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Homilías y comentarios bíblicos
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Martes XX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías

/ 21 agosto, 2017 / Tiempo Ordinario

Ferias Tiempo Ordinario Impar

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1 Lecturas
2 Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
2.1 Manuel Garrido Bonaño
2.1.1 Año Litúrgico Patrístico

Lecturas

Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.

Para ver el texto completo de las lecturas haz clic aquí.

Jc 6, 11-24a: Gedeón, salva a Israel ¡Yo te envío!
Sal 84, 9. 11-12. 13-14: El Señor anuncia la paz a su pueblo
Mt 19, 23-30: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos



Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia

Manuel Garrido Bonaño

Año Litúrgico Patrístico

–Jueces 6,11-24: Gedeón, salva a Israel ¡Yo te envío! No obstante la humildad de su origen fue llamado para salvar a Israel de la opresión. Una vez más el Señor viene en ayuda de su pueblo. La paz es deseada y el ángel del Señor se la da: «no morirá». La paz es uno de los mayores dones deseados en el Antiguo Testamento. Se promete al pueblo de Israel como recompensa a su fidelidad (Lev 26,6) y aparece como una obra de Dios. Gedeón levantó un altar al Señor y le puso el nombre «Señor-de-la-paz». Pero el verdadero don de la paz vendrá a la tierra con la venida del Mesías (Is 11,6-9). No se trata de una paz externa, sino también interna, realizada por la redención de Jesucristo. San Beda escribe:

«La verdadera, la única paz para las almas en este mundo consiste en estar llenos del amor de Dios y animados de la esperanza del cielo, hasta el punto de considerar poca cosa los éxitos o reveses del mundo... Se equivoca quien se figura que podrá encontrar la paz en el disfrute de los bienes de este mundo y en las riquezas. Las frecuentes turbaciones de aquí abajo y el fin de este mundo deberían convencer a ese hombre de que ha construido sobre arena los fundamentos de la paz» (Homilía 12 en la Vigilia de Pentecostés).

Y San Gregorio Nacianceno:

«La paz es un nombre y una cosa sabrosa, que sabemos proviene de Dios, según dice el Apóstol a los filipenses: «la paz de Dios»; y que es de Dios lo muestra también cuando dice a los efesios: «Él es nuestra paz». La paz es un bien recomendado a todos, pero observado por pocos. ¿Cuál es la causa de ello? Quizá el deseo de dominio, o de ambición, o de envidia, o de aborrecimiento del prójimo, o de alguna otra cosa, que vemos en quienes desconocen al Señor. La paz procede de Dios, que es quien todo lo une. La transmite a los ángeles... y se extiende también a todas las criaturas que verdaderamente la desean» (Sermón 3,4).

San León Magno dice a su vez:

«Esta paz no se logra ni con los lazos de la más íntima amistad, ni con una profunda semejanza de espíritu, si todo ello no está fundamentado en una total comunión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Una amistad fundada en deseos pecaminosos, en pactos que arrancan de la injusticia y en el acuerdo que parte de los vicios nada tiene que ver con el logro de esa paz» (Sermón 95).

–El Salmo 84 invita a lo mismo: «El Señor anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan».

–Mateo 19,23-30: Dificultad del apego a las riquezas para entrar en el reino de los cielos. Comenta San Agustín:

«Los premios celestiales no se prometen solamente a los mártires, sino también a quienes siguen a Cristo con fe íntegra y perfecto amor. Estos serán honrados entre los mártires. Así lo promete la Verdad cuando dice: ‘‘todo el que deja casa o campos, o padres, o hermanos...’’ (Mt 19,29). ¿Qué puede hacer el hombre más glorioso que vender sus bienes y comprar a Cristo, ofrecerle a Dios un obsequio grato en extremo: la fuerza incontaminada de un alma y la alabanza íntegra de la devoción; acompañar a Cristo cuando venga a tomar venganza de sus enemigos, sentarse a su lado cuando ocupe su trono para juzgar; ser coherederos con Cristo, igual a los ángeles y gozarse de la posesión del reino celeste con los patriarcas, los apóstoles y los profetas? ¿Qué persecución puede vencer, qué tormentos pueden superar esos pensamientos?

«Un alma resistente, fuerte, estable y fundamentada en consideraciones religiosas se mantiene firme contra todos los terrores del diablo y contra las amenazas del mundo. La fe en los bienes futuros, cierta y bien cimentada, le da fuerza. La persecución cierra sus ojos, pero se abre al cielo» (Sermón 303,2).

Y San Jerónimo:

«Así pues, los que por la fe en Cristo y la predicación del Evangelio hubieran despreciado todo otro afecto y las riquezas y placeres del mundo, recibirán el céntuplo y poseerán la vida eterna. Con ocasión de esta frase algunos introducen un período de mil años después de la resurrección [error del milenarismo o quiliasmo]. Entonces, dicen, nos será devuelto el céntuplo de todas las cosas que hemos dejado y la vida eterna.

«Ellos no comprenden que si respecto a las otras cosas la promesa es decente, en lo que se refiere a las esposas aparece claramente su deshonestidad, porque el que hubiera dejado una por el Señor, recibirían cien en la vida futura. El sentido, entonces, es éste: «El que ha dejado por el Salvador los bienes carnales, recibirá los espirituales»; comparando el valor de unos y otros es como si un número pequeño se compara a cien. Por eso dice también el Apóstol que había dejado solamente una casa y un pequeño campo en una provincia: «Como quien no tiene nada aunque lo poseemos todo» (2 Cor 6,10)» (Comentario al Evangelio de Mateo 19,29).

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