Último día de este año litúrgico. Pidamos al Señor que nos despierte y aligere nuestro corazón con un vivo deseo de participar de un cielo nuevo y una tierra nueva.
noviembre 2014
Homilías Domingo I de Adviento (B): Velad
Comienza un nuevo año litúrgico. Olvidando lo que quedó atrás podemos lanzarnos hacia la meta con un vivo deseo de que Dios rasgue los cielos y descienda a nuestra vida (1ra Lectura). Pidámoslo con una fe inquebrantable y mantengámonos en vela, con la lámpara encendida, porque el Señor viene y necesitamos una luz interior, que viene de lo alto, para saber reconocer su venida.
Mc 13, 33-37: Estar alertas para no ser sorprendidos
«¡Ven, Señor Jesús!»: esta ferviente invocación de la comunidad cristiana de los orígenes debe ser también nuestra aspiración constante, la aspiración de la Iglesia de todas las épocas, que anhela y se prepara para el encuentro con su Señor. «¡Ven hoy, Señor!»; ilumínanos, danos la paz, ayúdanos a vencer la violencia. ¡Ven, Señor! ¡Que brille tu rostro y nos salve!
Domingo XXXIV Tiempo Ordinario (A) – Solemnidad de Cristo Rey
Cristo reina ahora y siempre. La solemnidad de hoy sintetiza el misterio de la salvación. Cristo es el Rey del universo y de la historia. En los momentos más tristes de la historia de Israel, el profeta anima a su pueblo a confiar y a esperar. La promesa divina se cumplirá en el futuro Mesías (1 Lect.). Pablo dedica el último capítulo de la segunda carta a la comunidad de Corinto al tema de la resurrección y determina el orden (2 Lect.). Mateo describe el juicio. El juez pone a su derecha a unos y a los otros a su izquierda. Juzgará a cada uno según las obras de misericordia (Ev.)
Lc 19, 41-44: Lamentación sobre Jerusalén
La destrucción de Jerusalén vino por haber despreciado y no haber reconocido la venida de Dios. ¿Por qué no le reconocieron? Sencillamente porque Dios no vino en la forma esperada. ¿Acaso no nos pasa también a nosotros? Ese Dios que esperamos como un León todopoderoso aparece sin embargo en forma de Cordero degollado. «El Mesías, León para vencer, se hizo Cordero para sufrir». ¡La Omnipotencia de Dios es su debilidad extrema, su vida despojada totalmente, entregada en el altar de la cruz! ¿Y por qué? Por AMOR. Esa es la única llave que abre el gran misterio de la historia del hombre y no tenemos otra forma de vencer en ese combate contra el Dragón, que nos quiere conducir a la triste cultura del desprecio.
Domingo XXXIII Tiempo Ordinario (A)
Las lecturas ponen de relieve la responsabilidad en toda la dimensión de la persona, desde la vida propia hasta la de los demás. Responsabilidad también de nuestras acciones, por ejemplo en el trabajo cotidiano. La laboriosidad y responsabilidad de la mujer es el mejor ejemplo de una vida de trabajo, esfuerzo y talento al servicio de la familia y de los necesitados (1 Lect.). No se pueden olcultar los talentos, se deben manifestar para rendir cuentas. Somos administradores, no dueños (Ev.). La venida del Señor es cierta y, a la vez, se desconoce el día y la hora. Mientras esperamos su venida no podemos dormir (2 Lect.).
Dedicación de la Basílica de Letrán (9 de noviembre)
La Basílica lateranense, catedral del Papa en Roma, es una de las iglesias cristianas más antiguas. Es símbolo de la unidad entre todas las comunidades cristianas esparcidas por todo el mundo con Roma. La fuente de agua viva brota del templo de Dios (1 Lect.). Cristo resucitado es este templo, la casa de oración. É l es el camino, la verdad y la vida (Ev.). El Espíritu Santo que habita en el bautizado lo convierte en edificio de Dios (2 Lect.).
Lc 16, 9-15: Buen uso de las riquezas – Contra los fariseos
Riquezas de la iniquidad son todas las de este mundo, procedan de donde quiera. Por esto, si quieres la verdadera riqueza, busca aquella en que Job abundaba cuando, a la vez que estaba desnudo, tenía su corazón lleno de Dios. Se llaman riquezas de iniquidad las de este mundo porque no son verdaderas, estando llenas de pobreza y siempre expuestas a perderse, pues si fuesen verdaderas te ofrecerían seguridad.
Jn 2, 13-22: Purificación del Templo
Los que venden en la Iglesia son los que buscan lo que les agrada y no lo que le agrada a Jesucristo, haciéndolo todo vendible, porque quieren ser pagados. Simón Mago quiso comprar la gracia del Espíritu Santo, porque se proponía venderla. Era de aquellos que vendían palomas, porque el Espíritu Santo apareció en forma de paloma; pero la paloma no se vende, se da gratis, porque se llama gracia.