Mc 6, 30-34: Como ovejas sin pastor
/ 9 febrero, 2014 / San MarcosTexto Bíblico
30 Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.31 Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.32 Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.33 Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.34 Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
San Zenón de Verona, obispo
Tratados: Caridad que une cielo y tierra.
«Se compadecio de ellos» (Mc 6,34)Sermón Sobre la esperanza, la fe y la caridad, 9: PL 11,278.
¡Oh caridad, qué buena y qué rica eres! ¡Qué poderosa! Nada posee el que no te posee. Tú sola has sabido hacer de Dios un hombre. Tú le has hecho humillarse y alejarse por un tiempo de su inmensa majestad. Tú lo has retenido prisionero nueve meses en el seno de la Virgen. Tú has sanado a Eva en María, Tú has renovado a Adán en Cristo. Tú has preparado la cruz para salvación de un mundo ya perdido...
Oh amor, tú eres quien, para vestir al desnudo, consientes en tu propia desnudez. Por ti, el hambre es un manjar suculento, si el hambriento ha comido tu pan. Tu fortuna se la has concedido entera a la misericordia. Tú no sabes hacerte rogar. Socorres al instante a los oprimidos, cualquiera que sea su apuro. Tú eres ojo para el ciego, pie para el cojo, escudo fidelísimo para la viuda y los huérfanos...Tú amas de tal manera a tus enemigos, que nadie percibe la diferencia entre este amor y el de tus amigos.
Tú eres, oh caridad, la que unes los misterios celestes a las cosas humanas, y los misterios humanos a las cosas celestes. Tú eres la guardiana de todo lo divino. Tú gobiernas y ordenas en el Padre. Tú eres quien te obedeces a ti misma en el Hijo. Tú eres la que gozas en el Espíritu Santo. Porque eres una en las tres personas, no puedes ser dividida... Brotando de la fuente que es el Padre, te derramas entera en el Hijo sin salir del Padre. Con todo derecho se dice «Dios es Amor» (1Jn 4,16), porque sólo tú guías el poder de la Trinidad.
San Juan Crisóstomo, obispo
Sobre el Evangelio de san Mateo: La extrema misericordia del Señor.
«Se compadecio de ellos» (Mc 6,34)Homilía 49 sobre Mateo.
Mirad cómo en todo momento se retira el Señor: cuando Juan fue prendido, cuando se le mató, cuando los judíos oyeron decir que hacía muchos discípulos. Es que a la mayor parte de sus acciones les daba Él un sesgo más bien humano, pues todavía no era llegado el momento de revelar a plena luz su divinidad. De ahí que soliera mandar a sus discípulos que a nadie dijeran ser Él el Cristo o Mesías, pues esto lo quería revelar señaladamente después de su resurrección. De ahí también que no se mostrara muy duro con los judíos que, por de pronto, no creían en Él, sino que fácilmente los excusaba y perdonaba.
Al retirarse, empero, no se dirige a una ciudad, sino al desierto, y monta en una barca, con el fin de que no le siguiera nadie. Mas considerad, os ruego, cómo los discípulos de Juan se adhieren ahora más estrechamente a Jesús, pues ellos fueron los que le vinieron a dar la noticia de lo sucedido y, dejándolo todo, en Él buscaron un refugio para adelante. Así, no era poco lo que habían logrado tanto la desgracia del maestro como la respuesta que antes les diera Jesús mismo. —Mas ¿por qué razón no se retiró antes de que ellos le dijeran la noticia, cuando Él lo sabía todo antes de que vinieran a decirle nada? —Porque quería mostrar por todos los medios la verdad de su encarnación, y no quería que quedara probada sólo por la vista, sino también por sus obras. Sabía Él muy bien la astucia del diablo y cómo no había de dejar piedra por mover para destruir esa fe en la verdad de su encarnación.
Ahora bien, si Él se retira por esa razón que decimos, las muchedumbres ni aun así quisieron apartarse de su lado, sino que obstinadamente le fueron siguiendo, sin que el mismo drama de Juan los amedrentara. Tanto puede el amor, tanto puede la caridad, que lo vence todo y rompe por todos los obstáculos. Por eso, inmediatamente recibieron su recompensa. Porque, en saliendo —dice el evangelista— Jesús de la barca, vio una inmensa muchedumbre y tuvo lástima de ellos y curó a sus enfermos. Cierto, pues, que era grande la adhesión de la muchedumbre; pero lo que Jesús hace sobrepasa la paga del más ardiente fervor. De ahí que el evangelista ponga por causa de estas curaciones la misericordia del Señor, una extrema misericordia: Y los curó a todos. Aquí no exige el Señor fe a los enfermos. A la verdad, el acercarse a él, el abandonar sus ciudades, el irle buscando con tanta diligencia, el perseverar, no obstante el apremio del hambre, bastantemente ponía de manifiesto la fe que todos tenían en Él. También les ha de dar de comer; pero no quiere hacerlo por propio impulso, sino que espera a que se lo supliquen; pues, como alguna vez he dicho, guarda siempre el Señor la norma de no adelantarse a los milagros, sino esperar a que se los pidan.
—Y ¿por qué no se le acercó nadie de la muchedumbre a hablarle en favor de los demás? —Porque le tenían extraordinario respeto y, por otra parte, el deseo de estar a su lado no les dejaba sentir el hambre. Es más, ni los mismos discípulos, que se le acercaron, le dijeron: "Dales de comer", pues sus disposiciones eran aún demasiado imperfectas. ¿Qué le dicen, pues? Venida la tarde —prosigue el evangelista—, acercáronsele sus discípulos para decirle: El lugar es desierto y la hora de comer ha pasado ya. Despacha a la muchedumbre, a fin de que vayan a comprarse qué comer. Porque, si aun después de cumplido el milagro, si aun después de los doce canastos de sobras, se olvidaron de él y cuando el Señor llamó levadura a la doctrina de los fariseos pensaron que les hablaba del pan ordinario, mucho menos podían esperar prodigio semejante antes de tener experiencia de lo que podía el Señor. Cierto que antes había curado a muchos enfermos; sin embargo, ni aun así pudieron barruntar el milagro de la multiplicación de los panes. Tan imperfectos eran por entonces.
Orígenes, presbítero
Comentario sobre el Evangelio de san Mateo: Se acercó a los que estaban fuera.
«De todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio» (Mc 6,33).Comentario 10, 23: SC 162, 257.
Jesús, el Verbo de Dios estaba en Judea. Después de la noticia del asesinato del profeta Juan Bautista, en una barca, -símbolo de su cuerpo-, Jesús se fue a una tierra desierta, al descampado. En este lugar desértico, Jesús se encontraba a salvo, es decir: su palabra estaba aislada y su enseñanza iba en contra de las costumbres y las ideas de las naciones. Entonces, el gentío, enterándose que el que es la Palabra de Dios había venido a vivir en su desierto..., vinieron detrás de él, saliendo de sus ciudades, es decir, abandonaban las costumbres supersticiosas de su patria y se adhirieron a la ley de Cristo... Jesús había salido a su encuentro porque ellos eran incapaces de ir a él; acercándose a los que “estaban fuera” (cf. Mc 4,11) los llevó adentro.
Jesús salió al encuentro de esta muchedumbre numerosa que estaba fuera. Derramando sobre ella la luz de su presencia, la mira, y, viendo qué clase de gente le rodeaba, sintió compasión por ellos. Él, en cuanto Dios, está por encima del sufrimiento, sufre a causa de su amor por los hombres. La emoción le sobrecoge en sus entrañas. No sólo está conmovido sino que los cura de todas sus enfermedades y los libra de todo mal.
San Cesareo de Arlés, obispo
Sermón: La auténtica misericordia.
«Se compadeció de ellos y se puso a enseñarles» (cf. Mc 6,34).Sermón Morín 26, 2-5: PLS IV, 297-299.
La auténtica misericordia que está en los cielos (Sal 35,6) es Cristo, Nuestro Señor. ¡Cuán suave y qué buena es la misericordia que, sin que nadie la buscase, ha bajado del cielo y se ha abajado para levantarnos a nosotros!...
Cristo nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo, como él mismo nos lo dice en el evangelio: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo.” (Mt 28,20) Hermanos, ved su bondad; está ya a la derecha del Padre y quiere seguir viviendo con nosotros en la tierra. Con nosotros quiere pasar hambre y sed, quiere sufrir con nosotros, padecer exilio con nosotros, incluso no rechaza estar prisionero y morir con nosotros (Mt 25,35ss)... Mirad qué amor nos tiene; en su inefable ternura quiere sufrir en nosotros todos estos males.
Sí, la auténtica misericordia venida del cielo, Nuestro Señor Jesucristo, te creó de la nada, te buscó cuando andabas perdido, te ha rescatado cuando fuiste vendido... Todavía ahora, Cristo se digna incorporarse cada día a la humanidad. Desgraciadamente, no todos los hombres le abren la puerta de su corazón.
Sermón: Misericordia humana y misericordia divina.
«Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor» (Mc 6,34).Sermón 25,1; CCL 103,111-112.
“Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). Dulce es el nombre de misericordia, hermanos muy amados; y si el nombre es tan dulce, ¿cuánto más no lo será la cosa misma?... Hermanos míos, ya que todos deseamos la misericordia actuemos de manera que ella llegue a ser nuestro abogado en este mundo, para que nos libre después en el futuro. Hay en el cielo una misericordia, a la cual se llega a través de la misericordia terrena: Dice, en efecto, la Escritura: “Señor, tu misericordia llega al cielo” (Sal 35,6 Vulgata).
Existe, pues, una misericordia terrena y humana, otra celestial y divina. ¿Cuál es la misericordia humana? La que consiste en atender a las miserias de los pobres. ¿Cuál es la misericordia divina? Sin duda, la que consiste en el perdón de los pecados. Todo lo que da la misericordia humana en este tiempo de peregrinación se lo devuelve después la misericordia divina en la patria definitiva. Dios, en este mundo, padece frio y hambre en la persona de todos los pobres como dijo él mismo: “Cada vez que lo hicisteis con unos de éstos, mis humildes hermanos conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40). El mismo Dios que se digna dar en el cielo quiere recibir en la tierra.
San Basilio de Seleucia, obispo
Sermón: Yo soy el que cura a las ovejas enfermas
«Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor» (Mc 6,34)Homilía 26, 2: PG 85, 306-307
Con razón Cristo, siendo Pastor, exclamaba: Yo soy el buen Pastor. Yo soy el que curo a las enfermas, sano a las delicadas, vendo a las heridas, hago volver a las descarriadas, busco a las perdidas. He visto al rebaño de Israel presa de la enfermedad, he visto al ovil irse a la morada de los demonios, he visto a la grey acosada por los demonios lo mismo que si fueran lobos. Y lo que he visto, no lo dejé desprovisto.
Pues yo soy el buen Pastor: no como los fariseos que envidian a las ovejas; no como los que inscriben en su lista de suplicios, los que para la grey fueron beneficios; no como quienes deploran la liberación de los males y se lamentan de las enfermedades curadas. Resucita un muerto, llora el fariseo; es curado un paralítico y se lamentan los letrados; se devuelve la vista a un ciego y los sacerdotes se indignan; un leproso queda limpio y se querellan los sacerdotes. ¡Oh altivos pastores de la desdichada grey, que tienen como delicias propias las calamidades del rebaño!
Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas. Por sus ovejas, el pastor se deja conducir al matadero como un cordero: no rehúsa la muerte, no juzga, no amenaza con la muerte a los verdugos. Como tampoco la pasión era fruto de la necesidad, sino que voluntariamente aceptó la muerte por las ovejas: Tengo poder para quitar la vida y tengo poder para recuperarla. Expía la desgracia con la desgracia, remedia la muerte con la muerte, aniquila el túmulo con el túmulo, arranca los clavos y socava los cimientos del infierno. La muerte mantuvo su imperio, hasta que Cristo aceptó la muerte; los sepulcros eran una pesadilla e infranqueables las cárceles, hasta que el Pastor, descendiendo, llevó la fausta noticia de su liberación a las ovejillas que estaban prisioneras. Lo vieron los infiernos dar la orden de partida; lo vieron repitiendo la llamada de la muerte a la vida.
El buen pastor da la vida por las ovejas. Por este medio procura granjearse la amistad de las ovejas. Y a Cristo lo ama el que escucha solícito su voz. Sabe el pastor separar los cabritos de las ovejas. Venid vosotros, benditos de mi Padre: heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. ¿En recompensa de qué? Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis: pues lo que das a los míos, de mí lo cosechas. Yo, por su causa, estoy desnudo, soy huésped, peregrino y pobre: suyo es el don, pero mía la gracia. Sus súplicas me desgarran el alma.
Sabe Cristo dejarse vencer por las plegarias y las dádivas de los pobres, sabe perdonar grandes suplicios en base a pequeños dones. Extingamos el fuego con la misericordia, ahuyentemos las amenazas contra nosotros mediante la observancia de la mutua amistad, abramos unos para con otros las entrañas de misericordia, habiendo nosotros mismos recibido la gracia de Dios en Cristo, a quien corresponde la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
San Isaac de Siria
Sermones ascéticos: Compasivo desde toda la eternidad.
«Jesús se compadeció de ellos» (cf. Mc 6,34).Primera serie, n. 60.
No llames a Dios simplemente justo. Porque no tiene relación lo que haces, con la justicia que él manifiesta. Si David le llama justo y recto (Sal 32,5), su Hijo nos reveló que era mucho más bueno y dulce: "es bueno para malos e impíos" (Lc 6,35)... ¿Dónde está la justicia de Dios? ¿No está en que "mientras éramos pecadores, Cristo murió por nosotros"? (Rm 5,8) Y si Dios se muestra compasivo aquí abajo, creemos que lo es desde toda eternidad.
Alejemos de nosotros este pensamiento injusto de que Dios no se compadece. El ser cercano a Dios no cambia como cambian los seres que mueren...; nada falta ni se añade a aquel que tiene, así como pasa con las criaturas. Pero esta compasión que Dios tiene desde el comienzo, la tendrá siempre, por toda la eternidad... Como dice el bienaventurado Cirilo en su comentario del Génesis, venera a Dios por amor, y no a causa de este nombre severo de justicia, que se puso sobre él. ¡Oh admirable compasión de Dios! ¡Oh maravilla de la gracia de Dios nuestro Creador! ¡Oh poder suficiente a todo! ¡Oh inconmensurable bondad con la cual reviste nuestra naturaleza pecadora para recrearla!
Ámalo como deberías amarlo: no por la recompensa que te dará, sino por lo que hemos recibido de él, por este mundo que creó con el fin de ofrecérnoslo. ¿Quién podrá devolverle algo a cambio de lo que hizo por nosotros? De nuestras obras, ¿qué podríamos devolverle? ¿Al principio, quién lo persuadió para crearnos? ¿Y quién suplica por nosotros, cuando faltamos a su reconocimiento? ¡Qué admirable es la compasión de Dios! ¡Qué maravilla la gracia de Dios nuestro creador!... ¿Quién puede contar su gloria?
Levanta al que le ha ofendido y blasfemado, renueva al polvo sin alma..., y de nuestro espíritu dispersado y de nuestros sentidos extraviados hace una naturaleza dotada de razón y capaz de pensar. El pecador no está capacitado para comprender la gracia de su resurrección... ¿Qué es el abismo ante la gracia de la resurrección cuando nos levantará de nuevo alejándonos de la condenación, y dará a este cuerpo perecedero poder revestirse de incorruptibilidad? (1Co 15,53)...
Vosotros que sabéis discernir, venid y admirad. ¿Habrá alguien, dotado de gran y maravillosa inteligencia, que admire la gracia de nuestro Creador como merece? Esta gracia es la retribución de los pecadores. Porque en lugar de darles lo que, con estricta justicia merecen, a cambio les dará la resurrección. En lugar de los cuerpos que han profanado su Ley, les reviste de la gloria de la incorruptibilidad. Esta gracia –la resurrección que se nos dará aún después de haber pecado- es todavía más admirable que la primera cuando nos creó, cuando todavía no existíamos. ¡Gloria a tu inconmensurable gracia, Señor! No puedo hacer otra cosa que callarme ante los ríos de tu gracia. Soy incapaz de decir la gratitud que te debo.
San Clemente de Alejandría, obispo
El Pedagogo: La promesa del Buen Pastor.
«Sintió piedad de ellos, porque estaban como ovejas sin pastor» (Mc 6,34).I, 9: SC 70.
Salvar es propio de quien es bueno. “La misericordia del Señor se extiende a toda carne; acusa, corrige y enseña, como hace el pastor con su rebaño. Se apiada de quienes aceptan su corrección, y de los que se esfuerzan por unirse con él” (Si 18,13-14) ... Los sanos no necesitan los cuidados del médico, porque están bien, pero sí necesitan de su arte los enfermos (cf. Lc 5,31; Mt 9,12; Mc 2,17). De la misma manera, nosotros, que en esta vida somos enfermos, aquejados por nuestros vergonzosos deseos, por nuestras intemperancias... nuestras pasiones, necesitamos del Salvador... Nosotros, por tanto, enfermos, necesitamos del Salvador; extraviados, necesitamos quien nos guíe; ciegos, necesitamos quien nos ilumine; sedientos, necesitamos de la fuente de la vida: esa de la que quienes beben, nunca más tendrán sed (cf. Jn 4,14); muertos, necesitamos de la vida; rebaño, necesitamos pastor; niños, necesitamos pedagogo; y toda la humanidad necesita a Jesús...
“Curaré lo que está herido, cuidaré lo que está débil, convertiré lo extraviado, y los apacentaré yo mismo en mi monte santo” (Ez 34,16. 14). Ésta es la promesa propia de un buen pastor. ¡Apacienta a tus criaturas como a un rebaño! ¡Sí, Señor, sácianos; danos abundante el pasto de tu justicia; sí, Pedagogo, condúcenos hasta tu monte santo, hasta tu Iglesia, la que está colocada en lo alto, por encima de las nubes, que toca los cielos! (cf. Sal 14 [15], 1; 47 [48], 2-3). “Y Yo seré —dice— su pastor, y estaré cerca de ellos” (Ez 34,23)...
Así es nuestro Pedagogo: justamente bueno. “No vine —ha dicho— para ser servido, sino para servir” (Mt 20,28; Mc 10,45). Por eso el Evangelio nos lo muestra fatigado (cf. Jn 4,6): se fatiga por nosotros y ha prometido “dar su alma [su vida] como rescate por muchos” (Mt 20,28; Mc 10,45).
San Juan Pablo II, papa
Audiencia General (23-07-2000): Equilibrio interior.
«Eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer» (cf. Mc 6,31b).Domingo XVI del Tiempo Ordinario (Año B).
domingo 23 de julio de 2000
[…] 2. En el evangelio de la liturgia de hoy, Jesús dice a los Apóstoles, que acababan de volver de una misión: "Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco" (Mc 6, 31). Jesús y sus discípulos, cansados por su incesante actividad en medio de la gente, sentían de vez en cuando la necesidad de un momento de calma. El evangelista narra que, de hecho, las multitudes impidieron ese deseado "retiro" (cf. Mc 6, 33-34). Sin embargo, conservan su valor tanto el descanso como la exigencia de utilizar el tiempo libre para una sana distensión física y, sobre todo, espiritual.
En la sociedad actual, a menudo frenética y competitiva, en la que predomina la lógica de la producción y del lucro, a veces en perjuicio de la persona, es más necesario aún que cada uno pueda disfrutar de adecuados períodos de descanso, a fin de recuperar las energías y al mismo tiempo recobrar el justo equilibrio interior.
Es necesario utilizar sabiamente las vacaciones para que beneficien a la persona y a la familia, gracias al contacto con la naturaleza, a la tranquilidad, a la oportunidad de cultivar más la armonía familiar, a las buenas lecturas y a las sanas actividades recreativas; y sobre todo gracias a la posibilidad de dedicar más tiempo a la oración, a la contemplación y a la escucha de Dios.
Audiencia General (07-10-2000): Todos necesitamos convertirnos.
«Venid vosotros a solas a un lugar desierto» (Mc 6,31).nn. 2. 4. 6.
En el Jubileo de los Obispos.
sábado 7 de octubre de 2000
[…] Tenemos la necesidad de volver a escuchar la invitación que el Maestro dirigió un día a los Doce, cansados después del trabajo apostólico: "Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco" (Mc 6, 31). Ciertamente, venir hoy a Roma no es retirarse a un lugar solitario. Como compensación, en la Sede del Sucesor de Pedro cada uno de vosotros puede sentirse a gusto, como en su casa, y todos juntos podemos vivir una hora de "descanso" espiritual, reuniéndonos en torno a Cristo.
Habéis dejado por un momento vuestras preocupaciones pastorales para vivir una pausa de renovación interior en un encuentro especial con los que, como vosotros, llevan la sarcina episcopalis. Al mismo tiempo, con este gesto habéis subrayado que os sentís miembros del único pueblo de Dios, en camino con los demás fieles hacia el encuentro definitivo con Cristo. Sí, también los obispos, al igual que todos los cristianos, están en camino hacia la patria y necesitan la ayuda de Dios y su misericordia. Con este espíritu estáis aquí para pedir junto conmigo la gracia especial del jubileo.
Así podemos experimentar juntos todo el consuelo de la verdad enunciada por san Agustín: "Soy obispo para vosotros; soy cristiano con vosotros. La condición de obispo connota una obligación; la de cristiano, un don. La primera conlleva un peligro; la segunda, una salvación" (Sermo 340, 1: PL 38, 1483). ¡Palabras fuertes!
[…] Toda nuestra actividad pastoral tiene como objetivo último la santificación de los fieles, comenzando por la de los sacerdotes, nuestros colaboradores directos. Por tanto, debe tender a suscitar en ellos el compromiso de responder con prontitud y generosidad a la llamada del Señor. Y nuestro mismo testimonio de santidad personal, ¿no es la llamada más creíble y más persuasiva que los laicos y el clero tienen derecho a esperar en su camino hacia la santidad?
[…] Nos sostiene en todas nuestras fatigas la cercanía de María, la Madre que Cristo nos dio desde la cruz cuando dijo al Apóstol predilecto: "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (Jn 19, 26). A ella,Regina apostolorum, le encomendamos nuestras Iglesias y nuestra vida, abriéndonos con confianza a la aventura y a los desafíos del nuevo milenio.
Benedicto XVI, papa
Audiencia General (14-04-2010): El sacerdote debe ser voz del Buen Pastor.
«Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado» (Mc 6,30).§ 4 y 10.
miércoles 14 de abril de 2010
[…] Vivimos en una gran confusión sobre las opciones fundamentales de nuestra vida y los interrogantes sobre qué es el mundo, de dónde viene, a dónde vamos, qué tenemos que hacer para realizar el bien, cómo debemos vivir, cuáles son los valores realmente pertinentes. Con respecto a todo esto existen muchas filosofías opuestas, que nacen y desaparecen, creando confusión sobre las decisiones fundamentales, sobre cómo vivir, porque normalmente ya no sabemos de qué y para qué hemos sido hechos y a dónde vamos. En esta situación se realiza la palabra del Señor, que tuvo compasión de la multitud porque eran como ovejas sin pastor (cf. Mc 6, 34). El Señor hizo esta constatación cuando vio los miles de personas que le seguían en el desierto porque, entre las diversas corrientes de aquel tiempo, ya no sabían cuál era el verdadero sentido de la Escritura, qué decía Dios. El Señor, movido por la compasión, interpretó la Palabra de Dios —él mismo es la Palabra de Dios—, y así dio una orientación. Esta es la función in persona Christi del sacerdote: hacer presente, en la confusión y en la desorientación de nuestro tiempo, la luz de la Palabra de Dios, la luz que es Cristo mismo en este mundo nuestro. Por tanto, el sacerdote no enseña ideas propias, una filosofía que él mismo se ha inventado, encontrado, o que le gusta; el sacerdote no habla por sí mismo, no habla para sí mismo, para crearse admiradores o un partido propio; no dice cosas propias, invenciones propias, sino que, en la confusión de todas las filosofías, el sacerdote enseña en nombre de Cristo presente, propone la verdad que es Cristo mismo, su palabra, su modo de vivir y de ir adelante. Para el sacerdote vale lo que Cristo dijo de sí mismo: «Mi doctrina no es mía» (Jn 7, 16); es decir, Cristo no se propone a sí mismo, sino que, como Hijo, es la voz, la Palabra del Padre. También el sacerdote siempre debe hablar y actuar así: «Mi doctrina no es mía, no propago mis ideas o lo que me gusta, sino que soy la boca y el corazón de Cristo, y hago presente esta doctrina única y común, que ha creado a la Iglesia universal y que crea vida eterna».
[…] Queridos hermanos y hermanas, el Señor ha confiado a los sacerdotes una gran tarea: ser anunciadores de su Palabra, de la Verdad que salva; ser su voz en el mundo para llevar aquello que contribuye al verdadero bien de las almas y al auténtico camino de fe (cf. 1 Co 6, 12). Que san Juan María Vianney sea ejemplo para todos los sacerdotes. Era hombre de gran sabiduría y fortaleza heroica para resistir a las presiones culturales y sociales de su tiempo a fin de llevar las almas a Dios: sencillez, fidelidad e inmediatez eran las características esenciales de su predicación, transparencia de su fe y de su santidad. Así el pueblo cristiano quedaba edificado y, como sucede con los auténticos maestros de todos los tiempos, reconocía en él la luz de la Verdad. Reconocía en él, en definitiva, lo que siempre se debería reconocer en un sacerdote: la voz del buen Pastor.
Santa Teresa de Calcuta, religiosa
Algo bello para Dios: Tabernáculo viviente del Dios viviente.
«Se fueron en barca a solas a un lugar desierto» (Mc 6,32).Sermón 25,1; CCL 103,111-112.
Los cristianos son para todos los hombres de la tierra como una luz. Si somos cristianos debemos parecernos a Cristo.
Si queréis aprender el arte de la atención y delicadeza hacia los demás os pareceréis cada vez más a Cristo, porque su corazón era humilde y siempre estaba atento a las necesidades de los otros. Una gran santidad comienza por esta atención a los demás. Para que nuestra vocación sea bella tiene que estar llena de esta atención. Por doquier, Jesús pasaba haciendo el bien. Y la Virgen María, en Caná, no pensó más que en las necesidades de los otros y las comunicaba a Jesús.
Un cristiano es un tabernáculo viviente del Dios viviente. Él me creó, me eligió, ha venido a habitar en mi vida porque me necesita. Ahora, que sabéis cómo Dios os ama ¿qué de más natural para vosotros que pasar el resto de vuestra vida irradiando este amor? Ser verdaderamente cristiano quiere decir acoger realmente a Cristo y llegar a ser otro Cristo. Amar como somos amados, como Cristo nos ha amado en la cruz.
Uso Litúrgico de este texto (Homilías)
- Sábado IV del Tiempo Ordinario (Año Impar).
- Sábado IV del Tiempo Ordinario (Año Par).
- Domingo XVI del Tiempo Ordinario (Año B).
Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
Beda, in Marcum, 2,25-26
30. Es preciso no sólo enseñar, sino hacer. No solamente refieren los apóstoles al Señor lo que han hecho y enseñado, sino también lo que sufrió San Juan durante su predicación; según San Mateo, ellos y los discípulos de San Juan, dan cuenta de ello al Señor.
«Y El les dijo: Venid a retiraros», etc.
31b-33. El evangelista manifiesta la necesidad que tuvo el Señor de conceder descanso a sus discípulos, con estas palabras: «Porque eran tantos los que iban y venían», etc. En donde se demuestra la gran alegría de aquel tiempo por el trabajo de los que enseñan así como por el estudio de los que aprenden. «Embarcándose, pues», etc. No fueron los discípulos solos, sino el Señor con ellos, los que subiendo a la barca pasaron a un lugar desierto, como refiere San Mateo (cap. 14). Pone así a prueba la fe de las gentes, y eligiendo la soledad explora si tienen intención de seguirle. Y siguiéndole ellas no a caballo ni en vehículo de ninguna especie, sino a pie y con la fatiga que es consiguiente, muestran cuánta solicitud ponen en cuidar de su salvación. «Mas como al irse los vieron, etc. De todas las ciudades acudieron», etc. El hecho de llegar antes que Jesús, yendo a pie, manifiesta que no fue con sus discípulos a la otra ribera del mar o del Jordán, sino a un lugar próximo al de su partida, y al que por tanto podían llegar antes los que iban a pie.
34. San Mateo dice (cap. 14), que curó a los que entre ellos estaban enfermos; que la verdadera compasión hacia los pobres consiste en abrirles por la enseñanza el camino de la verdad y librarlos de los padecimientos corporales.
32. Habiendo dejado la Sinagoga en el desierto, han encontrado los santos predicadores de la Iglesia -que fueron afligidos con el trabajo de las tribulaciones entre los judíos- el descanso entre los gentiles por la gracia de la fe que les han conferido.
33. Al dirigirse Cristo al desierto de las naciones, una multitud de grupos de fieles le sigue, abandonando el lugar de su antigua vida.
Teofilacto
30. Aprendamos también nosotros, cuando seamos mandados a algún ministerio, a no alargarnos ni extralimitarnos en nuestro cometido, sino a volver a quien nos envía y darle cuenta de todo lo que hemos hecho y enseñado.
31a. El Señor se retira a un lugar desierto por humildad, y hace descansar a sus discípulos, para que aprendan los propósitos que merecen descansar los que trabajan de palabra y obra, y que no deben trabajar continuamente.
33-34. Así, nosotros no debemos esperar a que nos llame Cristo, sino que debemos anticiparnos para llegar a El. «En desembarcando -prosigue- vio Jesús el gentío, y enterneciéndose», etc. Los fariseos no alimentaban al pueblo, sino que le devoraban como lobos rapaces; por esto se reúnen en torno a Cristo, verdadero Pastor que les da el alimento espiritual, esto es, la palabra de Dios. «Y así se puso a instruirlos en muchas cosas». Viendo quebrantados por lo largo del camino a los que le seguían con motivo de sus milagros, compadecido de ellos quiso satisfacer su deseo enseñándoles.
Pseudo – Jerónimo
30. Los ríos van a desaguar al lugar de donde salieron (Ecl 1,7). Los enviados de Dios deben darle gracias siempre sobre lo que han recibido.
31-32. En sentido místico conduce el Señor aparte a los que eligió, a fin de que no queden expuestos al mal viviendo entre los malos, como Loth en Sodoma (Gén 19), Job en tierra de Hus (Job 1), y Abdías en casa de Achab (1Re 18).
San Jerónimo
34. Poco es allí, sin embargo, el descanso para los santos, y mucho el trabajo; pero después se les dice que descansen de sus trabajos (Ap 14,13). Así como sucedió en el arca de Noé, que fueron echados los animales que estaban dentro, e introducidos los que estaban fuera, así también en la Iglesia, retirándose Judas, entra el ladrón. Pero cuando alguien se aparta de la fe, en la Iglesia no hay amargura sino tristeza. Por esto Raquel, llorando a sus hijos, no quiso ser consolada (Jer 31; Mt 2). No es todavía el festín en que se beberá vino nuevo, y se cantará un nuevo himno por hombres nuevos cuando el cuerpo mortal se revestirá de la inmortalidad (1Cor, 15).
Comentarios exegéticos
G. Zevini, Lectio Divina (Marcos): La dimension contemplativa de la vida
Verbo Divino (2008), pp. 203-209.
La palabra se ilumina
Este fragmento, situado en la llamada «sección de los panes» (6,30-8,26), pertenece a la primera parte del ministerio público de Jesús, que le contempla comprometido en el anuncio del Reino de Dios y en dar testimonio de su presencia con signos prodigiosos. Al mismo tiempo, Jesús empieza a formar a un grupo que sea testigo directo de su obra, para convertirse, a continuación, en anunciador autorizado. Después de haber enviado a los discípulos en misión, Jesús los acoge a su vuelta y les invita a una pausa de reflexión y de reposo para que puedan fortalecerse de nuevo recuperando las energías físicas y espirituales. Les invita, en suma, a unas «vacaciones›, programadas, entendidas como suspensión de las actividades habituales. El momento de aislamiento es la búsqueda del silencio que se convierte en reflexión, oración e intimidad.
Se trata de una soledad plena, pero que no dura mucho. El lugar, hasta ahora desierto, se puebla muy pronto de gente que, deseosa de escuchar al Maestro, se pone tras sus huellas y se somete a un considerable esfuerzo físico. La muchedumbre, hambrienta de la palabra de la que había hablado algunos siglos antes el profeta Amos (Am 8,11), no tiene en cuenta las dificultades prácticas que pueden surgir. Y, por eso, se pone a buscar a Jesús, siguiendo sus huellas, sin dejarse atraer o distraer por otra cosa: «Muchos los reconocieron y corrieron hacia allí, a pie, de todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos» (v. 33).
Jesús no dejo insatisfecho el deseo de las muchedumbres y «sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor» (v. 34). Del grupo pequeño a la gran masa, el Maestro siempre esta dispuesto a intervenir para saciar su hambre: la de la palabra y la del pan. Su conmoción es mas que una instintiva reacción emotiva: el verbo griego expresa un profundo afecto de rasgos maternos. Jesús cuida de ellos como una madre de sus hijos. Jesús no permanece indiferente ante estos hombres y mujeres explotados por los políticos, despreciados por los intelectuales, abandonados por los sacerdotes. Sale a su encuentro y les hace escuchar una palabra que les conforta y un corazón que les ama. El texto, a decir verdad, desarrolla el símbolo análogo del pastor solicito, más que la imagen materna. Jesús resume en su persona la preocupación divina que los profetas habían anunciado: «Yo mismo conduciré a mis ovejas a los pastos y las haré reposar» (Ez 34,15). Jesús, que ha venido para una misión universal, no se muestra contrariado por el imprevisto cambio de programa y dirige su solicitud a un grupo más amplio que el de los discípulos. Del mismo modo que el rebaño sin pastor no está en condiciones de encontrar pastos para saciar su hambre, el pueblo sin guía tampoco tiene acceso a las fuentes de la vida.
Jesús satisface enseguida el deseo de la muchedumbre que quiere escucharle: «Se puso a enseñarles muchas cosas» (v. 34). Nótese que el hambre material será, en buena parte, consecuencia de esta escucha, que se prolonga sobremanera. Después de haber salido al encuentro de su deseo de escucha, Jesús satisface su necesidad de pan. Este orden debe hacernos reflexionar sobre la prioridad que debemos asignar a las necesidades del ser humano.
La Palabra me ilumina
El hombre es una realidad compleja que presenta diversas exigencias. Junto a las necesidades primarias como el comer y el dormir, hay otras igualmente vitales. Si el cuerpo tiene hambre, también el espíritu y el intelecto necesitan alimento. La armonía y el equilibrio de nuestra persona dependerán en buena medida del correcto alimento que seamos capaces de dar a toda nuestra persona.
Entre las necesidades debemos incluir la de entrar en nosotros mismos. San Agustin lo había recomendado: «No salgas de ti mismo; vuelve a ti y encontrarás la verdad». Condición indispensable para ello es crear dentro de nosotros -y también fuera- islas de silencio. Esto adorna nuestra existencia y se revela verdaderamente como «oro». Así, podemos descubrir con sorpresa un modo nuevo de «tomar vacaciones», el de entrar en nuestro interior a fin de estar bien con nosotros mismos: con nuestro cuerpo, con nuestra opción de vida, con nuestros proyectos, incluso con nuestros límites, que aceptaremos e intentaremos superar.
Es éste un modo excelente de amarnos, sin caer en un egoísmo estéril e invasor. El amor justo respecto a nosotros mismos lo postula esta petición de Jesús: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Si no nos queremos como es debido, nos falta la carga para activar el bien para los otros. Las vacaciones que Jesús regaló a los suyos tenían la función de evaluar la experiencia apostólica de la misión. Eran un entrar en ellos mismos, un intus-legere, es decir, un mirar dentro, de donde viene la palabra «inteligencia». Seremos verdaderamente sabios si somos capaces de mirar a fondo en nuestra vida y así nos encontraremos bien con nosotros mismos.
El bienestar personal no puede ocupar todo nuestro interés, porque de lo contrario se convierte en egoísmo. Estar bien con nosotros mismos se convierte en condición y premisa para una apertura a los otros. Cuando estamos en nosotros mismos sin lagunas, sin doble fondo, cuando tenemos el coraje de ver de manera lúcida, por íntima participación y no por moda, cuando vivimos el Evangelio en su tremenda sencillez, entonces estamos dispuestos para proponer a los otros una receta del «elixir de la larga vida». Como Jesús, seremos capaces de decir palabras fuertes, eficaces, sustanciosas, porque procederán de un corazón limpio y de una vida íntegra en grado sumo. Seremos, en cierto modo, «pastores» de los hermanos que caminan con nosotros; seremos, sin más, capaces de verdadera compasión.
La tarea es ardua, pero no imposible si el Espíritu nos guía y nos ayuda.
La palabra en el corazón de los Padres
Si quieres estar disponible a todos, como aquel que se hizo todo para todos, no puedo más que alabar esa generosidad, pero a condición de que sea completa. ¿Y cómo puede serlo si te excluyes a ti mismo? Tú también eres hombre. Y, en consecuencia, para que esta generosidad sea verdaderamente completa, el corazón que abraza a todos debe incluirte también a ti.
De otro modo, según las palabras del Señor, ¿de qué te sirve haber salvado a todos los otros si después eres tú el único que se pierde? Por consiguiente, del mismo modo que todos pueden serlo, también tú eres señor de ti mismo. ¿Por qué sólo tú deberías privarte de ti mismo? ¿Hasta cuándo serás como un soplo que se difunde sin retorno? ¿Hasta cuándo no te acogerás a ti mismo, tú mismo a tu vez junto con los otros? ¿Estás en deuda con los sabios y con los necios y te niegas sólo a ti mismo?
El docto y el ignorante, el esclavo y el libre, el rico y el pobre, el hombre y la mujer, el viejo y el joven, el eclesiástico y el laico, el justo y el impío, todos toman una parte de ti, todos llegan a tu espíritu como a una fuente pública, ¿y tú te has quedado aparte para padecer sed? También tú, como los otros, bebes agua de tu pozo. Acuérdate, por tanto -no digo siempre, ni tampoco a menudo, pero sí al menos de vez en cuando-, de restituirte a ti mismo (Bernardo de Claraval, La considerazione I, V, 6, Roma 1984, 773).
Caminar con la Palabra
Dios tiene los ojos de amor de Jesús. Es un Dios que ve, que mira, que participa, que ama. Un Dios de ternura desbordante, que percibe la necesidad antes de que se diga, porque lee en el rostro de sus amigos los signos dolorosos del alma y el cansancio de los cuerpos. Jesús no dice «id» a un lugar solitario, sino «venid»: con él está el verdadero reposo, la penetración en el misterio de Dios que explica todo lo nuestro, nuestro ser antes que nuestro hacer. Se trata de un mirar y de un dejarse mirar, de un coloquio íntimo y profundo, dulcísimo, restaurador. Y la fuerza que nos llega vuelve a cargar de verdad el paso que debe volver a partir, llena de entusiasmo genuino y generoso cada gesto, cada palabra; sobre todo, proporciona una capacidad de amar que no conocerá el cansancio, como la de Dios.
Porque únicamente el amor -el amor y no cualquier ansia frenética de acción- no se cansa nunca ni necesita reposo; se alimenta de sí mismo y se recupera al infinito, porque participa de Dios. Un amor capaz de dar la vuelta a todo programa, de hacer saltar por los aires las mejores intenciones de reposo, un amor que no sabe resistirse, que se deja provocar, implicar, comprometerse; que es capaz de compasión. Dios es así, y así nos quiere a nosotros: «Vio Jesús un gran gentío y sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor». Y, dentro del gentío, la mirada busca a cada hombre y ve la necesidad de cada uno de ellos: «sin pastor», sin verdad, sin libertad, sin afectos, sin casa, sin patria, sin pan, sin trabajo, sin amistad, sin consuelo, sin esperanza. Y Dios se pone a la obra: «Se puso a enseñarles muchas cosas». Y dentro de poco saciará su hambre con unos panes y peces prodigiosos y les prometerá su cuerpo como don para la vida eterna. Ahora nos toca a nosotros «sentir compasión»… (A. Anzani Colombo, Per fede per amore. Commento ai Vangeli delle domeniche, Casale Monf. [Al] 1995, 237-239, passim).
R. Schnackenburg, El NT y Su Mensaje (Mc): Retorno de los discípulos
Comentario para la lectura espiritual. Tomo 1. Herder (Barcelona), 1980, pp. 161-164.
El regreso de los discípulos produce la impresión de que su misión ha sido un éxito. Así parece explicarse la gran aglomeración de pueblo. Pero sorprende que los enviados sólo refieran en general «lo que habían hecho y enseñado». El conjunto debe reflejar ya la imagen futura de la misión cristiana. Los discípulos vienen designados aquí como «los apóstoles», tal vez todavía en el sentido original de «los enviados»; pero resuena ya el sentido fuerte que tendrá después para los primeros misioneros cristianos la palabra «apóstol»[51]. Ahora se dice también que enseñaban. Desarrollan la misma actividad que con tanta frecuencia se atribuye a Jesús y que tanta importancia va a tener para las comunidades posteriores. En el ministerio de Jesús y de sus primeros discípulos se cumple de un modo auténtico y ejemplar aquello que se le encomendó a la Iglesia primitiva.
También la invitación de Jesús a retirarse a un lugar solitario y descansar un poco adquiere un sentido que sobrepasa la situación histórica. Cierto que externamente encaja bien con el marco y que los considerandos siguientes no harán más que darle un mayor relieve. Pero desde un punto de vista histórico el retiro de Jesús hacia la tranquila ribera oriental no resulta claro. Según Mateo, Jesús se retira premeditadamente porque le han llegado [52] noticias de la actitud de Herodes . Lucas habla sólo en general de la retirada de Jesús hacia la región de Betsaida y transmite después una frase en la que Jesús revela su propósito de no permitir que Herodes ponga condiciones a su actividad (13,31-33). Marcos alude a otros intentos de retiro de Jesús (6,45; 7,24; 8,10). Así se descubre aquí una nueva tendencia: Jesús quiere apartarse del pueblo de Galilea porque no ha demostrado la fe esperada. Poco a poco Jesús se va recogiendo en el círculo, más íntimo, de sus discípulos, el cual servirá de modelo a las comunidades posteriores, en las cuales, junto a la acción misionera, se cultivará el recogimiento y la meditación. Ambas cosas: actividad de cara al exterior y recogimiento, pertenecen a la vida cristiana (cf. Lc 10,38-42).
Pero el pueblo no se separa de Jesús, observa su retirada y le sigue hasta la soledad. De nuevo se ve Jesús rodeado de una gran muchedumbre y le invade la compasión, porque andaban como ovejas sin pastor. Si reúne una vez a la multitud en derredor suyo y la instruye, no es por un sentimiento de compasión puramente humana.
La imagen de las ovejas dispersas y privadas de pastor está tomada del Antiguo Testamento. Según el libro de los Números, Moisés pide a Dios un varón «que pueda ir delante de ellos, y que los saque e introduzca, a fin de que el pueblo del Señor no quede como ovejas sin pastor» (27,17). Eso fue entonces Josué y eso es ahora Jesús que se hace cargo de la comunidad del Señor. En el gran capítulo que Ezequiel dedica a los pastores (Ez 34) se reprocha a los que hasta entonces tuvo Israel el abandono de sus deberes, y Dios, verdadero Pastor de su pueblo, se compadece de los dispersos: «Iré en busca de las ovejas perdidas y recogeré las descarriadas; vendaré las heridas de las que han padecido alguna fractura, daré vigor a las débiles y conservaré las que están sanas y gordas» (v. 16). Es una promesa que mira al fin de los tiempos. Dios dará un pastor mesiánico al pueblo que no tiene guía: «Y estableceré sobre mis ovejas un solo pastor que las apaciente, esto es, a David mi siervo; él las apacentará y será su pastor» (v. 23). Jesús, pues, actúa aquí como el Mesías prometido que defiende la causa de Dios. La misma imagen late, cuando las circunstancias han cambiado, bajo otras palabras proféticas que Jesús recordará más tarde anunciando la dispersión de los discípulos: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas» (14,27; cf. Zac 13,7). La comunidad se ve a sí misma como el rebaño de Dios sobre el que el Mesías Jesús ha sido establecido como pastor. Impelido por su compasión mesiánica, Jesús se vuelve una y otra vez a su pueblo, le enseña y le conduce, le alimenta y le conserva la vida (cf. Jn 10).
Notas
[52]. Mt 14,13: «Cuando Jesús recibió esta noticia, se alejó de allí…» Antes se ha dicho que los discípulos de Juan, después del sepelio del maestro, vinieron a contárselo a Jesús: Pero el fin del Bautista había tenido lugar mucho tiempo atrás, con lo que no se puede precisar la situación histórica.
Biblia Nácar-Colunga Comentada
Retorno misional de los apóstoles y multiplicación de los panes.
6:30-44 (Mt 14:13-21; Lc 9:10-17; Jn 6:1-15).
Cf. Comentario a Mt 14:13-21.
Mc-Lc relatan la vuelta de los apóstoles de esta primera actuación “misional” binaria. A su retorno le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Cristo les quiere proporcionar unos días de descanso. Por eso les lleva a un “lugar desierto” y, que estaba “cerca de Betsaida” (Lc). La razón es que ni aun después de su trabajo misional, especialmente intenso, les dejaban solos: las gentes venían a Cristo. Mc describe esta premura de las turbas con su lenguaje grafista: “pues eran muchos los que iban y venían, y ni espacio les dejaban para comer”. Acaso estas multitudes que vienen en estos momentos puedan ser un indicio del fruto de esta “misión” apostólica. A fin de lograr este retiro, se embarcaron para ir en dirección de Betsaida-Cafarnaúm.
v.30. Es la única vez que Mc cita la palabra “apóstoles.” Aquí aparece con el sentido técnico denominativo de los Doce.
v.34. Al desembarcar vio Cristo una gran muchedumbre y se compadeció de ellos, “porque eran como ovejas sin pastor.” Esta expresión es del ambiente bíblico (Núm 27:17; 1 Re 22:27; 2 Par 18:16; Ex 34:5). Pero este pasaje , puesta en el evangelio, tiene, sin duda, una evocación de valor mesiánico. En el A.T., el pueblo había sido comparado a un rebaño, y el Mesías al pastor. Dios dice en Ezequiel: “Suscitaré para ellos un pastor único, que las apacentará. Mi siervo David (el Mesías), él las apacentará, él será su pastor” (Ez 34:23). Y Cristo, en la última Cena, se identificó con el pastor, y los apóstoles — pueblo — con el rebaño, conforme a la profecía de Zacarías (Zac 13:7). Y se proclamó el Buen Pastor (Jn 10:11ss). Es sumamente probable que esta expresión tenga un manifiesto intento mesiánico, máxime con el mismo valor que tuvo precisamente el ser multiplicación de panes y en lugar “desierto” donde se realizó, conforme se expuso al comentar este pasaje en Mt.
La descripción del “rito” de Cristo puede estar influenciada por el rito de la liturgia eucarística de la institución (cf. Mc 14:22), aunque mucho más en el relato de Jn.
F. Lentzen-Deis, SJ, Comentario al Evangelio de Marcos: Jesús, pastor responsable
Modelo de Nueva Evangelización. Verbo Divino (Navarra), 1998, pp. 204-208.
Jesús es presentado como el buen pastor predicho por los profetas, que se preocupa no sólo del pueblo de Dios sino también del descanso de sus apóstoles. El texto narra el regreso de los Doce y su deseo de contar a Jesús la experiencia que han vivido. Pero cuando ve que la multitud necesita de él, cambia los planes y manifiesta la bondad y misericordia de Dios, entregando el pan de la verdadera enseñanza a la multitud incansable.
En los w. 30-32 Jesús quiere ofrecer la posibilidad de descansar a los discípulos que regresan de su misión (cfr. su envío en 6, 6b-13); y los invita a ir a un lugar solitario.
Los w. 33-34 muestran que Jesús mismo no puede descansar porque, observando las necesidades del pueblo, siente compasión como el buen pastor (aludiendo a la Escritura). Se anuncia así el tema de toda la sección de Me 6,6b-8,26.
Explicación del texto
v. 30: El texto narra que los apóstoles regresan donde Jesús para informarle sobre el resultado de su misión.
Se trata de los Doce, investidos de poder (cfr. 3,14ss y 6,7). Ellos debían continuar la actividad de Jesús. «Han enseñado» exhortando a la conversión en nombre de Jesús (6,12), expulsando demonios y curando (6,13). Ahora, en los caps. 6-8 se describen otras tareas de los discípulos, pero también su incomprensión.
v. 31s: Los apóstoles experimentan que ellos, como Jesús (cfr. 3,20), ni siquiera encuentran tiempo para comer. Por eso Jesús los invita a buscar reposo en un lugar apartado; algo que él mismo practicó (cfr. 1,35).
La palabra «descansar» anticipa ya la tarea del pastor (cfr. v. 34) que, según Ez 34,15; Sal 23,2, hará reposar al pueblo en buenas praderas.
v. 33: La travesía en la barca no pasa desapercibida. Se comprende, por el contexto, que avanzan con lentitud, ya que una gran cantidad de gente se les adelanta al lugar del desembarco (cfr. 3,7s; 5,21). El viaje es ya un momento de descanso.
v. 34: Al llegar, Jesús descubre la gran cantidad de gente que lo espera (cfr. 5,21). El texto describe sus sentimientos (cfr. 1,41) como la compasión de Dios, que se puede reconocer por la alusión a Núm 27,17: vocación de Josué (cfr. 1 Re 22,17; 2 Cr 18,16; Jdt 11,19 y Ez 34,5).
La preocupación misericordiosa de Jesús que, como pastor, alimenta con abundancia mesiánica al pueblo de Dios e instruye siempre a sus discípulos acerca de nuevos aspectos de su tarea, es el tema hasta 8,26 (cfr. 8,2). Dios, pastor del pueblo, guía mediante su Espíritu (Núm 27,15-17). Mientras Josué conduce a Israel en la batalla, Jesús forma al pueblo con su enseñanza (cfr. l,21s; 2,13; 4,ls; 6,2.6), cuyo contenido es la llegada del reino de Dios y de su plenitud total, mesiánica.
Ez 34,1-10 es el texto más detallado contra los pastores irresponsables: critica a los dirigentes de Israel que olvidan su obligación; los w. 11-31 a favor del pastor atento y solícito (Ez 34,17-22; Jer 23,1-4; Zac 11,4-17). Dios mismo tiene que preocuparse como pastor de su pueblo (Ez 34,11-16; Gen 48,15; Sal 23; Is 40,11), pero establecerá a un «único pastor»: David (Ez 34.23-24) y completará su preocupación pastoril con la nueva alianza (Ez 34,25-31).
Marcos emplea de nuevo en el relato de la pasión (Mc 14,27) la imagen del pastor del pueblo de Dios, referida a Jesús y a los discípulos.
Pautas de acción
El texto da la posibilidad de que los lectores se identifiquen con los discípulos:
Jesús se opone a la actividad ininterrumpida y al estrés.
Los Doce quieren presentarle un informe a Jesús sobre el resultado de su actividad misionera, pero las idas y venidas de la gente los incomodan demasiado. Ni siquiera encuentran tiempo para comer, es decir, para vivir la expresión más importante de su comunión.
La narración presenta dos respuestas a tal situación:
Primer paso para la acción del lector: Jesús llama a sus discípulos para que descansen después del esfuerzo del trabajo misionero. Ya el lento viaje en la barca fue una primera oportunidad para ello. La invitación para descansar significa no sólo la distensión necesaria del cuerpo y del espíritu, sino que permite superar el inútil activismo ininterrumpido que sólo aparentemente es una verdadera actividad. Jesús llama también a la asimilación interior del trabajo realizado al servicio del reino de Dios. Los Doce deben reactualizar las experiencias de la predicación y traerlas a la memoria para profundizar todas sus implicaciones y nuevos sentidos con la enseñanza futura de Jesús.
Segundo paso ejemplar para la acción del lector: Pero al llegar al lugar escogido, se muestra una nueva situación, una gran multitud quiere escuchar a Jesús. Él decide enseñar debido al deseo de la multitud incansable. El texto interpreta su acción: lo hace no por nerviosa inquietud o por inclinación al activismo, sino por la necesidad de los hombres. Según las palabras del AT acerca del pastor del pueblo, ya usadas en el texto, se puede concluir que la multitud se abre paso hasta Jesús debido también a la necesidad que tienen a causa de los malos pastores. Ahora demuestran haber encontrado un guía y un buen alimento espiritual.
S. Carrillo, El evangelio según san Marcos: Primera multiplicación de los panes y los peces (Introducción)
Verbo Divino (2008), pp. 116-118.
(cf. Mc 6,30-46; Mt 14,13-23; Lc 9,10-17; Jn 6,1-14)
La multiplicación de los panes y los peces en favor de cinco mil hombres es el único milagro de Jesús narrado por los cuatro evangelistas y recuerda el prodigio obrado en el Antiguo Testamento por el profeta Eliseo (2 Re 4,42-44).
La importancia de este acontecimiento se debe a varios motivos:
- 1º El momento de la vida de Jesús en que fue realizado.
- 2º La grandeza misma del prodigio.
- 3º La significación mesiánica del suceso.
- 4º La coloración eucarística del milagro percibida en esa “acción
de poder” del Señor, después de la glorificación de Jesús.
Jesús está en la cumbre de su evangelización (Mc 6,34–7,23). Los discípulos han tomado ya parte activa en la misma (6,7-13). Son días de gloria. Terminada la misión, los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado: las sanaciones y liberaciones de demonios, y la predicación del Reino de Dios.
Como eran muchos los que iban y venían, no les quedaba tiempo ni para comer. Entonces Jesús les dijo: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco”. Y se fueron en la barca a un lugar solitario. Sin embargo, la gente los vio marcharse y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos.
Jesús buscaba cierta tranquilidad para seguir formando en privado a sus doce discípulos. La expresión “venid también vosotros aparte” parece indicar ese deseo (Mc 4,34; 9,2.28; 13,3). En la trama del evangelio, el momento es trascendental para los doce discípulos. Marcos les da el título de apóstoles sólo en dos ocasiones: primero, cuando Jesús los eligió (3,14) y, ahora, en la multiplicación de los panes (6,30), seguramente en referencia natural al reciente envío que han recibido para ir a predicar y sanar a los enfermos (Mc 6,7-13).
Después de las experiencias de la primera misión, se presentaba una ocasión propicia para que Jesús les impartiera enseñanzas específicas importantes; ante todo, sobre la identidad misma de su persona y, luego, sobre la futura misión que los Doce tendrían que desempeñar. ¿Qué es lo que los apóstoles (“enviados”) deben hacer? Vivir cerca de Jesús, atender con compasión al pueblo, comunicarles la doctrina del Reino, sanar a los enfermos y proporcionarles alimento de vida.
Jesús y sus discípulos se encuentran en el apogeo de la evangelización. Juan dice que las multitudes acudían al ver los signos que Jesús hacía sobre los enfermos. Podemos imaginar que la gente estaba entusiasmada también por lo que habían visto hacer a los discípulos del Maestro. Se acercaba la fiesta de la Pascua. Era la primavera del año 29.
El lugar permanece impreciso. Marcos parece colocarlo en algún punto sobre la ribera noroeste del lago. Restos arqueológicos del siglo IV muestran que los antiguos peregrinos fijaron el recuerdo de la multiplicación de los panes en la actual fuente de et-Tabgha, a dos kilómetros de Cafarnaún.