Sábado XXXI Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 7 noviembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Rm 16, 3-9. 16. 22-27: Saludaos unos a otros con el beso santo
Sal 144, 2-3. 4-5. 10-11: Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey
Lc 16, 9-15: Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
?Romanos 16,3-9.16.22-27: El misterio de Dios. La revelación del misterio está en el centro de la doxología con que se termina esta Carta. En el apostolado paulino este misterio es el acceso de los gentiles a la revelación. Este misterio es concebido por la Sabiduría divina, que examina el origen de la historia más allá de los siglos. Es el misterio que antes estaba oculto en el tiempo, pero que se manifiesta por Jesucristo, que muere por todos los hombres. Él es el Salvador de todos, el Redentor que con tanta fuerza fue proclamado al mundo por San Pablo.
La Sabiduría de Dios realizó este misterio en la Cruz de Jesucristo. Y los Apóstoles son los testigos de ese misterio y sus principales realizadores. Todos los discípulos de Cristo, judíos o gentiles, se acogen entre sí en la caridad fraterna, y realizan en sí mismos el misterio de Dios, escondido durante siglos, y ya revelado y realizado en el tiempo. Es el dinamismo admirable del Misterio Pascual, que actúa en todos los pueblos y culturas, formando una maravillosa y nueva Hermandad, la de los hijos de Dios. Dice Orígenes:
«Los que ayudaban y eran hospitalarios se encontraban en todos los hermanos creyentes, no sólo entre los que provenían de los judíos, sino también en los creyentes que provenían de la gentilidad. En efecto, la hospitalidad era muy estimada no sólo por Dios, sino también por los hombres» (Comentario a la Carta a los Romanos 10,18).
?Bendecimos al Señor con el Salmo 144 por los muchos beneficios que hemos recibido de Él, y le bendecimos sobre todo por haber sido llamados a la salvación. Lo bendecimos por siempre jamás, pues Él es nuestro Dios y nuestro Rey. «Grande es el Señor, y merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. Una generación pondera tus obras a la otra y le cuenta tus hazañas, alaban los pueblos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas». Queremos y pedimos que todas las criaturas den gracias al Señor, que le bendigan sus fieles, que proclamen la gloria de su reinado, que hablen de sus hazañas. La Iglesia se extiende por doquier y sigue pujante en la santidad de sus fieles, como lo muestran hoy las muchas beatificaciones y canonizaciones de que somos testigos.
?Lucas 16,9-15: No podemos servir a dos señores. O damos culto a Dios, o damos culto a las riquezas, sean éstas las que fueren: dinero, placer, poder... Dice San Gregorio Magno:
«Son engañosas las riquezas, porque no pueden permanecer siempre con nosotros; son engañosas porque no pueden satisfacer las necesidades de nuestro corazón. Las riquezas verdaderas son únicamente las que nos hacen ricos en las virtudes» (Homilía 15, sobre los Evangelios).
Y San Basilio:
«Tus riquezas tendrás que dejarlas aquí, lo quieras o no; por el contrario la gloria que hayas adquirido con tus buenas obras la llevarás hasta el Señor» (Sobre la caridad). Y en otro lugar: «La virtud es la única de las riquezas que es inamovible y que persiste en vida y muerte» (Discurso a los jóvenes).
San Ambrosio escribe:
«¿Quién hasta ahora se ha justificado con las riquezas? ¿Quién se ha hecho humilde con el poder, misericordioso con la nobleza de su nacimiento, casto con la hermosura? La verdad es que todas estas prendas temporales más bien son peligrosas, para hacernos caer en la culpa, que útiles para ayudarnos en el camino de la virtud» (Comentario al Salmo 1,39).