Lectura sinóptica Mt 4, 12-17; Mc 1, 14-15; Lc 4, 14-15
/ 26 enero, 2014 / SinópticosJesús regresa a Galilea: Mt 4, 12-17; Mc 1, 14-15; Lc 4, 14-15
Programa y contenido de la predicación de Cristo.
Mt 4,12 // Mt 17, 22: cuando oyó que Juan había sido entregado: Mt y Mc se saltan los primeros capítulos de san Juan (Caná, Nicodemo, el último testimonio de Juan Bautista).
Juan es entregado como lo será Jesús (//Mt 17, 22): un pasivo que deja en la sombra a Herodes o al Sanedrín, para sugerir que en la Pasión del Bautista como en la de Cristo se opera un misterio de iniquidad cuyo verdadero autor es el pecado del mundo («Pilato entregó a Jesús a su —a nuestra— voluntad» Lc 23, 25). Sin embargo, el sacrificio voluntario de la Víctima («Él me amó y se entregó por mi» Gal 2, 20; cf. Jn 10, 17-18) transforma esa Pasión en acción salvífica, realizando de ese modo la Voluntad del Amor eterno de Dios («El Hijo del hombre debe ser entregado» (Mt 17, 22), «para cumplir lo que Tu poder y Tu voluntad habían predeterminado que sucediera (Hch 4, 28).
«Durante todo el tiempo que Juan predicó, Jesús no asumió el oficio de la predicación pública. Pero cuando fue cerrada la boca a la Ley y a los Profetas —porque toda la Ley y los Profetas llegan hasta Juan— entonces sucedió lo que había sido profetizado, y resplandeció el Evangelio de Cristo» (Ruperto de Duetz, sobre Mateo III, 168, 1380).
Lc 4, 14 – por la fuerza del Espíritu: Es decir, bajo el impulso divino que le conduce. Con esa Dynamis divina que se manifestará tanto en su predicación como en sus milagros (Lc 1, 35).
Vino a habitar en Cafarnaum. Su puerto de base, centro de operaciones, podríamos decir (Mc 1, 21; 2, 1; 9, 33…).
En las regiones de Zabulón y de Neftalí: la cita nos muestra el sentido y la envergadura del ministerio en Galilea: obra de Luz y de Paz, características de la era mesiánica, en el marco no sólo del mundo judío , sino abierto a las naciones a las que, en definitiva, se dirige el Evangelio (Mt 28, 19). Porque si conviene que Jesús muera en Jerusalén (Lc 13, 13) de donde viene la salvación (Jn 4, 22), es de Galilea que Cristo resucitado enviará a sus apóstoles al mundo entero (Mt 28,16), no menos que de Jerusalén (Lc 24, 47).
Mc 1,24c – Anunciando: Como Juan Bautista (Mt 3,1b). Lo que anuncia es el Kerygma, que constituye la esencia de la predicación de Cristo.
Anunciando el Evangelio de Dios: «De Dios» porque es Él quien envía la Buena Noticia, de la que Cristo, «Enviado» del Padre, se hace heraldo. Sentido implicado en la palabra griega. En ese sentido, cf. Rom 1, 1; 15, 16; 2 Cor 11, 7; 2 Tim 2, 28-9.
Al mismo tiempo Jesús ES esa Buena Noticia, en su mismo Ser, donde se re-une el hombre con Dios, tanto así que Dios es también el objeto de esa Buena Noticia (doble sentido del genitivo, como sujeto y como objeto): es lo que explicita la Vulgata: «Prædicans Evangelium Regni Dei» –predicando el Evangelio del Reino de Dios –; es lo que precisa en todo caso el v. 15 de Mc.
Mt 4, 17; Mc 1, 15 –Tal es, pues, el Kerygma, el centro radiante del Evangelio. El cual se articula en 2 ó 3 puntos.
1) El Reino de Dios está cerca: El resto del Evangelio, sobre todo Mt (cap. 5-7-13.18) explicará lo que Cristo viene a instaurar bajo el nombre de «Reino de Dios» o «Reino de los Cielos». Pero la Buena Noticia aquí es precisamente que el Reino está cerca:lo cual significa:
- «Está cerca», viene ante nosotros. Es Dios quien nos lo envía, en la persona misma de Jesús. Es el «Don de Dios» (Jn 4, 10), iniciativa suya: «Dios nos ha amado primero» (1 Jn 4,10). En ese sentido cf. Is 51,5.
- Está ya aquí, delante de nosotros, tan cerca que podemos tocarlo –pensemos por ejemplo en el sacramento de la Eucaristía–. «Ha llegado a vosotros el Reino de Dios» (Mt 12,28). Más aún, «está dentro de vosotros» (Lc 17,21). Esto es lo que quiere subrayar Mc 1,15 con su introducción solemne: «El tiempo se ha cumplido». Todo nos es dado en Jesucristo. En el // 1 Re 8, 23-27 Salomón era solo un primer cumplimiento de la promesa hecha a David de que su Reino será reservado a su Descendencia (2 Sam 7,12-14). Pero para que ese Reino sea propiamente el Reino de Dios hacía falta que «Dios viniese a habitar sobre la tierra» (v. 27). Algo que parecía inimaginable se ha realizado justamente en Jesucristo.
- Y, por tanto, el Reino de Dios está todavía por venir.Aún hay cosas por hacer para que ese Reino llegue (Mt 6,10) efectivamente. Es lo que se conoce como el ya, pero todavía no que debe provocar en nosotros una tensión escatológica saludable que nos impide dormirnos en el sueño de la muerte o de la indiferencia.
// Is 56,1-2 – El Reino de Dios también sinónimo de la Alianza, que no es otra cosa que el amor de Dios ofrecido, para que lo acojamos, en nuestra libertad. Es decir, en lo que respecta a nosotros hay una contraparte, una responsabilidad a asumir y respetar. Salomón hace mención de ello en // 1 Re 8,25, así como Is 56: se trata de aquella Justicia que, siendo dada por Dios debe ser practicada por nosotros (Mt 3,15 // Mt 5,20): por tanto, el Reino de Dios depende de nosotros.
Los otros dos puntos del Kerygma indican la condición para entrar en dicho Reino (Mt 25,21-23) o, lo que es lo mismo, para que él entre en nuestro interior.
2) Convertíos o haced penitencia: es la misma condición, traducida de dos modos diferentes, para desarrollar todo el contenido del verbo «Metanoeite». Con el alivio de que la conversión se trata de un «retorno a Dios». «Convertíos porque (seguros de que), el Reino está a nuestro alcance (Mt 4,17) lo mismo dice también claramente Mc 1,15: El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está aquí: entrad por vuestra conversión.
3) Mc 1,15 añade sin embargo: y creed en el Evangelio. «El Evangelio» es justamente el Kerygma en los dos puntos precedentes. «Creer» no se considera, pues, un tercer punto, independiente de los otros dos, sino más bien su cumplimiento. La conversión que se pide no es en principio moral, sino que se trata de creer, es decir, de seguir a Cristo, en una vida «teologal» –una vida orientada hacia Dios a través de una fe que espera y que ama– y que será, en consecuencia una vida «moral» en grado sumo. Todo ello no es otra cosa que la realización misma del Reino de Dios, como lo dirá el Sermón de la Montaña. La fe se afirma en las obras o en los hechos –lo cual no significa que las obras sustituyan a la fe, de la cual éstas deben ser más bien la expresión o el despertar–.
Podemos también notar la identidad de este Kerygma con el de Juan Bautista, al menos en la formulación de Mt (comparar 4,17 y 3,2), actualizando lo esencial del mensaje de los profetas: Dios os llama, venid a Él (Jer 26, 1-13). Y si tomamos, en los Hechos de los Apóstoles, la predicación de san Pedro o de san Pablo, encontraremos el mismo Kerygma en dos o tres puntos, actualizado:
// Hch 3,18ss (Kerygma de Pedro) – Hch 13,13ss (Kerygma de Pablo): la proximidad del Reino de Dios puede desde ahora ser reconocida en la Muerte y Resurrección de Cristo, que nos abren el acceso definitivo al Reino. La llamada a la conversión es más insistente.
La conversión consiste en la responsabilidad de la fe, marcada por los sacramentos de la fe, comenzando por el Bautismo. En este punto se suele usar mucha la palabra compromiso de la fe, que yo prefiero obviar porque la misma nos introduce, pienso, en una visión moralista de la fe.
Ese mismo Kerygma es también formulado en su forma más desarrollada, con mención del bautismo, en los primeros sermones de san Pedro, en la mañana de Pentecostés (Hch 2, 36-40; cf. 5, 31-32 y 10, 39-43) primer anuncio a los paganos; con respecto a Pablo cf. Hch 17, 30-31; 26, 17-20). Es más, los Apóstoles habían sido formados en ese Kerygma por el mismo Jesús (cf. Mc 6, 12 y Lc 24, 46-48). Estamos pues en el gran axis de la Revelación del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Lc 4, 14-15: Escogiendo otra expresión del Kerygma Lc habla del renombre o de la fama que rodea a Cristo desde el principio de su predicación (y que Mt, Mc o el mismo Lc notarán más tarde, como es lógico: cf. Mt 4, 24; 9, 26; Mc 1, 28; Lc 4, 37). Se trata de una especie de refrán o de rumor de la multitud que acompaña los primeros tiempos del Evangelio, hasta el abandono de muchos en Jn 6, 66.
// 1 Re 18, 7.12 – Movido por el Espíritu, el cual «nadie sabe de donde viene ni a donde va» (Jn 3, 8) el comportamiento de Elías es imprevisible. De igual modo Jesús, se mueve y actúa «con el poder del Espíritu» (Lc 4, 14): lo veremos a partir de las Bodas de Caná.
Lc 4, 15 – Él enseñaba en sus sinagogas. Originalmente, la Sinagoga es la comunidad de Israel (Ex 16, 1; Hch 13, 43) e incluso de los primeros cristianos (St 2, 2). Más adelante esta palabra designará también la casa, lugar de encuentro para un culto centrado desde ahora en el estudio de la Ley, como Iglesia.
glorificado por todos: La Gloria es el resplandor de la luz divina (Lc 2, 9-10). Cristo la manifestó de ordinario indirectamente, tanto por la autoridad y trascendencia de su enseñanza, como por su milagros (Jn 2, 11); y sólo una vez de forma directa, en el momento de la Transfiguración. «Y hemos visto su Gloria de Hijo Único, nacido del Padre…» (Jn 1, 14).
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