¿Por qué desesperas, hombre, teniendo por remedio y por paga a Dios hecho hombre, cuyo merecimiento es infinito? Y muriendo, mató nuestros pecados… Y aunque tantos hubiésedes hecho tú como el mismo demonio que te trae a desesperación, debes esforzarte en Cristo, Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo (Jn 1,29); del cual estaba profetizado que había de arrojar todos nuestros pecados en el profundo del mar (Mi 7,19), y que había de ser ungido el Santo de los santos, y tener fin el pecado, y haber sempiterna justicia (Da 9,24). Pues si los pecados están ahogados, quitados y muertos, ¿qué es la causa por que enemigos tan flacos y vencidos te vencen, y te hacen desesperar?
Biblia
Jn 1, 19-28: El testimonio de Juan (i)
El efecto de esta voz que clama en el desierto no debe ser otro que el que el alma, separada de Dios, vuelva otra vez al camino recto que conduce a Dios, no siguiendo la malicia de los pasos torcidos de la serpiente, sino elevándose por medio de la contemplación al conocimiento de la verdad, sin mezcla alguna de mentira, para que la vida de acción se ajuste a la norma de lo lícito después de una conveniente meditación.
Jn 1, 1-18: Prólogo – Jesucristo, el Verbo encarnado
La palabra que suena en el exterior no es otra cosa que una señal de la palabra que se encuentra en el interior, a la que corresponde más propiamente el nombre de palabra. Porque aquello que se pronuncia con los labios es el sonido del palabra, que no se llama palabra sino a causa de aquella palabra interior a la cual representa en el exterior.
Lc 2, 36-40: Profecía de Ana
En este encuentro discreto las palabras y los gestos expresan eficazmente la realidad del acontecimiento que se está realizando. La llegada del Mesías no ha pasado desapercibida. Ha sido reconocida por la mirada penetrante de la fe.
Jn 20, 1-8: El sepulcro vacío
Juan junto al pesebre nos dice: mirad lo que se concede a quien se entrega a Dios con corazón puro. Estos participarán de la total e inagotable plenitud de la vida humano-divina de Cristo como recompensa real. Venid y bebed de las fuentes de agua viva que el Salvador abre a los sedientos y que continúan manando en la vida eterna. La Palabra se hizo carne y está ante nosotros bajo la forma de un niño recién nacido.
Lc 1, 5-25: Nacimiento de Juan el Bautista
El Señor hizo cesar mi esterilidad, me concedió un don sobrenatural y la piedra infructuosa produjo espigas verdes. Me quitó el oprobio, haciéndome madre…
Lc 7, 19-23: Pregunta de Juan Bautista y testimonio de Jesús
Sin embargo, estos signos son todavía los menores testimonios de la divinidad del Señor. La plenitud de la fe es la cruz del Señor, su muerte y su sepultura. Por lo que añade: “Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí”. La cruz también podía servir de escándalo a los escogidos; pero no hay testimonio más grande de la divina persona, porque nada parece más superior a la naturaleza humana como haberse ofrecido solo por todo el mundo.
Mt 21, 28-32: Parábola de los dos hijos
Traducida al lenguaje de nuestro tiempo, la afirmación podría sonar más o menos así: los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios; los que sufren a causa de sus pecados y tienen deseo de un corazón puro, están más cerca del Reino de Dios que los fieles rutinarios, que ven ya solamente en la Iglesia el sistema, sin que su corazón quede tocado por esto: por la fe.
Mt 21, 23-27: Controversia sobre la autoridad de Jesús
…aun cuando hubiese contestado, de nada aprovechaba, porque los deseos tenebrosos no pueden entender lo que procede de la luz. Conviene por lo tanto enseñar al que pregunta y confundir al que tienta por medio de razones contundentes, sin aclararle la virtud del misterio.
Mt 17, 10-13: La venida de Elías
Elías no ha padecido la muerte hasta el día de hoy, sino que fue arrebatado al cielo. Algunos piensan que vive con los ángeles cuya incorruptibilidad comparte en una vida inmaterial y pura… De hecho, Elías apareció en la transfiguración del Hijo de Dios, viéndolo cara a cara con el rostro descubierto. Al final de los tiempos, cuando se manifestará la salvación de Dios, él mismo proclamará la venida de Dios antes que nadie y la mostrará a todos, y, por muchos otros signos divinos, confirmará el día que hasta ahora está escondido ante el mundo. En aquel día, también nosotros, si estamos preparados, iremos por delante de este hombre admirable que nos prepara el camino que lleva a aquel día. ¡Que nos introduzca en las moradas del cielo, por Cristo Jesús a quien sea dada la gloria, el poder ahora y por los siglos de los siglos!