Memoria de san Gregorio I Magno, papa y doctor de la Iglesia, que siendo monje ejerció ya de legado pontificio en Constantinopla y después, en tal día, fue elegido Romano Pontífice. Arregló problemas temporales y, como siervo de los siervos, atendió a los cuidados espirituales, mostrándose como verdadero pastor en el gobierno de la Iglesia, ayudando sobre manera a los necesitados, fomentando la vida monástica y propagando y reafirmando la fe por doquier, para lo cual escribió muchas y célebres obras sobre temas morales y pastorales. Murió el doce de marzo (604).
agosto 2016
Domingo XXIV Tiempo Ordinario (C) – Homilías
Jesús introduce en el mundo otra lógica. Él nunca considera bueno al pecador. Él nunca dice que la oveja descarriada no esté descarriada. Lo que hace es, en lugar de rechazarla, ir a buscarla, y cuando la encuentra se llena de alegría, la carga sobre sus hombros, la venda las heridas, la cuida, la alimenta…. Así es el corazón de Cristo. Su amor vence el mal con el bien. Para hasta rehacer por completo al pecador, hasta sacarle de su fango y devolverle la dignidad de hijo de Dios.
Sábado XXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
La vida del apóstol se desarrolla en el seno de las paradojas: aporta la bendición del Evangelio al precio de las maldiciones de que es objeto; anuncia la consolación y sufre la calumnia; inicia la verdadera sabiduría y se hace tratar de loco. Es la lección saludable de la cruz de Cristo.
Viernes XXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
Ver el corazón es propio de Dios; propio del hombre no es más que juzgar las cosas externas. Ahora nuestros pensamientos son luminosos para nosotros mismos, para cada uno en particular; mas para nuestros prójimos están en las tinieblas, puesto que no los ven. Allí también Él ha de conocer lo que tú sabes que estás pensando.
Jueves XXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
Esforcémonos también nosotros en subir, con la gracia de una caridad indisoluble, a este tercer grado de los hijos, que miran como suyo lo que es de su Padre; merezcamos recibir la imagen y semejanza de nuestro Padre celestial. Imitando al Hijo verdadero, podemos decir también: Todo lo que el Padre tiene es mío (Jn 16,15). De lo que se hizo eco el bienaventurado San Pablo al decir: Todas las cosas son vuestras, ya sea Pablo o Apolo o Cefas, sea el mundo, o la vida o la muerte, el presente o el futuro, todo es vuestro.
Miércoles XXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
El mal comportamiento es un obstáculo para conocer la verdad. Lo mismo que un hombre obcecado en el error no puede perseverar largo tiempo en el camino recto, también es muy difícil que quien vive mal acepte el yugo de nuestros sublimes misterios. Para abrazar la verdad hay que estar desprendido de todas las pasiones… Esta libertad del alma ha de ser completa, para alcanzar la verdad.
Martes XXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
El Espíritu de Dios proporciona el pensamiento y el vocabulario que permiten hablar de Dios como conviene. El Espíritu de Dios en el corazón del cristiano es la facilidad que da para juzgar todas las cosas desde un punto más elevado, pero hace falta aún una seria voluntad de humildad y de apertura a Dios para ser capaz de acceder a ello.
Lunes XXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
San Pablo ha llegado al conocimiento y al amor de la Cruz de Cristo, después de largos años de incomprensión en el judaísmo. Como sus contemporáneos judíos, no podía ni imaginar un Mesías crucificado.
Domingo XXII Tiempo Ordinario (C) – Homilías
Jesús siempre va a lo esencial. Él, que conoce el corazón del hombre» (Jn 2,25), sabe que, desde Adán, nuestro más grave mal es el deseo de sobresalir. Sin embargo, nunca es más grande el hombre que cuando se siente pequeño delante de Dios. La humildad es su lugar, pues no puede exhibir delante de Dios ningún derecho. Todo lo que es y tiene lo ha recibido: ¿De qué enorgullecerse? (1 Cor 4,7). Y, por otra parte, ¿qué son todas las grandezas humanas al lado del puesto en que hemos sido colocados por gracia junto a los santos, los ángeles y el mismo Dios?
Domingo XXIII Tiempo Ordinario (C) – Homilías
Es sólo el amor apasionado a Jesucristo el que nos hace estar dispuestos a perderlo todo por él, a no poner condiciones, a no anteponer a él absolutamente nada. Cuando no existe ese amor o se ha enfriado, todo son «peros», se calcula cada renuncia, se recorta la generosidad, se frena la entrega…