Concede, oh Padre, que conoces los corazones, a este servidor que has escogido para el episcopado, que apaciente tu sagrado rebaño, sirviéndote de noche y de día; que haga complaciente tu rostro y que ofrezca las oblaciones de tu Iglesia santa; que pueda perdonar los pecados en virtud del Espíritu del Sacerdocio supremo, según tu mandato.., que te complazca por la naturaleza y pureza de su corazón, presentándote un nuevo perfume, por tu Hijo Jesucristo.
septiembre 2017
Lunes XXIV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Oración en la asamblea litúrgica: Orar por todos. Cristo es el Mediador. Representar a la humanidad ante Dios, mostrarse solidario de ella ante Él; estas son las condiciones esenciales de la oración cristiana. Cristo ha sido el primero en asumirlas, pues se ofreció por todos en la cruz.
Sábado XXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
He aquí que pereció el primer hombre; pero, ¿dónde estaría si no hubiera venido el segundo? Porque era hombre aquél es hombre también éste… Con toda seguridad, en ningún lado aparece la benignidad de la gracia y la libertad de la omnipotencia de Dios como en el hombre mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús.
Viernes XXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Los relatos sobre la vocación son las páginas más impresionantes de la Sagrada Escritura. La vocación es el llamamiento que hace Dios al hombre que ha escogido para una misión especial en la historia de la salvación. El caso de San Pablo es de grandísima importancia en la historia de la Iglesia, pero sobre todo en aquellos comienzos del cristianismo.
Es increíble que el gran perseguidor de Cristo y de sus discípulos, se convirtiese en el más celoso apóstol del mismo, hasta llegar a confesar que no quiere saber otra cosa que a Cristo crucificado.
Jueves XXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
La melodía más agradable a Dios es la vida cristiana con toda su perfección posible, con el ejercicio de las virtudes, de modo especial con la virtud de la caridad, del amor para con Dios y para con todos los hombres, que son hermanos nuestros y formamos la gran familia de Dios. Si así se hiciera se terminaría en el mundo toda clase de violencia.
Miércoles XXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Si vivimos bien hemos muerto y resucitado, quien en cambio aún no ha muerto ni ha resucitado, vive mal todavía; y, si vive mal, no vive; muere para no morir. ¿Qué significa muere para no morir? Cambie para no ser condenado. Repito las palabras del Apóstol: «Si habéis resucitado con Cristo, saboread las cosas de arriba»… A quien aún no ha muerto, le digo que muera; a quien aún vive mal, le digo que cambie. Si vivía mal, pero ya no vive, ha muerto; si vive bien, ha resucitado.
Martes XXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Los ha borrado, no tachado; pero tan bien borrados que no queda en nuestra alma ninguna traza de ellos. Los ha abolido por completo, los ha clavado en la cruz… Nosotros éramos culpables y merecedores de los castigos más rigurosos ¡pues todos nosotros estábamos en el pecado! ¿Qué hizo entonces el Hijo de Dios? Por su muerte en la cruz borra nuestras manchas y nos exime del castigo merecido por ellas. Él toma el pliego de nuestros cargos, lo clava en la cruz por medio de su persona y lo destroza.
Lunes XXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Ese tesoro en el que están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (Col 2,3) es la Palabra de Dios, que aparece encerrada en la carne de Cristo; o la Sagrada Escritura, en la que está guardada la noticia del Salvador. Cuando alguno lo encuentra en ellas, debe despreciar todas las ganancias de este siglo para poseer a Aquel a quien encontró.
Domingo XXIV Tiempo Ordinario (A) – Homilías
«Ninguno de nosotros vive para sí mismo». Uno de los males más tristes de nuestro mundo es esa situación de egocentrismo absoluto en que cada uno sólo vive para sí mismo, sólo piensa en sí mismo, está centrado exclusivamente en sus propios intereses. Frente a esto, san Pablo puede gritar con fuerza que entre nosotros los cristianos «ninguno vive para sí mismo». Puesto a liberarnos, Cristo nos arranca ante todo de la cárcel de nuestro egocentrismo, nos despoja de la esclavitud del culto al propio yo. Debemos preguntarnos: de hecho ¿es así en mi caso?
Domingo XXIII Tiempo Ordinario (A) – Homilías
Por lo demás, está claro que se trata de reprender por amor y con amor. No con fastidio y rabia o porque a uno le moleste. Es una necesidad del amor. El amor a los hermanos lleva a luchar para que no se destruyan a sí mismos. Tenemos con ellos una deuda de amor que nos impide callar, precisamente para su bien. Todo menos la indiferencia.