Comentarios Bíblicos: Por perícopa

Mc 6, 30-34: Como ovejas sin pastor




Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos


Beda, in Marcum, 2,25-26


30. Es preciso no sólo enseñar, sino hacer. No solamente refieren los apóstoles al Señor lo que han hecho y enseñado, sino también lo que sufrió San Juan durante su predicación; según San Mateo, ellos y los discípulos de San Juan, dan cuenta de ello al Señor.
"Y El les dijo: Venid a retiraros", etc.

31b-33. El evangelista manifiesta la necesidad que tuvo el Señor de conceder descanso a sus discípulos, con estas palabras: "Porque eran tantos los que iban y venían", etc. En donde se demuestra la gran alegría de aquel tiempo por el trabajo de los que enseñan así como por el estudio de los que aprenden. "Embarcándose, pues", etc. No fueron los discípulos solos, sino el Señor con ellos, los que subiendo a la barca pasaron a un lugar desierto, como refiere San Mateo (cap. 14). Pone así a prueba la fe de las gentes, y eligiendo la soledad explora si tienen intención de seguirle. Y siguiéndole ellas no a caballo ni en vehículo de ninguna especie, sino a pie y con la fatiga que es consiguiente, muestran cuánta solicitud ponen en cuidar de su salvación. "Mas como al irse los vieron, etc. De todas las ciudades acudieron", etc. El hecho de llegar antes que Jesús, yendo a pie, manifiesta que no fue con sus discípulos a la otra ribera del mar o del Jordán, sino a un lugar próximo al de su partida, y al que por tanto podían llegar antes los que iban a pie.

34. San Mateo dice (cap. 14), que curó a los que entre ellos estaban enfermos; que la verdadera compasión hacia los pobres consiste en abrirles por la enseñanza el camino de la verdad y librarlos de los padecimientos corporales.

32. Habiendo dejado la Sinagoga en el desierto, han encontrado los santos predicadores de la Iglesia -que fueron afligidos con el trabajo de las tribulaciones entre los judíos- el descanso entre los gentiles por la gracia de la fe que les han conferido.

33. Al dirigirse Cristo al desierto de las naciones, una multitud de grupos de fieles le sigue, abandonando el lugar de su antigua vida.

Teofilacto


30. Aprendamos también nosotros, cuando seamos mandados a algún ministerio, a no alargarnos ni extralimitarnos en nuestro cometido, sino a volver a quien nos envía y darle cuenta de todo lo que hemos hecho y enseñado.

31a. El Señor se retira a un lugar desierto por humildad, y hace descansar a sus discípulos, para que aprendan los propósitos que merecen descansar los que trabajan de palabra y obra, y que no deben trabajar continuamente.

33-34. Así, nosotros no debemos esperar a que nos llame Cristo, sino que debemos anticiparnos para llegar a El. "En desembarcando -prosigue- vio Jesús el gentío, y enterneciéndose", etc. Los fariseos no alimentaban al pueblo, sino que le devoraban como lobos rapaces; por esto se reúnen en torno a Cristo, verdadero Pastor que les da el alimento espiritual, esto es, la palabra de Dios. "Y así se puso a instruirlos en muchas cosas". Viendo quebrantados por lo largo del camino a los que le seguían con motivo de sus milagros, compadecido de ellos quiso satisfacer su deseo enseñándoles.

Pseudo - Jerónimo


30. Los ríos van a desaguar al lugar de donde salieron (Ecl 1,7). Los enviados de Dios deben darle gracias siempre sobre lo que han recibido.

31-32. En sentido místico conduce el Señor aparte a los que eligió, a fin de que no queden expuestos al mal viviendo entre los malos, como Loth en Sodoma (Gén 19), Job en tierra de Hus (Job 1), y Abdías en casa de Achab (1Re 18).

San Jerónimo


34. Poco es allí, sin embargo, el descanso para los santos, y mucho el trabajo; pero después se les dice que descansen de sus trabajos (Ap 14,13). Así como sucedió en el arca de Noé, que fueron echados los animales que estaban dentro, e introducidos los que estaban fuera, así también en la Iglesia, retirándose Judas, entra el ladrón. Pero cuando alguien se aparta de la fe, en la Iglesia no hay amargura sino tristeza. Por esto Raquel, llorando a sus hijos, no quiso ser consolada (Jer 31; Mt 2). No es todavía el festín en que se beberá vino nuevo, y se cantará un nuevo himno por hombres nuevos cuando el cuerpo mortal se revestirá de la inmortalidad (1Cor, 15).



Comentarios exegéticos


G. Zevini, Lectio Divina (Marcos): La dimension contemplativa de la vida


Verbo Divino (2008), pp. 203-209.


La palabra se ilumina


Este fragmento, situado en la llamada «sección de los panes» (6,30-8,26), pertenece a la primera parte del ministerio público de Jesús, que le contempla comprometido en el anuncio del Reino de Dios y en dar testimonio de su presencia con signos prodigiosos. Al mismo tiempo, Jesús empieza a formar a un grupo que sea testigo directo de su obra, para convertirse, a continuación, en anunciador autorizado. Después de haber enviado a los discípulos en misión, Jesús los acoge a su vuelta y les invita a una pausa de reflexión y de reposo para que puedan fortalecerse de nuevo recuperando las energías físicas y espirituales. Les invita, en suma, a unas «vacaciones›, programadas, entendidas como suspensión de las actividades habituales. El momento de aislamiento es la búsqueda del silencio que se convierte en reflexión, oración e intimidad.


Se trata de una soledad plena, pero que no dura mucho. El lugar, hasta ahora desierto, se puebla muy pronto de gente que, deseosa de escuchar al Maestro, se pone tras sus huellas y se somete a un considerable esfuerzo físico. La muchedumbre, hambrienta de la palabra de la que había hablado algunos siglos antes el profeta Amos (Am 8,11), no tiene en cuenta las dificultades prácticas que pueden surgir. Y, por eso, se pone a buscar a Jesús, siguiendo sus huellas, sin dejarse atraer o distraer por otra cosa: «Muchos los reconocieron y corrieron hacia allí, a pie, de todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos» (v. 33).


Jesús no dejo insatisfecho el deseo de las muchedumbres y «sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor» (v. 34). Del grupo pequeño a la gran masa, el Maestro siempre esta dispuesto a intervenir para saciar su hambre: la de la palabra y la del pan. Su conmoción es mas que una instintiva reacción emotiva: el verbo griego expresa un profundo afecto de rasgos maternos. Jesús cuida de ellos como una madre de sus hijos. Jesús no permanece indiferente ante estos hombres y mujeres explotados por los políticos, despreciados por los intelectuales, abandonados por los sacerdotes. Sale a su encuentro y les hace escuchar una palabra que les conforta y un corazón que les ama. El texto, a decir verdad, desarrolla el símbolo análogo del pastor solicito, más que la imagen materna. Jesús resume en su persona la preocupación divina que los profetas habían anunciado: «Yo mismo conduciré a mis ovejas a los pastos y las haré reposar» (Ez 34,15). Jesús, que ha venido para una misión universal, no se muestra contrariado por el imprevisto cambio de programa y dirige su solicitud a un grupo más amplio que el de los discípulos. Del mismo modo que el rebaño sin pastor no está en condiciones de encontrar pastos para saciar su hambre, el pueblo sin guía tampoco tiene acceso a las fuentes de la vida.


Jesús satisface enseguida el deseo de la muchedumbre que quiere escucharle: «Se puso a enseñarles muchas cosas» (v. 34). Nótese que el hambre material será, en buena parte, consecuencia de esta escucha, que se prolonga sobremanera. Después de haber salido al encuentro de su deseo de escucha, Jesús satisface su necesidad de pan. Este orden debe hacernos reflexionar sobre la prioridad que debemos asignar a las necesidades del ser humano.


La Palabra me ilumina


El hombre es una realidad compleja que presenta diversas exigencias. Junto a las necesidades primarias como el comer y el dormir, hay otras igualmente vitales. Si el cuerpo tiene hambre, también el espíritu y el intelecto necesitan alimento. La armonía y el equilibrio de nuestra persona dependerán en buena medida del correcto alimento que seamos capaces de dar a toda nuestra persona.


Entre las necesidades debemos incluir la de entrar en nosotros mismos. San Agustin lo había recomendado: «No salgas de ti mismo; vuelve a ti y encontrarás la verdad». Condición indispensable para ello es crear dentro de nosotros -y también fuera- islas de silencio. Esto adorna nuestra existencia y se revela verdaderamente como «oro». Así, podemos descubrir con sorpresa un modo nuevo de «tomar vacaciones», el de entrar en nuestro interior a fin de estar bien con nosotros mismos: con nuestro cuerpo, con nuestra opción de vida, con nuestros proyectos, incluso con nuestros límites, que aceptaremos e intentaremos superar.


Es éste un modo excelente de amarnos, sin caer en un egoísmo estéril e invasor. El amor justo respecto a nosotros mismos lo postula esta petición de Jesús: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Si no nos queremos como es debido, nos falta la carga para activar el bien para los otros. Las vacaciones que Jesús regaló a los suyos tenían la función de evaluar la experiencia apostólica de la misión. Eran un entrar en ellos mismos, un intus-legere, es decir, un mirar dentro, de donde viene la palabra «inteligencia». Seremos verdaderamente sabios si somos capaces de mirar a fondo en nuestra vida y así nos encontraremos bien con nosotros mismos.


El bienestar personal no puede ocupar todo nuestro interés, porque de lo contrario se convierte en egoísmo. Estar bien con nosotros mismos se convierte en condición y premisa para una apertura a los otros. Cuando estamos en nosotros mismos sin lagunas, sin doble fondo, cuando tenemos el coraje de ver de manera lúcida, por íntima participación y no por moda, cuando vivimos el Evangelio en su tremenda sencillez, entonces estamos dispuestos para proponer a los otros una receta del «elixir de la larga vida». Como Jesús, seremos capaces de decir palabras fuertes, eficaces, sustanciosas, porque procederán de un corazón limpio y de una vida íntegra en grado sumo. Seremos, en cierto modo, «pastores» de los hermanos que caminan con nosotros; seremos, sin más, capaces de verdadera compasión.


La tarea es ardua, pero no imposible si el Espíritu nos guía y nos ayuda.


La palabra en el corazón de los Padres


Si quieres estar disponible a todos, como aquel que se hizo todo para todos, no puedo más que alabar esa generosidad, pero a condición de que sea completa. ¿Y cómo puede serlo si te excluyes a ti mismo? Tú también eres hombre. Y, en consecuencia, para que esta generosidad sea verdaderamente completa, el corazón que abraza a todos debe incluirte también a ti.


De otro modo, según las palabras del Señor, ¿de qué te sirve haber salvado a todos los otros si después eres tú el único que se pierde? Por consiguiente, del mismo modo que todos pueden serlo, también tú eres señor de ti mismo. ¿Por qué sólo tú deberías privarte de ti mismo? ¿Hasta cuándo serás como un soplo que se difunde sin retorno? ¿Hasta cuándo no te acogerás a ti mismo, tú mismo a tu vez junto con los otros? ¿Estás en deuda con los sabios y con los necios y te niegas sólo a ti mismo?


El docto y el ignorante, el esclavo y el libre, el rico y el pobre, el hombre y la mujer, el viejo y el joven, el eclesiástico y el laico, el justo y el impío, todos toman una parte de ti, todos llegan a tu espíritu como a una fuente pública, ¿y tú te has quedado aparte para padecer sed? También tú, como los otros, bebes agua de tu pozo. Acuérdate, por tanto -no digo siempre, ni tampoco a menudo, pero sí al menos de vez en cuando-, de restituirte a ti mismo (Bernardo de Claraval, La considerazione I, V, 6, Roma 1984, 773).


Caminar con la Palabra


Dios tiene los ojos de amor de Jesús. Es un Dios que ve, que mira, que participa, que ama. Un Dios de ternura desbordante, que percibe la necesidad antes de que se diga, porque lee en el rostro de sus amigos los signos dolorosos del alma y el cansancio de los cuerpos. Jesús no dice «id» a un lugar solitario, sino «venid»: con él está el verdadero reposo, la penetración en el misterio de Dios que explica todo lo nuestro, nuestro ser antes que nuestro hacer. Se trata de un mirar y de un dejarse mirar, de un coloquio íntimo y profundo, dulcísimo, restaurador. Y la fuerza que nos llega vuelve a cargar de verdad el paso que debe volver a partir, llena de entusiasmo genuino y generoso cada gesto, cada palabra; sobre todo, proporciona una capacidad de amar que no conocerá el cansancio, como la de Dios.


Porque únicamente el amor -el amor y no cualquier ansia frenética de acción- no se cansa nunca ni necesita reposo; se alimenta de sí mismo y se recupera al infinito, porque participa de Dios. Un amor capaz de dar la vuelta a todo programa, de hacer saltar por los aires las mejores intenciones de reposo, un amor que no sabe resistirse, que se deja provocar, implicar, comprometerse; que es capaz de compasión. Dios es así, y así nos quiere a nosotros: «Vio Jesús un gran gentío y sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor». Y, dentro del gentío, la mirada busca a cada hombre y ve la necesidad de cada uno de ellos: «sin pastor», sin verdad, sin libertad, sin afectos, sin casa, sin patria, sin pan, sin trabajo, sin amistad, sin consuelo, sin esperanza. Y Dios se pone a la obra: «Se puso a enseñarles muchas cosas». Y dentro de poco saciará su hambre con unos panes y peces prodigiosos y les prometerá su cuerpo como don para la vida eterna. Ahora nos toca a nosotros «sentir compasión»... (A. Anzani Colombo, Per fede per amore. Commento ai Vangeli delle domeniche, Casale Monf. 1995, 237-239, passim).



R. Schnackenburg, El NT y Su Mensaje (Mc): Retorno de los discípulos


Comentario para la lectura espiritual. Tomo 1. Herder (Barcelona), 1980, pp. 161-164.


El regreso de los discípulos produce la impresión de que su misión ha sido un éxito. Así parece explicarse la gran aglomeración de pueblo. Pero sorprende que los enviados sólo refieran en general «lo que habían hecho y enseñado». El conjunto debe reflejar ya la imagen futura de la misión cristiana. Los discípulos vienen designados aquí como «los apóstoles», tal vez todavía en el sentido original de «los enviados»; pero resuena ya el sentido fuerte que tendrá después para los primeros misioneros cristianos la palabra «apóstol». Ahora se dice también que enseñaban. Desarrollan la misma actividad que con tanta frecuencia se atribuye a Jesús y que tanta importancia va a tener para las comunidades posteriores. En el ministerio de Jesús y de sus primeros discípulos se cumple de un modo auténtico y ejemplar aquello que se le encomendó a la Iglesia primitiva.


También la invitación de Jesús a retirarse a un lugar solitario y descansar un poco adquiere un sentido que sobrepasa la situación histórica. Cierto que externamente encaja bien con el marco y que los considerandos siguientes no harán más que darle un mayor relieve. Pero desde un punto de vista histórico el retiro de Jesús hacia la tranquila ribera oriental no resulta claro. Según Mateo, Jesús se retira premeditadamente porque le han llegado noticias de la actitud de Herodes . Lucas habla sólo en general de la retirada de Jesús hacia la región de Betsaida y transmite después una frase en la que Jesús revela su propósito de no permitir que Herodes ponga condiciones a su actividad (13,31-33). Marcos alude a otros intentos de retiro de Jesús (6,45; 7,24; 8,10). Así se descubre aquí una nueva tendencia: Jesús quiere apartarse del pueblo de Galilea porque no ha demostrado la fe esperada. Poco a poco Jesús se va recogiendo en el círculo, más íntimo, de sus discípulos, el cual servirá de modelo a las comunidades posteriores, en las cuales, junto a la acción misionera, se cultivará el recogimiento y la meditación. Ambas cosas: actividad de cara al exterior y recogimiento, pertenecen a la vida cristiana (cf. Lc 10,38-42).


Pero el pueblo no se separa de Jesús, observa su retirada y le sigue hasta la soledad. De nuevo se ve Jesús rodeado de una gran muchedumbre y le invade la compasión, porque andaban como ovejas sin pastor. Si reúne una vez a la multitud en derredor suyo y la instruye, no es por un sentimiento de compasión puramente humana.


La imagen de las ovejas dispersas y privadas de pastor está tomada del Antiguo Testamento. Según el libro de los Números, Moisés pide a Dios un varón «que pueda ir delante de ellos, y que los saque e introduzca, a fin de que el pueblo del Señor no quede como ovejas sin pastor» (27,17). Eso fue entonces Josué y eso es ahora Jesús que se hace cargo de la comunidad del Señor. En el gran capítulo que Ezequiel dedica a los pastores (Ez 34) se reprocha a los que hasta entonces tuvo Israel el abandono de sus deberes, y Dios, verdadero Pastor de su pueblo, se compadece de los dispersos: «Iré en busca de las ovejas perdidas y recogeré las descarriadas; vendaré las heridas de las que han padecido alguna fractura, daré vigor a las débiles y conservaré las que están sanas y gordas» (v. 16). Es una promesa que mira al fin de los tiempos. Dios dará un pastor mesiánico al pueblo que no tiene guía: «Y estableceré sobre mis ovejas un solo pastor que las apaciente, esto es, a David mi siervo; él las apacentará y será su pastor» (v. 23). Jesús, pues, actúa aquí como el Mesías prometido que defiende la causa de Dios. La misma imagen late, cuando las circunstancias han cambiado, bajo otras palabras proféticas que Jesús recordará más tarde anunciando la dispersión de los discípulos: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas» (14,27; cf. Zac 13,7). La comunidad se ve a sí misma como el rebaño de Dios sobre el que el Mesías Jesús ha sido establecido como pastor. Impelido por su compasión mesiánica, Jesús se vuelve una y otra vez a su pueblo, le enseña y le conduce, le alimenta y le conserva la vida (cf. Jn 10).




Notas


. Que los «apóstoles» se identifiquen con los doce es una interpretación a la que nos tiene habituados Lucas (Hechos de los apóstoles). Pero se dio además un concepto más amplio de apóstol, que se encuentra sobre todo en Pablo. «Apóstoles» eran los primitivos misioneros cristianos, cuya misión emanaba del Señor resucitado (cf. 1Cor 15,7.9). En Ef 2,20 y 3,5 se les menciona en unión de los primitivos profetas cristianos; en 1Cor 12,28 y Ef 4,11 aparecen al frente de una lista de carismas. En Mc 6,30, la expresión sólo indica a los «enviados» en general, (cf. Jn 13,16); pero los lectores pueden revocarse perfectamente a aquellos primitivos misioneros. Acerca del difícil problema del apostolado, pueden citarse a título de ejemplo: E.M. KREDEL. a r t . Apóstol en el Diccionario de teología bíblica, de J . B . BAUER, Herder. Barcelona 1971, con abundante bibliografía; P. BLASER, Zum Problem des urchristlichen Apostolates, en Unió Christianorum (homenaje al Arzobispo L . JAEGER), Paderborn 1962, p . 92-107; digung-Kirche, Gütersloh 1965.

. Mt 14,13: «Cuando Jesús recibió esta noticia, se alejó de allí...» Antes se ha dicho que los discípulos de Juan, después del sepelio del maestro, vinieron a contárselo a Jesús: Pero el fin del Bautista había tenido lugar mucho tiempo atrás, con lo que no se puede precisar la situación histórica.


Biblia Nácar-Colunga Comentada


Retorno misional de los apóstoles y multiplicación de los panes.


6:30-44 (Mt 14:13-21; Lc 9:10-17; Jn 6:1-15).

Cf. Comentario a Mt 14:13-21.


Mc-Lc relatan la vuelta de los apóstoles de esta primera actuación “misional” binaria. A su retorno le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.


Cristo les quiere proporcionar unos días de descanso. Por eso les lleva a un “lugar desierto” y, que estaba “cerca de Betsaida” (Lc). La razón es que ni aun después de su trabajo misional, especialmente intenso, les dejaban solos: las gentes venían a Cristo. Mc describe esta premura de las turbas con su lenguaje grafista: “pues eran muchos los que iban y venían, y ni espacio les dejaban para comer”. Acaso estas multitudes que vienen en estos momentos puedan ser un indicio del fruto de esta “misión” apostólica. A fin de lograr este retiro, se embarcaron para ir en dirección de Betsaida-Cafarnaúm.


v.30. Es la única vez que Mc cita la palabra “apóstoles.” Aquí aparece con el sentido técnico denominativo de los Doce.


v.34. Al desembarcar vio Cristo una gran muchedumbre y se compadeció de ellos, “porque eran como ovejas sin pastor.” Esta expresión es del ambiente bíblico (Núm 27:17; 1 Re 22:27; 2 Par 18:16; Ex 34:5). Pero este pasaje , puesta en el evangelio, tiene, sin duda, una evocación de valor mesiánico. En el A.T., el pueblo había sido comparado a un rebaño, y el Mesías al pastor. Dios dice en Ezequiel: “Suscitaré para ellos un pastor único, que las apacentará. Mi siervo David (el Mesías), él las apacentará, él será su pastor” (Ez 34:23). Y Cristo, en la última Cena, se identificó con el pastor, y los apóstoles — pueblo — con el rebaño, conforme a la profecía de Zacarías (Zac 13:7). Y se proclamó el Buen Pastor (Jn 10:11ss). Es sumamente probable que esta expresión tenga un manifiesto intento mesiánico, máxime con el mismo valor que tuvo precisamente el ser multiplicación de panes y en lugar “desierto” donde se realizó, conforme se expuso al comentar este pasaje en Mt.


La descripción del “rito” de Cristo puede estar influenciada por el rito de la liturgia eucarística de la institución (cf. Mc 14:22), aunque mucho más en el relato de Jn.



F. Lentzen-Deis, SJ, Comentario al Evangelio de Marcos: Jesús, pastor responsable


Modelo de Nueva Evangelización. Verbo Divino (Navarra), 1998, pp. 204-208.


Jesús es presentado como el buen pastor predicho por los profetas, que se preocupa no sólo del pueblo de Dios sino también del descanso de sus apóstoles. El texto narra el regreso de los Doce y su deseo de contar a Jesús la experiencia que han vivido. Pero cuando ve que la multitud necesita de él, cambia los planes y manifiesta la bondad y misericordia de Dios, entregando el pan de la verdadera enseñanza a la multitud incansable.


En los w. 30-32 Jesús quiere ofrecer la posibilidad de descansar a los discípulos que regresan de su misión (cfr. su envío en 6, 6b-13); y los invita a ir a un lugar solitario.


Los w. 33-34 muestran que Jesús mismo no puede descansar porque, observando las necesidades del pueblo, siente compasión como el buen pastor (aludiendo a la Escritura). Se anuncia así el tema de toda la sección de Me 6,6b-8,26.


Explicación del texto


v. 30: El texto narra que los apóstoles regresan donde Jesús para informarle sobre el resultado de su misión.


Se trata de los Doce, investidos de poder (cfr. 3,14ss y 6,7). Ellos debían continuar la actividad de Jesús. «Han enseñado» exhortando a la conversión en nombre de Jesús (6,12), expulsando demonios y curando (6,13). Ahora, en los caps. 6-8 se describen otras tareas de los discípulos, pero también su incomprensión.


v. 31s: Los apóstoles experimentan que ellos, como Jesús (cfr. 3,20), ni siquiera encuentran tiempo para comer. Por eso Jesús los invita a buscar reposo en un lugar apartado; algo que él mismo practicó (cfr. 1,35).


La palabra «descansar» anticipa ya la tarea del pastor (cfr. v. 34) que, según Ez 34,15; Sal 23,2, hará reposar al pueblo en buenas praderas.


v. 33: La travesía en la barca no pasa desapercibida. Se comprende, por el contexto, que avanzan con lentitud, ya que una gran cantidad de gente se les adelanta al lugar del desembarco (cfr. 3,7s; 5,21). El viaje es ya un momento de descanso.


v. 34: Al llegar, Jesús descubre la gran cantidad de gente que lo espera (cfr. 5,21). El texto describe sus sentimientos (cfr. 1,41) como la compasión de Dios, que se puede reconocer por la alusión a Núm 27,17: vocación de Josué (cfr. 1 Re 22,17; 2 Cr 18,16; Jdt 11,19 y Ez 34,5).


La preocupación misericordiosa de Jesús que, como pastor, alimenta con abundancia mesiánica al pueblo de Dios e instruye siempre a sus discípulos acerca de nuevos aspectos de su tarea, es el tema hasta 8,26 (cfr. 8,2). Dios, pastor del pueblo, guía mediante su Espíritu (Núm 27,15-17). Mientras Josué conduce a Israel en la batalla, Jesús forma al pueblo con su enseñanza (cfr. l,21s; 2,13; 4,ls; 6,2.6), cuyo contenido es la llegada del reino de Dios y de su plenitud total, mesiánica.


Ez 34,1-10 es el texto más detallado contra los pastores irresponsables: critica a los dirigentes de Israel que olvidan su obligación; los w. 11-31 a favor del pastor atento y solícito (Ez 34,17-22; Jer 23,1-4; Zac 11,4-17). Dios mismo tiene que preocuparse como pastor de su pueblo (Ez 34,11-16; Gen 48,15; Sal 23; Is 40,11), pero establecerá a un «único pastor»: David (Ez 34.23-24) y completará su preocupación pastoril con la nueva alianza (Ez 34,25-31).


Marcos emplea de nuevo en el relato de la pasión (Mc 14,27) la imagen del pastor del pueblo de Dios, referida a Jesús y a los discípulos.


Pautas de acción


El texto da la posibilidad de que los lectores se identifiquen con los discípulos:


Jesús se opone a la actividad ininterrumpida y al estrés.


Los Doce quieren presentarle un informe a Jesús sobre el resultado de su actividad misionera, pero las idas y venidas de la gente los incomodan demasiado. Ni siquiera encuentran tiempo para comer, es decir, para vivir la expresión más importante de su comunión.


La narración presenta dos respuestas a tal situación:


Primer paso para la acción del lector: Jesús llama a sus discípulos para que descansen después del esfuerzo del trabajo misionero. Ya el lento viaje en la barca fue una primera oportunidad para ello. La invitación para descansar significa no sólo la distensión necesaria del cuerpo y del espíritu, sino que permite superar el inútil activismo ininterrumpido que sólo aparentemente es una verdadera actividad. Jesús llama también a la asimilación interior del trabajo realizado al servicio del reino de Dios. Los Doce deben reactualizar las experiencias de la predicación y traerlas a la memoria para profundizar todas sus implicaciones y nuevos sentidos con la enseñanza futura de Jesús.


Segundo paso ejemplar para la acción del lector: Pero al llegar al lugar escogido, se muestra una nueva situación, una gran multitud quiere escuchar a Jesús. Él decide enseñar debido al deseo de la multitud incansable. El texto interpreta su acción: lo hace no por nerviosa inquietud o por inclinación al activismo, sino por la necesidad de los hombres. Según las palabras del AT acerca del pastor del pueblo, ya usadas en el texto, se puede concluir que la multitud se abre paso hasta Jesús debido también a la necesidad que tienen a causa de los malos pastores. Ahora demuestran haber encontrado un guía y un buen alimento espiritual.



S. Carrillo, El evangelio según san Marcos: Primera multiplicación de los panes y los peces (Introducción)


Verbo Divino (2008), pp. 116-118.


(cf. Mc 6,30-46; Mt 14,13-23; Lc 9,10-17; Jn 6,1-14)


La multiplicación de los panes y los peces en favor de cinco mil hombres es el único milagro de Jesús narrado por los cuatro evangelistas y recuerda el prodigio obrado en el Antiguo Testamento por el profeta Eliseo (2 Re 4,42-44).


La importancia de este acontecimiento se debe a varios motivos:



  • 1º  El momento de la vida de Jesús en que fue realizado.

  • 2º  La grandeza misma del prodigio.

  • 3º  La significación mesiánica del suceso.

  • 4º  La coloración eucarística del milagro percibida en esa “acción

    de poder” del Señor, después de la glorificación de Jesús.


Jesús está en la cumbre de su evangelización (Mc 6,34–7,23). Los discípulos han tomado ya parte activa en la misma (6,7-13). Son días de gloria. Terminada la misión, los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado: las sanaciones y liberaciones de demonios, y la predicación del Reino de Dios.


Como eran muchos los que iban y venían, no les quedaba tiempo ni para comer. Entonces Jesús les dijo: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco”. Y se fueron en la barca a un lugar solitario. Sin embargo, la gente los vio marcharse y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos.


Jesús buscaba cierta tranquilidad para seguir formando en privado a sus doce discípulos. La expresión “venid también vosotros aparte” parece indicar ese deseo (Mc 4,34; 9,2.28; 13,3). En la trama del evangelio, el momento es trascendental para los doce discípulos. Marcos les da el título de apóstoles sólo en dos ocasiones: primero, cuando Jesús los eligió (3,14) y, ahora, en la multiplicación de los panes (6,30), seguramente en referencia natural al reciente envío que han recibido para ir a predicar y sanar a los enfermos (Mc 6,7-13).


Después de las experiencias de la primera misión, se presentaba una ocasión propicia para que Jesús les impartiera enseñanzas específicas importantes; ante todo, sobre la identidad misma de su persona y, luego, sobre la futura misión que los Doce tendrían que desempeñar. ¿Qué es lo que los apóstoles (“enviados”) deben hacer? Vivir cerca de Jesús, atender con compasión al pueblo, comunicarles la doctrina del Reino, sanar a los enfermos y proporcionarles alimento de vida.


Jesús y sus discípulos se encuentran en el apogeo de la evangelización. Juan dice que las multitudes acudían al ver los signos que Jesús hacía sobre los enfermos. Podemos imaginar que la gente estaba entusiasmada también por lo que habían visto hacer a los discípulos del Maestro. Se acercaba la fiesta de la Pascua. Era la primavera del año 29.


El lugar permanece impreciso. Marcos parece colocarlo en algún punto sobre la ribera noroeste del lago. Restos arqueológicos del siglo IV muestran que los antiguos peregrinos fijaron el recuerdo de la multiplicación de los panes en la actual fuente de et-Tabgha, a dos kilómetros de Cafarnaún.