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Homilías y comentarios bíblicos
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Mc 8, 14-21: La levadura de los fariseos y de Herodes

/ 19 febrero, 2014 / San Marcos
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1 Texto Bíblico
2 Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
2.1 San Francisco de Sales, obispo
2.1.1 Sermón (21-02-1617): Lo que hagas, hazlo por amor
2.2 San Cirilo de Alejandría, obispo
2.2.1 Homilía (21-02-1617): El verdadero cordero se inmoló por nosotros
3 Uso Litúrgico de este texto (Homilías)
4 Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
4.1 Beda, in Marcum, 2, 33
4.2 Teofilacto
4.3 Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
5 Documentos Catequéticos
6 Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia
6.1 San Juan Pablo II, papa
6.1.1 Catequesis, Audiencia general (17-05-1989)

Texto Bíblico

14 A los discípulos se les olvidó tomar pan y no tenían más que un pan en la barca.15 Y él les ordenaba diciendo: «Estad atentos, evitad la levadura de los fariseos y de Herodes».16 Y discutían entre ellos sobre el hecho de que no tenían panes.17 Dándose cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué andáis discutiendo que no tenéis pan? ¿Aún no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis el corazón embotado?18 ¿Tenéis ojos y no veis, tenéis oídos y no oís? ¿No recordáis19 cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil?». Ellos contestaron: «Doce».20 «¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?». Le respondieron: «Siete».21 Él les dijo: «¿Y no acabáis de comprender?».

Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)



Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia

San Francisco de Sales, obispo

Sermón (21-02-1617): Lo que hagas, hazlo por amor

«Guardaos de la levadura de los fariseos» (Mc 8,15)
Sermón VIII, 294-299
martes 21 de febrero de 1617

Los escribas y fariseos se sentaban en la cátedra de Moisés. Es evidente que la palabra cátedra significa aquí la autoridad de enseñar, y sentarse en la cátedra es tener la misión de enseñar. A esta cátedra se la llama cátedra de Moisés porque la doctrina contenida en la ley, o mejor dicho, la ley misma, fue dada por Moisés en el Sinaí. Y a esta cátedra se la llama apostólica porque la doctrina y la autoridad han sido conferidas los Apóstoles en el monte Sión el día de Pentecostés. También se la llama cátedra de Pedro porque Pedro era el jefe de los Apóstoles, y los sucesores de éstos, son los Obispos.

Cuando Jesús dice «Ellos hablan, pero no hacen...» se refiere a aquellos que destruyen por el escándalo de sus vidas. Hay otros que hacen y no hablan; a éstos aún se les puede soportar pues si bien no edifican mucho, algo construyen y no destruyen nada. Y por fin, hay quienes hablan y actúan, ésos son los mejores; y hablan no solamente por la predicación sino por lo que mandan hacer y por sus conversaciones útiles.

Pero hay que guardarse de la vanidad. Oigamos al Señor: aman los primeros puestos y los primeros asientos y les gusta que los llamen Maestros. Les gustan los honores y no las cargas.

¡Pero Señor! Si tenemos que amar a nuestras ovejas por Cristo y no por vanidad; no por recibir honor, sino para que Cristo sea honrado por ellas...

Nada les falta a los pastores que aman: el mismo amor instruye, edifica: todo lo soporta, todo lo enseña, no obra inconsideradamente. Basta decir dos palabras, pero animadas por el amor.

San Cirilo de Alejandría, obispo

Homilía (21-02-1617): El verdadero cordero se inmoló por nosotros

«Guardáos de la levadura de los fariseos y de Herodes» (Mc 8,15)
Homilía pascual 19, 2: PG 77, 823-825
martes 21 de febrero de 1617

Los israelitas en Egipto inmolaron un cordero siguiendo las órdenes e instrucciones de Moisés. Se les mandó añadir también panes ázimos y verduras amargas. Pues realmente así está escrito: Durante siete días comerás panes ázimos y verduras amargas. ¿Deberemos también nosotros estar eternamente ligados a los símbolos y a las figuras? ¿Qué pensar entonces de aquellas palabras de Pablo, que indudablemente era un experto en cuestiones legales y uno de los más insignes por su sabiduría, sabemos que la ley es espiritual? ¿Es que cabe dudar de un hombre –me pregunto–, portador de Cristo, que hablaba rectamente y que hubiera sido incapaz de propalar falsedades? ¿A título de qué deberemos también nosotros someternos a la antigua ley, desde el momento en que Cristo ha afirmado taxativamente: No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán?

Así pues, aquel verdadero cordero, que quita el pecado del mundo, se inmoló también por nosotros, que estamos llamados a la santidad mediante la fe. Acerquémonos en su compañía a aquellos banquetes espirituales, sublimes y realmente santos, prefigurados en cierto modo por los ázimos prescritos en la ley, y que espiritualmente han de ser recibidos. De hecho, en las sagradas Escrituras la levadura ha sido siempre considerada como símbolo de la iniquidad y del pecado. Por lo cual, nuestro Señor Jesucristo exhorta a sus santos discípulos que se abstengan del pan fermentado de los fariseos y saduceos, diciendo: Tened cuidado con la levadura de los fariseos y saduceos. Igualmente, el doctísimo Pablo escribe a los santificados recomendándoles que se mantengan lo más alejados posible de la levadura de la impureza que mancha el alma: Barred –dice– la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ázimos.

Para estar espiritualmente unidos a Cristo, nuestro Salvador, y tener un alma pura, no es, pues, inútil, antes muy necesario y hemos de tomarlo muy a pecho, librarnos de nuestras miserias y evitar el pecado; en una palabra, mantener nuestra alma alejada de todo lo que pudiera contaminarla. De este modo, libres de todo culpable remordimiento, podremos acercarnos dignamente a la comunión.

Pero hemos de añadir asimismo verduras amargas, es decir, hemos de aceptar la amargura de las arduas fatigas para poder llegar a la consecución de la paciencia. En primer lugar, ciertamente, por sí mismas. Sería efectivamente de lo más absurdo pensar que los hombres piadosos puedan conseguir la virtud de modo diverso, imponerse a la ajena estimación por medio de grandes fatigas, sin tener ellos mismos que superar luchas y dificultades, para dar de este modo un ejemplo luminoso y magnífico de fortaleza. Porque el camino de la virtud es áspero, está erizado de dificultades y es asequible a pocos. Es llano y fácil solamente para quienes lo recorren con ánimo alegre, sin temor a afrontar las dificultades, y ofreciéndose espontáneamente a las fatigas.

También a esto nos exhorta el mismo Cristo con estas palabras: Entrad por la puerta angosta; porque ancha es la puerta y amplia la calle que llevan a la perdición, y muchos entran por ellas. ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Y pocos dan con ellos.



Uso Litúrgico de este texto (Homilías)

  • Martes VI del Tiempo Ordinario (Año Impar).
  • Martes VI del Tiempo Ordinario (Año Par).

Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos

Beda, in Marcum, 2, 33

14. «Se habían olvidado de tomar panes…» Pero ¿cómo no tenían pan, preguntará alguno, cuando subieron a la barca inmediatamente después de haber llenado de él siete espuertas? Pero la Escritura nos testifica que se olvidaron de llevarlo consigo ( Mt 16), indicio del poco cuidado que tenían de sus cuerpos, cuando no pensaban en proveer a su primera necesidad, ocupados solamente en el pensamiento de seguir a su Señor.

15. La levadura de los fariseos es el posponer los decretos de la ley divina a las tradiciones de los hombres; predicar la ley con las palabras, e impugnarla con los hechos; tentar al Señor y no creer en su doctrina ni en sus obras. La levadura de Herodes es el adulterio, el homicidio, la temeridad del juramento, la hipocresía y el odio a Cristo y a su precursor.

Con el precepto: «Guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes», les enseña el Señor lo que significan los cinco y los siete panes, que les recuerda en las siguientes palabras: «Ni os acordáis ya de cuando repartí cinco panes?» etc. Si, pues, la levadura predicha significa las tradiciones perversas, ¿por qué el alimento que dio el Señor al pueblo no habrá de significar la verdadera doctrina?

Teofilacto

14-15. Se olvidaron los discípulos de coger el pan, porque así, reprendidos por Cristo, se harían mejores y llegarían a conocer su poder. «Y Jesús -prosigue- los amonestaba diciendo: Estad alerta; y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes».

Llama levadura de los fariseos y herodianos a su doctrina por lo dañina, fácil de corromperse y llena de la antigua malicia: los herodianos eran los doctores que decían que Herodes era Cristo.

16-17. Los mismos discípulos creyeron que el Señor hablaba de la levadura del pan. «Mas ellos discurriendo entre sí se decían uno al otro: En verdad que no hemos tomado pan». Pero hablaban así porque no comprendían el poder de Cristo, que podía hacer pan con nada, y por esto los reprende el Señor. «Lo cual habiéndolo conocido Jesús, les dijo: ¿Qué andáis discurriendo sobre que no tenéis pan?»

Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum

15. San Mateo dice: De la levadura de los fariseos y saduceos ( Mt 16,6); San Marcos de los fariseos y de Herodes; y San Lucas (12,1) de los fariseos solamente. Los tres Evangelistas nombran a los fariseos como a los principales, pero San Mateo y San Marcos los juntan con los saduceos y con Herodes, mencionando convenientemente a éste San Marcos; y dejando San Mateo a los herodianos para el suplemento de su narración. Hablando así, instruye paulatinamente a sus discípulos en el sentido y fin de sus palabras.


Documentos Catequéticos

Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia

San Juan Pablo II, papa

Catequesis, Audiencia general (17-05-1989)

«¿Aún no entendéis?» (Mc 8, 21)

[…] 3. Permanecer en la verdad y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, tanto de los primeros tiempos como de todas las nuevas generaciones de la Iglesia a lo largo de los siglos. Desde este punto de vista, el anuncio del Espíritu de la verdad tiene una importancia clave. Jesús dice en el Cenáculo: “Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora (todavía) no podéis con ello” (Jn 16,12). Es verdad que la misión mesiánica de Jesús duró poco, demasiado poco para revelar a los discípulos todos los contenidos de la revelación. Y no sólo fue breve el tiempo a disposición sino que también resultaron limitadas la preparación y la inteligencia de los oyentes. Varias veces se dice que los mismos Apóstoles “estaban desconcertados en su interior” (Cf. Mc 6,52), y “no entendían” (cf. por ejemplo, Mc 8,21), o bien entendían erróneamente las palabras y las obras de Cristo (cf. por ejemplo, Mt 16,6-11).

Así se explican en toda la plenitud de su significado las palabras del Maestro: “Cuando venga… el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa” (Jn 16,13).

4. La primera confirmación de esta promesa de Jesús tendrá lugar en Pentecostés y en los días sucesivos, como atestiguan los Hechos de los Apóstoles. Pero la promesa no se refiere sólo a los Apóstoles y a sus inmediatos compañeros en la evangelización, sino también a las futuras generaciones de discípulos y de confesores de Cristo. El Evangelio, en efecto, está destinado a todas las naciones y a las generaciones siempre nuevas, que se desarrollarán en el contexto de las diversas culturas y del múltiple progreso de la civilización humana. Mirando todo el arco de la historia Jesús dice: “El Espíritu de la verdad, que procede del Padre, dará testimonio de mí”. “Dará testimonio”, es decir, mostrará el verdadero sentido del Evangelio en el interior de la Iglesia para que ella lo anuncie de modo auténtico a todo el mundo. Siempre y en todo lugar, incluso en la interminable sucesión de las cosas que cambian desarrollándose en la vida de la humanidad, el “espíritu de la verdad” guiará a la Iglesia “hasta la verdad completa” (Jn 16,13).

[…] Lo que el Espíritu Santo revelará ya lo dijo Cristo. Lo revela Él mismo cuando, hablando del Espíritu Santo, subraya que “no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga… El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (Jn 16,13)14). Cristo, glorificado por el Espíritu de la verdad, es, ante todo, el mismo Cristo crucificado, despojado de todo y casi “aniquilado” en su humanidad para la redención del mundo. Precisamente por obra del Espíritu Santo la “palabra de la cruz” tenía que ser aceptada por los discípulos, a los cuales el mismo Maestro había dicho: “Ahora (todavía) no podéis con ello” (Jn 16,12). Se presentaba, ante aquellos pobres hombres, la imagen de la cruz. Era necesaria un acción profunda para hacer que sus mentes y sus corazones fuesen capaces de descubrir la “gloria de la redención”, que se había realizado precisamente en la cruz. Era necesario una intervención divina para convencer y transformar interiormente a cada uno de ellos, como preparación, sobre todo, para el día de Pentecostés, y, posteriormente. la misión apostólica en el mundo. Y Jesús les advierte que el Espíritu Santo “me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros”. Sólo el Espíritu que, según San Pablo (1Co 2,10) “sondea las profundidades de Dios”, conoce el misterio del Hijo-Verbo en su relación filial con el Padre y en su relación redentora con los hombres de todos los tiempos. Sólo Él, el Espíritu de la verdad, puede abrir las mentes y los corazones humanos haciéndolos capaces de aceptar el inescrutable misterio de Dios y de su Hijo encarnado, crucificado y resucitado, Jesucristo el Señor.

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