Dios nos ha creado para ser Bienaventurados. Esta palabra hace referencia al Reino, a la vida eterna. Pero esa Bienaventuranza hemos de empezar a vivirlas ya aquí. Mateo nos muestra en la Bienaventuranzas la fotografía del hombre nuevo, que ha sido regenerado a raíz de un encuentro personal con Cristo.
octubre 2014
Simón el cananeo y Judas Tadeo, apóstoles
SIMÓN recibe un epíteto diferente en las cuatro listas: mientras Mateo y Marcos lo llaman “Cananeo”, Lucas en cambio lo define “Zelota”. En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo: en hebreo, el verbo qanà’ significa “ser celoso, apasionado” y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo que eligió (cf. Ex 20, 5), como a los hombres que tienen celo ardiente por servir al Dios único con plena entrega, como Elías (cf. 1 R 19, 10). No se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre TADEO y se explica como proveniente del arameo taddà’, que quiere decir “pecho” y por tanto significaría “magnánimo”, o como una abreviación de un nombre griego como “Teodoro, Teódoto”.
Lc 13,10-17: Curación en sábado de la mujer encorvada
Algunos se preguntan por qué estás en la Iglesia. Por qué eres sacerdote o has salido en misión como célibe o con toda tu familia. Creo que en el Evangelio de hoy hay una respuesta, al menos en lo que a mi concierne. He vivido en la Iglesia, de parte de Cristo, esa mirada que te dice: «Quedas libre de tu enfermedad». «Libre» que es mucho más que «curada». La mirada de Cristo no es una mirada sentimental, no se trata de un milagro físico (¡cuántos le buscan para ponerle a su servicio y les haga «milagritos»!). El hombre está enfermo en su ser profundo, Jesucristo nos mira allí, en la raíz, él va a la fuente de nuestro sufrimiento allí donde somos obligados a mirar sólo al suelo, porque hay situaciones de la vida que nos cierran el cielo. Allí Él te habla con su Palabra, cuya fuerza es creadora… y allí te toca, te impone las manos, te «contagia» de su dinamismo divino. Entonces puedes escuchar que la Iglesia te dice: «Levantemos el corazón», y puedes responder: «Lo tengo levantado hacia el Señor». ¿Y qué importa que sea sábado? La ley suprema de Dios es un amor infinito hacia nosotros y el verdadero sábado es la nueva creación que Cristo resucitado quiere hacer con cada uno de nosotros. Ojalá la experimentemos y en vez de vivir ensimismados, podamos glorificar a Dios.
Domingo XXX Tiempo Ordinario (A) – Homilías
Un crucificado en una cruz que apunta al cielo vertical y se extiende a toda la humanidad horizontal. El amor no es verdadero ni auténtico si se ofende a Dios o se ofende al prójimo. En Cristo crucificado hemos recibido el testamento, la misión, la única clave para ser felices. Si nos vemos incapaces de hacerlo, felicidades, el mismo crucificado nos enseña cómo. Nos toca seguirle.
Mt 22, 34-40: El mandamiento principal
Leyendo este Evangelio y contemplando a Cristo en la cruz me doy cuenta de que finalmente Él nos ha entregado cumplido el doble mandamiento. Jesucristo ha amado a Dios con todo su corazón traspasado por la lanza, con toda su mente coronada de espinas y con todas sus fuerzas, pies y manos clavados en un madero. Madero que además tiene un trazo vertical señalando el cielo, signo de un amor absoluto a Dios Padre, y un trazo horizontal que no está vacío, allí sus brazos extendidos, esta manera de morir, toda su vida… invitan a todos los hombres a dejarse abrazar por este amor que nos perdona, nos regenera, nos salva. La cruz se ha constituido en la llave que abre el acceso a la vida eterna. Vida que empieza a cumplirse aquí y ahora. Recibiendo el espíritu de Cristo seremos capaces de amar a Dios y amar a los hermanos. Es esta la vocación suprema de todo hombre.
Lc 12, 49-53: La misión de Jesús – Traer fuego a la tierra
El evangelio de hoy es uno de esos textos bíblicos que, leídos literalmente es motivo de escándalo. Sin embargo el Evangelio es siempre una buena noticia: Jesús ha venido para poner las cosas en su sitio, para ayudarnos. Muchas veces nuestras relaciones familiares están viciadas, enfermas en su raíz y la convivencia con los más próximos son fuente de sufrimiento y conflictos. Si Cristo habita en nosotros nuestra relación con los otros es auténtica, verdadera. No cedemos a manipulaciones fáciles de tipo afectivo, económico o de cualquier tipo. No tengas miedo de que Cristo prenda fuego en tu vida, Él es el único que puede hacer todo nuevo.
Domingo XXIX Tiempo Ordinario (A) – Homilías
La oposición a Jesús de las autoridades de Jerusalén fue tomando forma de conjura para terminar con él. Respondiendo sabiamente a la traidora pregunta sobre el tributo al César, Jesús dejo claro que su reino no es de este mundo (Jn 18, 36), y que no venía a cambiar el mundo políticamente, sino a curarlo desde dentro, enseñando a dar a Dios lo que es de Dios (Mt 22, 21). Del mismo modo, los apóstoles pedían que se obedeciese a las autoridades y que se rezase por ellas, mientras que la adoración y la fe sólo pueden dirigirse a Dios; porque, a pesar de la apariencia de los jefes del mundo, como nos enseña hoy Isaías, Dios es el único Señor y rey de la historia: Yo soy el Señor y no hay otro (1 Lect.) La comunidad cristiana debe vivir con autenticidad los valores de la fe, esperanza y caridad (2 Lect.).
Mt 22, 15-21: Lo de Dios a Dios y lo del César al César
Primero Dios, luego el César. Este es el diseño original, pues lo que hay inscrito en nuestro ser es la imagen de Dios. Aunque muchas veces quien prima es el César, la idolatría, la falsa imagen que nos hacemos (o nos imponen) de nosotros mismos. ¿Cuál será pues esa parte nuestra que sólo a Dios hemos de entregar?
Domingo XXVIII Tiempo Ordinario (A) – Homilías
Muchos son los llamados y pocos los escogidos. El banquete de bodas es una imagen bíblica y resalta el carácter gratuito y misterioso del amor de Dios a su pueblo. Historia y escatología, presente y futuro, compromiso humano y gracia divina son los elementos que se mezclan en la Liturgia de hoy. Dios preparará un banquete mesiánico con manjares enjudiosos y vinos generosos (1 Let.).El banquete está abierto a todos, se exige solamente aceptar la invitación y llevar el vestido nupcional (Ev.). El creyente, a imitación de Pablo, lo puede todo en aquel que le conforta (2 Lect.).
Mt 22, 1-14: Parábola del banquete nupcial
¿Qué debemos entender por vestido de bodas, sino la caridad? Porque el Señor la tuvo cuando vino a celebrar sus bodas con la Iglesia. Entra, pues, a las bodas, sin el vestido nupcial, el que cree en la Iglesia, pero no tiene caridad.