Comentarios Bíblicos: Por perícopa
Mc 8, 14-21: La levadura de los fariseos y de Herodes
Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
Beda, in Marcum, 2, 33
14. "Se habían olvidado de tomar panes..." Pero ¿cómo no tenían pan, preguntará alguno, cuando subieron a la barca inmediatamente después de haber llenado de él siete espuertas? Pero la Escritura nos testifica que se olvidaron de llevarlo consigo ( Mt 16), indicio del poco cuidado que tenían de sus cuerpos, cuando no pensaban en proveer a su primera necesidad, ocupados solamente en el pensamiento de seguir a su Señor.
15. La levadura de los fariseos es el posponer los decretos de la ley divina a las tradiciones de los hombres; predicar la ley con las palabras, e impugnarla con los hechos; tentar al Señor y no creer en su doctrina ni en sus obras. La levadura de Herodes es el adulterio, el homicidio, la temeridad del juramento, la hipocresía y el odio a Cristo y a su precursor.
Con el precepto: "Guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes", les enseña el Señor lo que significan los cinco y los siete panes, que les recuerda en las siguientes palabras: "Ni os acordáis ya de cuando repartí cinco panes?" etc. Si, pues, la levadura predicha significa las tradiciones perversas, ¿por qué el alimento que dio el Señor al pueblo no habrá de significar la verdadera doctrina?
Teofilacto
14-15. Se olvidaron los discípulos de coger el pan, porque así, reprendidos por Cristo, se harían mejores y llegarían a conocer su poder. "Y Jesús -prosigue- los amonestaba diciendo: Estad alerta; y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes".
Llama levadura de los fariseos y herodianos a su doctrina por lo dañina, fácil de corromperse y llena de la antigua malicia: los herodianos eran los doctores que decían que Herodes era Cristo.
16-17. Los mismos discípulos creyeron que el Señor hablaba de la levadura del pan. "Mas ellos discurriendo entre sí se decían uno al otro: En verdad que no hemos tomado pan". Pero hablaban así porque no comprendían el poder de Cristo, que podía hacer pan con nada, y por esto los reprende el Señor. "Lo cual habiéndolo conocido Jesús, les dijo: ¿Qué andáis discurriendo sobre que no tenéis pan?"
Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
15. San Mateo dice: De la levadura de los fariseos y saduceos ( Mt 16,6); San Marcos de los fariseos y de Herodes; y San Lucas (12,1) de los fariseos solamente. Los tres Evangelistas nombran a los fariseos como a los principales, pero San Mateo y San Marcos los juntan con los saduceos y con Herodes, mencionando convenientemente a éste San Marcos; y dejando San Mateo a los herodianos para el suplemento de su narración. Hablando así, instruye paulatinamente a sus discípulos en el sentido y fin de sus palabras.
Documentos Catequéticos
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia
San Juan Pablo II, papa
Catequesis, Audiencia general (17-05-1989)
"¿Aún no entendéis?" (Mc 8, 21)
3. Permanecer en la verdad y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, tanto de los primeros tiempos como de todas las nuevas generaciones de la Iglesia a lo largo de los siglos. Desde este punto de vista, el anuncio del Espíritu de la verdad tiene una importancia clave. Jesús dice en el Cenáculo: “Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora (todavía) no podéis con ello” (Jn 16,12). Es verdad que la misión mesiánica de Jesús duró poco, demasiado poco para revelar a los discípulos todos los contenidos de la revelación. Y no sólo fue breve el tiempo a disposición sino que también resultaron limitadas la preparación y la inteligencia de los oyentes. Varias veces se dice que los mismos Apóstoles “estaban desconcertados en su interior” (Cf. Mc 6,52), y “no entendían” (cf. por ejemplo, Mc 8,21), o bien entendían erróneamente las palabras y las obras de Cristo (cf. por ejemplo, Mt 16,6-11).
Así se explican en toda la plenitud de su significado las palabras del Maestro: “Cuando venga... el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa” (Jn 16,13).
4. La primera confirmación de esta promesa de Jesús tendrá lugar en Pentecostés y en los días sucesivos, como atestiguan los Hechos de los Apóstoles. Pero la promesa no se refiere sólo a los Apóstoles y a sus inmediatos compañeros en la evangelización, sino también a las futuras generaciones de discípulos y de confesores de Cristo. El Evangelio, en efecto, está destinado a todas las naciones y a las generaciones siempre nuevas, que se desarrollarán en el contexto de las diversas culturas y del múltiple progreso de la civilización humana. Mirando todo el arco de la historia Jesús dice: “El Espíritu de la verdad, que procede del Padre, dará testimonio de mí”. “Dará testimonio”, es decir, mostrará el verdadero sentido del Evangelio en el interior de la Iglesia para que ella lo anuncie de modo auténtico a todo el mundo. Siempre y en todo lugar, incluso en la interminable sucesión de las cosas que cambian desarrollándose en la vida de la humanidad, el “espíritu de la verdad” guiará a la Iglesia “hasta la verdad completa” (Jn 16,13).
Lo que el Espíritu Santo revelará ya lo dijo Cristo. Lo revela Él mismo cuando, hablando del Espíritu Santo, subraya que “no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga... El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (Jn 16,13)14). Cristo, glorificado por el Espíritu de la verdad, es, ante todo, el mismo Cristo crucificado, despojado de todo y casi “aniquilado” en su humanidad para la redención del mundo. Precisamente por obra del Espíritu Santo la “palabra de la cruz” tenía que ser aceptada por los discípulos, a los cuales el mismo Maestro había dicho: “Ahora (todavía) no podéis con ello” (Jn 16,12). Se presentaba, ante aquellos pobres hombres, la imagen de la cruz. Era necesaria un acción profunda para hacer que sus mentes y sus corazones fuesen capaces de descubrir la “gloria de la redención”, que se había realizado precisamente en la cruz. Era necesario una intervención divina para convencer y transformar interiormente a cada uno de ellos, como preparación, sobre todo, para el día de Pentecostés, y, posteriormente. la misión apostólica en el mundo. Y Jesús les advierte que el Espíritu Santo “me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros”. Sólo el Espíritu que, según San Pablo (1Co 2,10) “sondea las profundidades de Dios”, conoce el misterio del Hijo-Verbo en su relación filial con el Padre y en su relación redentora con los hombres de todos los tiempos. Sólo Él, el Espíritu de la verdad, puede abrir las mentes y los corazones humanos haciéndolos capaces de aceptar el inescrutable misterio de Dios y de su Hijo encarnado, crucificado y resucitado, Jesucristo el Señor.