los convidados que allí estaban los que fueron a Jesús y dijeron lo mismo a los discípulos; de suerte que la palabra "vinieron" no se refiere a éstos, respecto de los cuales añade: "Siendo también los discípulos de Juan y los fariseos muy dados al ayuno"; pero porque ayunaban éstos, es por lo que vienen los otros. Por lo cual dice San Mateo: "Y llegaron a El los discípulos de Juan, diciendo...". (Mt 19,14). ¿Por qué sino porque estaban presentes los apóstoles hizo esta objeción cada uno como pudo?





Notas


Se refiere a la frase del pasaje tratado que dice en su sentido completo: "¿No nos dirás por qué razón, ayunando los discípulos de Juan y los fariseos, no ayunan tus discípulos?" (Mc 2,18)


San Juan Crisóstomo


18. Los discípulos de Juan y los fariseos, llenos de celos contra Cristo, le preguntan si sólo con sus discípulos triunfa de las pasiones sin abstinencia ni trabajo.



Glosa


18. Así como antes se impugnaba a los discípulos porque el maestro comía con los pecadores, así ahora se acusa cerca del maestro a los discípulos de que no ayunan, a fin de que resulte materia de disidencia entre ellos. "Siendo también, sigue, los discípulos de Juan y los fariseos muy dados al ayuno".







Documentos catequéticos


San Juan Pablo II, papa


Catequesis (17-12-1997): Tiempo nupcial y cruz.


Audiencia general, 17 de diciembre de 1997.


4. El Evangelio presenta el arco de la vida terrena de Cristo como tiempo de bodas. Es un tiempo para difundir la alegría. «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar» (Mc 2, 19). Jesús usa aquí una imagen sencilla y sugestiva. Él es el esposo que inaugura la fiesta de sus bodas, bodas del amor entre Dios y la humanidad. Él es el esposo que quiere comunicar su alegría. Los amigos del esposo son invitados a compartirla, participando en el banquete.


Sin embargo, precisamente en el mismo marco nupcial, Jesús anuncia el momento en el que ya no estará presente: «Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán» (Mc 2, 20): es una clara alusión a su sacrificio. Jesús sabe que a la alegría seguirá la tristeza. Sus discípulos entonces «ayunarán», o sea, sufrirán participando en su pasión.


La venida de Cristo a la tierra, con toda la alegría que conlleva para la humanidad, está relacionada indisolublemente con el sufrimiento. La fiesta nupcial está marcada por el drama de la cruz, pero culminará en la alegría pascual.


5. Este drama es el fruto del inevitable enfrentamiento de Cristo con la potencia del mal: «La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas n ola vencieron» (Jn 1,5). Los pecados de todos los hombres desempeñan un papel esencial en este drama. Pero fue particularmente doloroso para Cristo que una parte de su pueblo no lo reconociera. Dirigiéndose a la ciudad de Jerusalén, le reprocha: «No has conocido el tiempo de tu visita» (Lc 19, 44).


El tiempo de la presencia terrena de Cristo era el tiempo de la visita de Dios. Ciertamente, no faltaron quienes dieron una respuesta positiva, la respuesta de la fe. Antes de referirse al llanto de Jesús sobre la ciudad rebelde (cf. Lc 19, 41-44), san Lucas nos describe su ingreso «real», «mesiánico» en Jerusalén, cuando «toda la multitud de los discípulos, con gran alegría, se puso a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Decían: "Bendito el rey que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en las alturas"» (Lc 19, 37-38). Pero este entusiasmo no podía ocultar, a los ojos de Jesús, la amarga evidencia de ser rechazado por los jefes de su pueblo y por la multitud que ellos instigaban.


Por lo demás, antes de la entrada triunfal en Jerusalén, Jesús había anunciado su sacrificio: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45; cf. Mt 20, 28).


Así, el tiempo de la vida terrena de Cristo se caracteriza por su ofrenda redentora. Es el tiempo del misterio pascual de muerte y resurrección, de la que brota la salvación de los hombres.



Catequesis (23-11-1994): Bodas de Dios con la humanidad


Audiencia general, 23 de noviembre de 1994.


2. En el ambiente de la tradición de su pueblo, Jesús toma esa imagen para decir que él mismo es el esposo anunciado y esperado: el Esposo-Mesías (cf. Mt 9, 15; 25, 1). Insiste en esta analogía y en esta terminología, también para explicar qué es el reino que ha venido a traer. «El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo» (Mt 22, 2). Parangona a sus discípulos con los compañeros del esposo, que se alegran de su presencia, y que ayunarán cuando se les quite el esposo (cf. Mc 2, 19-20). También es muy conocida la otra parábola de las diez vírgenes que esperan la venida del esposo para una fiesta de bodas (cf. Mt 25, 1-13); y, de igual modo, la de los siervos que deben vigilar para acoger a su señor cuando vuelva de las bodas (cf. Lc 12, 35-38). En este sentido, puede decirse que es significativo también el primer milagro que Jesús realiza en Caná, precisamente durante un banquete de bodas (cf. Jn 2, 1-11).


Jesús, al definirse a sí mismo con el título de Esposo, expresó el sentido de su entrada en la historia, a la que vino para realizar las bodas de Dios con la humanidad, según el anuncio profético, a fin de establecer la nueva Alianza de Yahveh con su pueblo y derramar un nuevo don de amor divino en el corazón de los hombres, haciéndoles gustar su alegría. Como Esposo, invita a responder a este don de amor: todos están llamados a responder con amor al amor. A algunos pide una respuesta más plena, más fuerte, más radical: la de la virginidad o celibato por el reino de los cielos.


3. Es sabido que también san Pablo tomó y desarrolló la imagen de Cristo Esposo, sugerida por el antiguo Testamento y adoptada por Jesús en su predicación y en la formación de sus discípulos, que constituirían la primera comunidad. A quienes están casados, el Apóstol les recomienda que consideren el ejemplo de las bodas mesiánicas: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia» (Ef 5, 25). Pero también fuera de esta aplicación especial al matrimonio, considera la vida cristiana en la perspectiva de una unión esponsal con Cristo: «Os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo» (2 Co 11, 2).


7.  Con el testimonio de su fidelidad a Cristo, los consagrados sostienen la fidelidad de los mismos esposos en el matrimonio. La tarea de brindar este apoyo está incluida en la declaración de Jesús sobre quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos (cf. Mt19, 10-12): con ella el Maestro quiere mostrar que no es imposible observar la indisolubilidad del matrimonio -que acaba de anunciar-, como insinuaban sus discípulos, porque hay personas que, con la ayuda de la gracia, viven fuera del matrimonio en una continencia perfecta.


Por tanto, puede verse que el celibato consagrado y el matrimonio, lejos de oponerse entre sí, están unidos en el designio divino. Juntos están destinados a manifestar mejor la unión de Cristo y de la Iglesia.



Catequesis (31-08-1994): Odres nuevos.


Audiencia general, 31 de agosto de 1994.


La gracia que actúa en los jóvenes prepara un crecimiento para la Iglesia, tanto en extensión como en calidad. Con razón podemos hablar de Iglesia de los jóvenes,recordando que el Espíritu Santo renueva en todos ―también en las personas mayores, si están abiertas y disponibles― la juventud de la gracia.


2. Esa convicción está relacionada con la realidad de los orígenes de la Iglesia. Jesús empezó su ministerio y su obra de fundación de la Iglesia cuando tenía alrededor de treinta años. Para dar vida a la Iglesia, eligió a algunas personas que, por lo menos en parte, eran jóvenes. Con su ayuda, quería inaugurar un tiempo nuevo, dar un viraje a la historia de la salvación. Los eligió y los formó con un espíritu que podríamos llamar juvenil, enunciando el principio de que "nadie echa vino nuevo en odres viejos" (Mc 2, 22), metáfora de la vida nueva que viene de lo eterno y se une al deseo de cambio y de novedad, característico de los jóvenes. También el carácter radical de la entrega a una causa, típico de la edad juvenil, debía estar presente en esas personas a las que Jesús eligió como sus futuros apóstoles. Podemos deducirlo de su conversación con el joven rico, que, sin embargo, no tuvo la valentía de aceptar su propuesta (cf. Mc 10, 17-22), y de la sucesiva valoración que hizo Pedro (cf. Mc 10, 28).


La Iglesia nació de esos impulsos de juventud provenientes del Espíritu Santo, que vivía en Cristo, y que Él comunicó a sus discípulos y Apóstoles, y luego a las comunidades que ellos congregaron desde los días de Pentecostés.



Catequesis (11-12-1991): Esposo crucificado


Audiencia general, 11 de diciembre de 1991.


3. Jesús de Nazaret es, pues, introducido en medio de su pueblo como el Esposo que había sido anunciado por los profetas. Lo confirma él mismo cuando, a la pregunta de los discípulos de Juan: «¿Por qué... tus discípulos no ayunan?» (Mc 2, 18), responde: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Mientras tengan consigo al esposo no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunarán, en aquel día» (Mc 2, 19-20). Con esta respuesta, Jesús da a entender que el anuncio de los profetas sobre el Dios-Esposo, sobre «el Redentor, el Santo de Israel», encuentra en él mismo su cumplimiento. Él revela su conciencia del hecho de ser Esposo entre sus discípulos, aunque al final «les será arrebatado». Es una conciencia de mesianidad y de la cruz en la que realizará su sacrificio en obediencia al Padre, como anunciaron los profetas (cf. Is 42, 1-9; 49, 1-7; 50, 4-11; 52, 13-53, 12).



Catequesis (05-10-1988): Esposo que se entrega


Audiencia general, 5 de octubre de 1988.


La conciencia que Cristo tenía de su vocación al sacrificio redentor


los Evangelios nos presentan otros momentos y palabras, de los que resulta la orientación de la conciencia de Jesús hacia la muerte sacrificial. Piénsese en aquella imagen de los amigos del esposo, sus discípulos, que no debían "ayunar" mientras el Esposo está con ellos: "Días vendrán en que les será arrebatado el Esposo ―prosigue Jesús― y en aquel día ayunarán" (Mc 2, 20). Es una alusión significativa que deja traslucir el estado de conciencia de Cristo.


Resulta además, de los Evangelios que Jesús nunca aceptó ningún pensamiento o discurso que pudiera dejar vislumbrar la esperanza del éxito terreno de su obra. Los "signos" divinos que ofrecía, los milagros que obraba, podían crear un terreno propicio para tal expectativa. Pero Jesús no dudó en desmentir toda intención, disipar toda ilusión al respecto, porque sabía que su misión mesiánica no podía realizarse de otra forma que mediante el sacrificio.



Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica


158. ¿Por qué llamamos a la Iglesia esposa de Cristo?


CCE 796 - CCE 808


Llamamos a la Iglesia esposa de Cristo porque el mismo Señor se definió a sí mismo como «el esposo» (Mc 2, 19), que ama a la Iglesia uniéndola a sí con una Alianza eterna. Cristo se ha entregado por ella para purificarla con su sangre, «santificarla» (Ef 5, 26) y hacerla Madre fecunda de todos los hijos de Dios. Mientras el término «cuerpo» manifiesta la unidad de la «cabeza» con los miembros, el término «esposa» acentúa la distinción de ambos en la relación personal.