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Homilías y comentarios bíblicos
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Mc 4, 35-41: La tempestad calmada (Mc)

/ 25 enero, 2016 / San Marcos
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1 Texto Bíblico
2 Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
2.1 Agustín de Hipona
2.1.1 Sermón: A una orden de Cristo se produce la calma
2.2 Teresa de Ávila
2.2.1 Cartas (31-01-1579): En medio de la tempestad
3 Uso Litúrgico de este texto (Homilías)

Texto Bíblico

35 Aquel día, al atardecer, les dice Jesús: «Vamos a la otra orilla». 36 Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. 37 Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. 38 Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». 39 Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!». El viento cesó y vino una gran calma. 40 Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». 41 Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)



Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia

Agustín de Hipona

Sermón: A una orden de Cristo se produce la calma

«¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!» (Mc 4,41)
Sermón 43, 1-3: PL 38, 424-425

PL

Me dispongo a hablaros, con la gracia de Dios, sobre la lectura del santo evangelio que acabamos apenas de escuchar, para exhortaros en él a que frente a las tempestades y marejadas de este mundo, no duerma la fe en vuestros corazones. Porque —se dice— «no es cierto que Cristo, el Señor, tuviera dominio sobre la muerte, como no es verdad que lo tuviera sobre el sueño: ¿o es que el sueño no venció muy a pesar suyo al Todopoderoso mientras navegaba?». Si tal pensáis, duerme Cristo en vosotros; si por el contrario está en vela, vigila vuestra fe. Dice el Apóstol: Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Luego también el sueño de Cristo es el signo de un sacramento. Los navegantes son las almas que surcan este mundo en el madero. También aquella barca era figura de la Iglesia. Además, todos y cada uno son templo de Dios y cada cual navega en su corazón: y no naufraga, a condición de que piense cosas buenas.

¿Has escuchado un insulto? Es el viento. ¿Te has irritado? Es el oleaje. Cuando el viento sopla y se encrespa el oleaje, zozobra la nave, zozobra tu corazón, fluctúa tu corazón. Nada más escuchar el insulto, te vienen ganas de vengarte: si te vengas, cediendo al mal ajeno, padeciste naufragio. Y esto, ¿por qué? Porque Cristo duerme en ti. ¿Qué quiere decir que Cristo duerme en ti? Que te has olvidado de Cristo. Despierta, pues, a Cristo, acuérdate de Cristo, vele en ti Cristo; piensa en él. ¿Qué es lo que pretendías? Vengarte. Se apartó de ti, pues él mientras era crucificado, dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

El que dormía en tu corazón, no quiso vengarse. Despiértale, piensa en él. Su recuerdo es su palabra; su recuerdo es su voz de mando. Y si en ti vela Cristo, te dirás a ti mismo: ¿Qué clase de hombre soy yo, que quiero vengarme? ¿Quién soy yo para permitirme amenazar a otro hombre? Prefiero morir antes que vengarme. Si cuando estoy jadeante, rojo de ira y sediento de venganza abandonare este cuerpo, no me recibirá aquel que no quiso vengarse no me recibirá aquel que dijo: Dad y se os dará, perdonad y seréis perdonados. Por tanto, refrenaré mi ira, y retornaré a la paz de mi corazón. Increpó Cristo al mar y se hizo la calma.

Y lo que acabo de decir de la iracundia, tomadlo como norma en todas vuestras tentaciones. Nace la tentación: es el viento; te alteras: es el oleaje. Despierta a Cristo, que hable contigo. Pero, ¿quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen! Que ¿quién es éste a quien el mar obedece? Suyo es el mar, porque él lo hizo. Por medio de la Palabra se hizo todo. Imita más bien a los vientos y al mar: obedece al Creador. A una orden de Cristo el mar oye, ¿y tú te haces el sordo? Oye el mar, cesa el viento, ¿y tú estás que bufas? ¿Qué? Lo digo, lo hago, lo realizo: ¿qué otra cosa es eso sino bufar y negarse a recobrar la calma a una palabra de Cristo?

En los momentos de perturbación, no os dejéis vencer por el oleaje. No obstante y puesto que al fin y al cabo somos hombres, si soplare el viento, si se alborotan las pasiones de nuestra alma, no desesperemos: despertemos a Cristo, para que podamos navegar con bonanza y arribar al puerto de la patria.

Teresa de Ávila

Cartas (31-01-1579): En medio de la tempestad

«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (Mc 4,40)
A las Carmelitas de Sevilla

Ánimo, ánimo, hijas mías; acuérdense que no da Dios a ninguno más trabajos de los que puede sufrir y que está Su Majestad con los atribulados. Pues esto es cierto, no hay que temer sino esperar en su misericordia que ha de descubrir la verdad de todo y se han de entender algunas marañas que el demonio ha tenido encubiertas para revolver, de lo que yo he tenido más pena que tengo ahora de lo que pasa. Oración, oración, hermanas mías, y resplandezca ahora la humildad y obediencia en que no haya ninguna que más la tenga a la vicaria que han puesto que vuestras caridades, en especial la madre priora pasada.

¡Oh, qué buen tiempo para que se coja fruto de las determinaciones que han tenido de servir a nuestro Señor! Miren que muchas veces quiere probar si conforman las obras con ellos y con las palabras. Saquen con honra a las hijas de la Virgen y hermanas suyas en esta gran persecución, que si se ayudan el buen Jesús las ayudará, que aunque duerme en la mar, cuando crece la tormenta hace parar los vientos. Quiere que le pidamos, y quiérenos tanto que siempre busca en qué nos aprovechar. Bendito sea su nombre para siempre, amén, amén, amén.

En todas estas casas las encomiendan mucho a Dios, y así espero en su bondad que lo ha de remediar presto todo. Por eso procuren estar alegres y considerar que, bien mirad, todo es poco lo que se padece por tan buen Dios y por quien tanto pasó por nosotras, que aun no han llegado a verter sangre por El (He 12,4). (...) Dejen hacer a su Esposo y verán cómo antes de mucho se tragará el mar a los que nos hacen la guerra, como hizo al rey Faraón.





Uso Litúrgico de este texto (Homilías)

por hacer
por hacer
por hacer



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