Lunes VII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 21 febrero, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles.
Si 1, 1-10b: Antes que todo fue creada la sabiduría
Sal 92, 1ab. 1c-2. 5: El Señor reina, vestido de majestad
Mc 9, 14-29: Tengo fe, pero dudo; ayúdame
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
Semana I-IX del Tiempo Ordinario. , Vol. 4, Fundación Gratis Date, Pamplona, 2001
–Eclesiástico 1,1-10: La Sabiduría fue creada antes que todo. La Escritura presenta y personifica a la Sabiduría junto a Dios, como preexistente al mundo creado. La tradición cristiana ha visto en este texto una revelación anticipada del Verbo de Dios, que está en el seno del Padre desde toda la eternidad. San Agustín dice:
«El Verbo es el Hijo del Padre y su Sabiduría. ¿Qué maravilla, pues, si ha sido enviado, no porque sea desemejante al Padre, sino porque es una emanación pura de la claridad del Dios omnipotente (Sal 7,26)? Allí el caudal y la fuente son una misma sustancia... Nuestra ciencia es Cristo; y nuestra sabiduría es también Cristo. El plantó en nuestras almas la fe de las cosas temporales y, en las eternas, nos manifiesta la verdad. Por Él caminamos hacia Él, y por la ciencia nos dirigimos a la Sabiduría, pero sin apartarnos de la unidad de Cristo, «en quien se hallan escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia» (Col 2,3)» (Tratado sobre la Santísima Trinidad 4,20,27 y 13,19,24).
–En el Salmo 92 se canta el dominio cósmico de Dios, que domina todas las fuerzas hostiles y establece un orden justo por medio de sus mandatos. De este modo la Sabiduría cósmica de que habla el Eclesiástico queda completada con la Ley. El temor de Dios hace guardar sus preceptos y conduce a la suma sabiduría: «El Señor reina, vestido de majestad, el Señor vestido y ceñido de poder; así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre y Tú eres eterno. Tus mandatos son fieles y seguros, la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término».
–Marcos 9,13-28: Tengo fe, pero dudo; ayúdame. Con ocasión del relato de la curación de un niño epiléptico, Jesús recrimina la falta de fe de los discípulos. Una oración de súplica, hecha con fe, consigue del Señor lo que pide. Tertuliano exalta esta fuerza inmensa de la oración:
«¡Hemos leído tantos testimonios ciertos de la eficacia de la oración! La oración antigua era capaz de salvar del fuego, de las fieras, del hambre; y eso que aún no había recibido la forma que le dio Cristo. Y la eficacia de la oración cristiana es ahora mucho mayor. Ella no envía ángeles que apaguen las llamas, ni mantiene cerradas las fauces de los leones, ni trae pan a los hambrientos, ni suprime ninguna impresión de los sentidos por un don de la gracia. Ella concede la fe, que hace comprender lo que el Señor reserva a los que sufren por Su nombre» (Sobre la Oración 28-29).
Y San Agustín:
«Si la fe falla, la oración es inútil. Por eso, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe» (Sermón 243,2).
Hasta el fin de los tiempos la Iglesia dirigirá ese clamor suplicante a Dios Padre, por medio de Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo, porque son muchos los peligros y continuas las necesidades de sus hijos. Éste es el primer oficio de la Iglesia y, por tanto, el primer deber de los sacerdotes, religiosos y laicos.