Acabáis de escuchar, queridos hermanos, el riesgo que corren los pastores; calibrad también, en las palabras del Señor, el que corréis también vosotros. Mirad si sois, en verdad, sus ovejas, si le conocéis, si habéis alcanzado la luz de su verdad. Si le conocéis, digo, no sólo por la fe, sino también por el amor; no sólo por la credulidad, sino también por las obras. Porque el mismo Juan Evangelista, que nos dice lo que acabamos de oír, añade también: Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso.
San Juan
Jn 6, 16-21: Jesús se reúne con los discípulos caminando sobre el mar
En medio de la agitación e inquietudes de nuestras pasiones, entre los vientos y las tormentas de las tentaciones es cuando clamamos al Señor, al Salvador, y Él permite que seamos así agitados para inducirnos a invocarle más ardientemente…
Jn 6, 1-15: La multiplicación de los panes
Cuando nos faltan los apoyos humanos, Dios los sustituye y cuida de nosotros con especial providencia. Esas pobres gentes que siguen al Señor fueron socorridas por el Señor solamente cuando ya iban a desfallecer de hambre.
Jn 3, 16-21: Entrevista con Nicodemo (iii) – Dios envió a su Hijo para salvar al mundo
¡Qué deliciosa es la santa luz de la fe!, por la cual sabemos con una certeza sin igual, no solo la historia del origen de las criaturas y el debido uso que hay que hacer de ellas, sino también la historia del nacimiento eterno del Verbo Divino, por quien todo se ha hecho, y el cual, junto con el Padre y el Espíritu Santo, es un solo Dios, único, adorabilísimo y bendito por los siglos de los siglos.
Jn 21,1-14: Tercera aparición de Jesús Resucitado, a orillas del lago de Tiberiades
Como la devoción va unida a una excelente caridad, no sólo nos hace prontos, activos y diligentes en observar los mandamientos, sino que nos empuja a hacer con prontitud y con gusto las buenas obras que nos sea posible aunque no sean obligación sino solamente aconsejadas o inspiradas.
Jn 18, 1—19, 42: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan
El evangelista Juan, aunque estuvo presente, no cuenta nada de la agonía de Jesús en Getsemaní. En cambio, describe con abundancia de detalles el arresto, refiriendo un diálogo que falta en los sinópticos (vv. 4-8). Esta opción da prioridad a una determinada orientación: la de mostrar a Jesús en su «hora», como sujeto de los acontecimientos, como único protagonista (cf. v. 8), consciente y determinado (v. 4), como rey vencedor del pecado y de la muerte ya desde este instante (v. 6). En el capítulo anterior, el 17, encontramos la clave de lectura de este fragmento, concretamente en el pasaje donde Jesús reconoce que la «hora» tan esperada ya ha llegado (17,1) y que se trata de la «hora» de la glorificación: «Ahora, pues, Padre, glorifícame con aquella gloria que ya compartía contigo antes de que el mundo existiera» (17,5).
Jn 20, 1-9: Día de la Resurrección. El sepulcro vacío
¿Qué espectáculo podría haber más ridículo que el ofrecido por unos soldados vigilando un cadáver? Pero fueron puestos centinelas para que el muerto no echara a andar, el silencioso no hablara y el corazón traspasado no volviera a palpitar con una nueva vida.
Jn 7, 40-53: Nuevas discusiones sobre el origen de Cristo
El neo-paganismo [del nazismo] puede repudiar el amor, la historia nos enseña que, a pesar de todo, venceremos este neo -paganismo con el amor. No abandonaremos el amor. El amor recobrará los corazones de estos paganos. La naturaleza es más fuerte que la filosofía. Que una filosofía condene y rechace el amor y lo llame debilidad, el testimonio viviente del amor renovará siempre su fuerza para conquistar y cautivar los corazones de los hombres.
Jn 5, 1-3.5-16: Curación de un enfermo en la piscina de Betesda
El agua que se agitaba y removía en la piscina de Betesda, es la Pasión sufrida por el Salvador en medio de este pueblo. El que bajaba hasta el agua era curado, pero solamente uno, siendo así figura de la unidad.
Jn 2, 1-11: Las bodas de Caná y la Hora de Cristo
Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora. Respuesta del Salvador perfectamente calculada. Pues no era oportuno que Jesús se apresurara a realizar milagros ni que espontáneamente se ofreciera a hacerlos, sino que el milagro debería ser fruto de la condescendencia a una petición, teniendo en cuenta, al conceder la gracia, más la utilidad real, que la admiración de los espectadores. Además, las cosas deseadas resultan más gratas, si no se conceden inmediatamente. De esta suerte, al ser diferida un tanto la concesión, la esperanza sublima la petición. Por otra parte, Cristo nos demostró con su ejemplo el gran respeto que se debe a los padres, al acceder, en atención a su madre, a hacer lo que hacer no quería.
Jn 2, 1-12: Las bodas de Caná
Y de repente el agua comenzó a recibir la fuerza, a cambiar el color, a difundir un buen olor, a adquirir gusto, y al mismo tiempo a cambiar totalmente de naturaleza. Y esta transformación del agua en otra sustancia manifestó la presencia del Creador, porque nadie, excepto el que creó el agua de nada, puede transformarla en otra cosa.
Jn 1, 43-51: Vocación de los primeros discípulos (ii) – Felipe y Natanael
La Grande Iglesia no puede ni crecer ni prosperar si se la deja ignorar que sus raíces están escondidas en la atmósfera de Nazaret… Nazaret tiene un mensaje permanente para la Iglesia. La Nueva Alianza no tiene su comienzo en el Templo, ni sobre el Monte Santo sino en la pequeña habitación de la Virgen, en la casa del trabajador, en uno de los lugares olvidados de la «Galilea de los paganos» de la que nadie esperaba nada bueno. No es sino a partir de ahí que la Iglesia podrá comenzar de nuevo y sanar. Jamás podrá dar una respuesta satisfactoria a la revuelta de nuestro siglo contra el poder de la riqueza, si en su mismo seno Nazaret no es una realidad vivida.
Jn 1, 35-42: Vocación de los primeros discípulos (i) – Andrés y Pedro
Hoy día tenemos un nombre muy superior a todos los demás; es el nombre de “cristiano” –el nombre que hace de nosotros hijos de Dios, amigos de Dios, un solo cuerpo con él. ¿Hay algún otro nombre capaz de hacernos ardorosos en la virtud, llenarnos de celo, incentivarnos a hacer el bien? Guardémonos muy mucho de hacer cualquier cosa indigna de este nombre tan grande y tan bello, unido al nombre de el mismo Jesucristo.
Jn 18, 33b-37: Jesús ante Pilato: Mi reino no es de este mundo
Si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que hay en nosotros y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que y en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.
Jn 6, 60-69: Discurso del Pan de Vida (vi) ¿También vosotros queréis marcharos?
Leemos las Santas Escrituras y entiendo que el Evangelio es el cuerpo de Jesús, y que las Santas Escrituras son su doctrina. Sin duda que el texto «El que come mi carne y bebe mi sangre» tiene una aplicación total en el misterio eucarístico; pero es verdad también que la palabra de las Escrituras es verdadero Cuerpo de Cristo y su verdadera Sangre, es doctrina divina. Si cuando celebramos los santos misterios cae una partícula, nos inquieta. Si cuando escuchamos la palabra de Dios, mientras entra en nuestros oídos se nos ocurre pensar en otra cosa, ¿a qué responsabilidad no nos exponemos?
Jn 12, 24-26: Donde esté yo, estará mi servidor
Escuchadme, o mejor aún, escuchad en mí a aquel que, se nombró primero a sí mismo, buen grano. No améis vuestra vida en este mundo. Si verdaderamente os amáis, no améis así vuestra vida y entonces la salvaréis… «El que ama su propia vida en este mundo la perderá». Es el buen grano quien lo dice, el grano que fue echado en tierra y que murió para dar mucho fruto. Escuchadle, porque lo que ha dicho lo ha hecho.
Jn 6, 51-58: Discurso del Pan de Vida (v) – Mi carne y mi Sangre
Y ¿qué decir de la pregunta sobre el amor verdadero, cuando meditamos las palabras del Señor: “El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo“? (ib.). Sí. En este pan, el pan eucarístico, está encerrado el ofrecimiento salvífico de la vida, que Cristo inmoló para la vida del mundo. ¿No surge espontánea la pregunta: “y mi “carne”, es decir, mi humanidad, mi existencia, es para alguien? ¿Está llena de amor a Dios y de caridad hacia el prójimo? O, por el contrario, ¿está aprisionada en el círculo opresor del egoísmo?
Jn 11, 19-27: Resurrección de Lázaro – Encuentro de Marta con Jesús
¡Cree, pues, que aunque mueras, vivirás! Pero si no crees, aunque estés vivo, estás realmente muerto… ¿De dónde le viene la muerte al alma? De que ya no tiene fe. ¿De dónde le viene la muerte al cuerpo? De que el alma ya no está en él. El alma de tu alma es la fe. «El que cree en mí, aunque su cuerpo esté muerto, tendrá vida en su alma hasta que el cuerpo mismo resucite para no morir ya nunca más. Y cualquiera que vive en su carne y cree en mí, aunque su cuerpo deba morir por un tiempo, vivirá para la eternidad a causa de la vida del Espíritu y de la inmortalidad de la resurrección».
Jn 20, 1-2.11-18: No me toques
“¿Mujer, por qué lloras, a quién estás buscando?” Tienes al que buscas y ¿lo ignoras? Tienes el gozo auténtico de la eternidad y ¿lloras? Tienes dentro de ti al que buscas fuera. Realmente, estás fuera de todo, llorando cerca de una tumba. Mi tumba es tu corazón. No estoy muerto, reposo dentro de ti, vivo por toda la eternidad. Tu alma es mi jardín. Tenías razón al pensar que era el jardinero. Como nuevo Adán, cultivo mi paraíso y lo guardo. Tus lágrimas, tu amor y tu deseo son obra mía. Me posees en ti sin saberlo y por esto me buscas fuera. Te me voy a mostrar fuera para hacerte entrar en ti misma para que en el interior encuentres al que buscas fuera.
Jn 17, 1-11a – Oración sacerdotal: Glorifica a tu Hijo
La oración de Jesús en Jn 17 se llama «oración sacerdotal» porque en ella Jesús se presenta en la actitud del sacerdote que intercede por los suyos, en el momento en que está a punto de dejar este mundo. El pasaje está presidido por el doble tema de la hora y de la gloria. Se trata de la hora de la muerte (cf. Jn 2,4; 7,30; 8,20), la hora en la que Cristo debe pasar de este mundo al Padre (13,1). Pero, al mismo tiempo, es también la hora de su glorificación que se cumple por la cruz, y que el evangelista Juan llama «exaltación», es decir, ensalzamiento, elevación a la gloria: la hora de la muerte de Jesús, la hora del amor supremo, es la hora de su gloria más alta. También para la Iglesia, para cada cristiano, la gloria más alta es aquella Cruz, es vivir la caridad, don total a Dios y a los demás.